Por Rafael Loret de Mola
03/06/2018
*Un Momento de Reflexión
*El Correlón de la México
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Será un día importante. Amanecemos y sabemos que están por instalar las mesas electorales en el país. Puede llover el primero de julio… o caer un aguacero sobre las urnas inhibiendo a los votantes. Cualquier cosa es factible bajo el dominio de las viejas mafias, las del poder que confluyen a cuanto entendemos como “sistema” y las del crimen organizado con lujo de impunidad y exceso de prepotencia: ya avisaron que no prosperará ninguna candidatura no avalada por los capos. Será difícil a los vencedores remontar la sospecha.
No existen órganos electorales confiables porque son reductos o consecuencias de los cacicazgos estatales. Y de esta manera, de antemano, se prevé una escandalosa tendencia a proteger a los candidatos “palomeados” desde el centro del país y con la anuencia de los gobernadores a quienes se ha encargado el derrotero de los comicios, como si se trataran las casillas de cuarteles rebosantes de intimidaciones. Así y todo, millones votarán y espero que lo hagan con absoluta libertad. Es el camino, por ahora, para protegernos aun cuando pongamos la Iglesia en manos de Pilatos.
Pero, por favor, no apuntalen a los pillastres como en los casos que hemos reseñado hasta el cansancio. Ustedes ya los conocen y no voy a violentar la sequía analítica obligada por una ley electoral limitada a los intereses de la cúpula gobernante. Eso no. Pero sí puedo explicar que seguir la corriente acabará por destruirnos a todos, poco a poco, hasta la ignominia. Y no es éste el panorama que pretendemos para quienes vienen detrás. No lo olvidemos: #cerocobardía.
Veamos, sin mencionar partidos ni siglas para no violentar el ánimo ni dar cauces a las torpes alegaciones sobre si se debe perseguir a los periodistas que informen o den seguimiento al proceso el día de la jornada comicial, dentro de menos de un mes, –como si la libertad fuera como el uniforme que no puede traspasar las mamparas de una cantina-, cuáles son las posturas divergentes a las que enfrentaremos en estas horas para “cumplir” nuestros deberes, más bien nuestros derechos, de ciudadanos conscientes.
1.- Los apoyadores del continuismo para quienes es indispensable una concurrencia “aceptable”, esto es de más del 40 por ciento, para avalar con ello el apoyo recibido a sus candidatos. Aseguran que cuando no es masiva la afluencia suele suceder que gana la tendencia a mantener el estado de cosas y, por ende, no se preocupan demasiado por si las colas son o no largas.
2.- Quienes desean conservarse en el primer piso de la residencia oficial, tras infortunados traspiés difíciles de superar en la conciencia colectiva, alegan que, después de todo, deben compararse los resultados de las administraciones federales en cuestión de estadísticas o de estabilidad financiera, a sabiendas de que ésta, la rectoría económica, hace mucho tiempo que no depende de los “sabios” nacionales resignados a seguir, sin variar un ápice, los lineamientos del Fondo Monetario Internacional.
¡No caigan en más mentiras y manipulaciones! ¡Cuando llegue la hora voten libremente pensando en el México del futuro y no en del pasado!
Por las Alcobas
Para evadir las acusaciones formuladas por este columnista –concretamente sobre asesinatos de periodistas, de líderes sociales de izquierda, y de cuanto significó su presencia en Bucareli, arrebatando publicaciones que no le eran cómodas; remito a los lectores a mi obra “Denuncia”, editada por Grijalbo en 1987-, el impresentable tabasqueño-poblano sólo se atrevió a simular, como siempre lo ha hecho:
–¿Quién es Rafael Loret de Mola? –preguntó a los reporteros poblanos-. ¿Usted lo conoce?
–¿Y usted? –replicó un colega-.
–Lean sus panfletos para que sepan quién es.
Entonces, si recomienda la lectura de mis libros –es un elogio que él les llame panfletos-, ello quiere decir que me conoce de sobra. Lo que pasa es que le avergüenza aceptar cómo ha actuado cuándo me ha visto y hay decenas de testigos de ello: sencillamente palidece y corre. Lo hizo en la Plaza México, en la inauguración de la temporada taurina hace dos años, y más recientemente en el Centro Banamex en donde, convocado por mi amigo Vicente Morales, le espeté a Bartlett, a la cara, el veredicto que sobre su persona tengo, le llamé hijo de puta. El tipo lo escuchó, confirmó de quien se trataba -¿Es Loret de Mola, verdad?-, con su anfitrión y pidió que se le resguardara en un cuartucho mientras terminaba mi exposición para evitar el “peligro” de un segundo encuentro. Así es éste cobarde.
Pese a ello, le agradezco que recomiende las lecturas de mis críticas hacia él –que califica como panfletos, claro, como llamaron panfletista a Lenin y a Mao, iconos de la izquierda de todos los tiempos, y a los Flores Magón, anarquistas por esencia, por si no se acuerda el oportunista-, porque generan expectación. ¿Punto final?