Vida Diaria

Rosa Elena González

28/09/17

La lealtad… letra de cambio…

La lealtad es una virtud, es la firmeza de los afectos o de las ideologías, la fidelidad y no engañar, no traicionar por más tentador que pueda ser el momento, el contrato, o el nombramiento, esa es la lealtad.
Lamentablemente este valor está muy escaso y tristemente hoy en día definitivamente tiende a desaparecer, más en la clase política para quienes solo es una frase sin valor real y la ofertan de acuerdo a conveniencias, por espacios de tiempo, sexenios o trienios.
Tan devaluada parece estar la lealtad entre los políticos que es una letra de cambio, el valor es casi siempre de acuerdo a intereses, necesidades o ambiciones, en el debe y el haber, los adeudos morales son a la baja, quedan en saldo rojo.
Las deslealtades se dan en todos los partidos políticos, bueno, hasta en las mejores familias, más tratándose de poder fama y fortuna son capaces de traicionar a su familia si es necesario.
Seguramente esa es la razón por la que escuchamos constantemente, ya sea en broma o con conocimiento de causa, que los perros son más leales o fieles que el hombre, y es que muchos animales conservan el sentido de pertenencia y nunca olvidan quien les trata bien, quien les da de comer, menos la casa donde crecieron.
Situación que no sucede con algunos políticos, constantemente olvidan la casa donde crecieron, desconocen a quien les brindó cobijo, y son capaces hasta de morder la mano que les dio de comer durante varios años, y sino que le pregunten a personajes, sobretodo del PRI, que cuando vieron que ya no hay nada para ellos en su partido corrieron a buscar abrigo en otros colores y desde ahí quieren acabar con quienes antes llamaban hermanos.
¿Qué a quién nos referimos? No terminaríamos nunca si enumeramos los personajes a quienes la lealtad no les han presentado y creen que solo pueden hacer referencia a ella cuando les convenga.
Basta echar una miradita y se encontrará con muchos políticos que después de jurar que primero están sus ideologías, de pelear férreamente contra todos queriendo defenderlas de pronto cambian, mientras estén encumbrados o con posibilidades de seguir creciendo dentro de sus institutos políticos se mantienen “leales” pero cuando el viento no sopla a su favor se les olvida la lealtad a su partido y las ideologías que aseguraban tener, rápidamente adquieren las que mejor les convengan.
Claro, también están los que son fieles mientras no estén seguros de que todo les favorecerá en otra parte, hasta que consiguen sus objetivos, o hasta que son deslumbrados por el resplandor de una nueva nómina, lo que menos importa es el color, y es entonces cuando se tira la lealtad en cualquier caño y la fidelidad se cambia por oportunidades, de oportunistas.
Se les olvida que sus actos no quedan ocultos, que las traiciones resurgen, que serán señalados, no serán dignos de confianza pues la gente sabe que quien traiciona una vez lo hace siempre, que solo esperan tiempos o la ocasión para ejecutar la traición.
Con esto queda claro que aunque la lealtad es un valor infinito, más quién sabe valorar, muchas veces se subasta al mejor postor, se le pone precio de acuerdo al interés político, económico, o social.
En ocasiones hasta se puede percibir la lealtad como un contrato, un convenio, con cápsulas aplicables por tiempos, espacios, y conveniencias, con una duración de dos, tres o seis años, regularmente prescriben meses o días antes de lo pactado sin que los contratantes puedan hacer nada, sabedores que es la ley de la política.
Tristemente para muchos personajes que juegan a la política y otros que afanosamente persiguen el poder fama y fortuna, la dignidad y lealtad es letra de cambio.

 

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