Opinión
Vida Diaria
Rosa Elena González
6/10/16
Que viva Victoria…
Victoria se llama tierra de huapango, de guitarras que cantan a mujeres que inspiran, donde no hay alarde de ser valentón, si buscan encuentran y que siga el fandango, acá la gente de esta región es puro corazón.
Mi Victoria del alma, ya no eres tan joven, el paso de los años han dejado huella imborrable en tu ser, tu rostro muestra la madurez que da el tiempo, pero tu alma, tu escancia es jovial por eso sigues siendo de Tamaulipas la flor consentida a la que se le escribe con el corazón.
Hoy cumples 266 años, seguramente Don JOSÉ DE ESCANDÓN Y HELGUERA, jamás se imaginó verte crecer con tanta vitalidad, menos convertirte en lo que hoy eres, la orgullosa y hermosa capital tamaulipeca.
Los que nacimos bajo tu cielo limpio, que dimos los primeros pasos en tu suelo seguro y crecimos en el regazo de tu tranquilidad te sentimos nuestra y quisiéramos que siguieras con tu misma escancia, con el avance del progreso sí, pero con la paz que te han arrebatado.
Se añoran los tiempos pasados pero se suspira por el futuro en donde las nuevas generaciones corran con libertad tus parques, disfruten un atardecer en tus plazas, caminen despacio por sus avenidas, escuchen el trino de las aves y se refugien bajo la sombra de tus árboles, pero también deseamos verte crecer, curarte las heridas que te han dejado el desamor de los que no te sienten suya, de los que no viven tus sueños, no sienten tu dolor.
Mucho es lo que te han lastimado mi querida Victoria, pero aún así tu nobleza es tanta que no hay espacio para el rencor, menos hoy, este día es de festejo.
Sí, señor, Ciudad Victoria hoy está de fiesta, cierto las cosas han cambiado, se ha perdido historia y tranquilidad, pero cuenta con gente de bien que a pesar de sus vicisitudes día a día trabaja y se esfuerza para que nuestra ciudad recupere el símbolo que nos distinguió por años, de una ciudad bella, tranquila, amable.
Y es que Ciudad Victoria ya no es aquella que con su mercado Argüelles, la Plaza de Los Fundadores que albergaba el edificio de la Cruz Roja, la placita 1 de Mayo con su kiosco y su mercadito multicomercial, la botica, la panadería, el Banrural, la sala de espera llena de gente y vendedores en la estación del ferrocarril, el silbato de la Comisión Federal de Electricidad al marcar el cuarto y la hora de las 7 de la mañana, doce del mediodía y tres de la tarde, era todo un espectáculo pintoresco donde no pasaba nada y se vivía de todo.
La campanas de Catedral llamando a misa los domingos, el hotel Palmas, el Palacio de Gobierno, tantos y tantos pasajes que se han perdido en el camino, en parte para dar paso a la modernidad y el desarrollo de la ciudad cosa que es buena porque da progreso y nos hace competitivos, pero en otros casos por la irresponsabilidad, el olvido de quienes han tenido la obligación de rescatar las cosas buenas de una gran capital para que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de su legado.
Las nuevas generaciones ya no conocen esos sitios llenos de historia, el mercado Argüelles que ha resistido el paso del tiempo y aún sigue de pie, la plaza Fundadores que albergaba la Cruz Roja hoy luce vacía, los cirios de sus fuentes olvidaron el bullicio y no escucharon el sonar de las sirenas de las ambulancias que en aquellos tiempos el más grave era un accidente de bicicletas.
La plaza 1 de Mayo es testigo mudo del paso del tiempo, permanece vacía, casi sin vida ve pasar los días, sola con sus recuerdos, porque las nuevas generaciones ni la ven ni la conocen, mucho menos se imaginan que un día fue el centro de comercio urbano y rural de Victoria.
El edificio del Banco de Crédito Rural hoy tiene vida y movimiento aunque ya no ve pasar las transacciones comerciales ahora los créditos son para la salud.
En la estación del ferrocarril ya no se escuchan los gritos de los garroteros, la sala de espera permanece así, en espera, con esperanza de volver a tener vida aunque sea en otro sentido, las aves que anidan en sus viejas construcciones de madera y adobe están en silencio porque hasta el escuadrón de la muerte se fue, a lo lejos las risas de los niños de la escuela contigua, sólo los fines de semana sonríe tenuemente al sentir el bullicio, el ir y venir de los comensales de sus tradicionales tacos, comerciantes y visitantes del mercado rodante.
El Palacio de Gobierno sigue majestuoso, hoy con nueva imagen, nuevo gobernante, a donde llegó la alternancia es el centro de la toma de decisiones, solo que ya no alberga a todas sus dependencias, el Estado creció y las demandas de apoyos y servicios son muchas por lo que hoy se cuenta con dos modernas torres gubernamentales.
El silbato de la CFE no se escucha desde hace muchos años, murió al igual que el edificio que le daba vida.
Tampoco el agua pura de La Peñita es suficiente, hoy hasta escasea el vital líquido porque Victoria con todo y sus desencantos mucho ha crecido.
Ciudad Victoria es otra, y quisiéramos decir que viva Victoria sí, pero también que viva su gente, su progreso, sus usos, costumbres y todo lo bueno que una sociedad tiene derecho a disfrutar.
No es que se quiera vivir en el pasado, que la ciudad no avance, lo que se añora es la tranquilidad, la gente amable, la convivencia sana, el vivir en paz y armonía, cierto hoy contamos con mayor y mejor infraestructura deportiva, cultural, médica, educativa, pero todos debemos preocuparnos por recuperar la escancia de la ciudad.
La canción dice que tras la montaña se encuentra escondida, ojalá ya no permaneciera oculta, como si se avergonzara de sus últimos pasajes donde se ha sentido humillada, su cuerpo ultrajado, su esencia destrozada, su alma mancillada.
Es de Tamaulipas la flor consentida y se le canta con el corazón, con la ilusión de que ante las adversidades salga airosa a gritarle al mundo que es dueña de sí misma, que puede caminar libre, correr con su historia, elevar al cielo su victoria, que su gente cante con orgullo QUE VIVA VICTORIA… POR SIEMPRE GLORIOSA.