Rafael Loret de Mola
20/05/2018
*El Mundo nos Rebasa
*Restaurantes de Lujo
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Por Holanda ya se tiene programado terminar con el consumo de combustible en el año 2025, dentro de nueve para ser preciso, a cambio de utilizar bicicletas con bandas y motores eléctricos, no contaminantes, para caminar con rapidez sin necesidad de gasolinas. Tal, por supuesto, les libraría de la dependencia del petróleo y provocaría, de extenderse como se espera esta medida a otras naciones de Europa, una tremenda, irreversible, caída en los precios del crudo, cuando así convenga a la nación con mayores reservas en el mundo: los Estados Unidos a menos que, lo dudamos, se imponga la Unión Europea a los multimillonarios norteamericanos que se alegraron por la llegada del “pato” Donald Trump a la Casa Blanca. Y ahora desea comprar el premio Nobel de la Paz que se empequeñecería.
Mientras, en Alemania se esmeran en edificar grandes zonas para captar la energía solar como sucedánea de la eléctrica y así cubrir sus necesidades, de la manera más natural, sin requerir de enormes inversiones y sus secuelas, desde la peligrosa construcción de plantas nucleares –la solución ideal para los estadounidenses-, termoeléctricas o hidroeléctricas, como la mayor parte de las nuestras que aprovechan la fuerza del agua mientras ésta no se acabe por los predadores urbanos y el colapso en cuanto a la creciente demanda del líquido en la macrópolis llamada ciudad de México que absorbe cuanto necesita el campo para sobrevivir sin haberse logrado la cultura necesaria para evitar el diario desperdicio.
¿Cuántos de ustedes, amables lectores, suelen detener su andar, siempre apresurado, cuando observan cómo las mangueras de algunos jardineros están inútilmente abiertas hasta anegar las banquetas? ¿Les recaman por ello o simplemente toleran lo abusos, descendiendo al arroyo, con los consiguientes riesgos, sin chistar? Por aquí debería comenzar, por ejemplo, nuestra #cerocobardía. Por desgracia, nos hacemos los tuertos y seguimos sin denunciar estas anomalías que trastornan, en mucho, la vida de la ciudad y nuestra propia existencia. Ya es hora de ser congruentes con nuestros deberes colectivos.
Lo mismo va para quienes, abusivos, sacan a tres o cuatro perros a pasear, además de cuantos son contratados ex professo para ello, y ganan los espacios dedicados a los niños cuyas cuidadores temen dejarlos corretear ante la mirada y los “jugueteos” de los animales. No son pocos los casos de criaturas, y de personas mayores, brutalmente lastimadas por la prepotencia y negligencia de los amos de las mascotas de razas agresivas a los que sueltan sin siquiera un bozal –dicho de otra manera: el cautiverio al que las someten tiene enormes inconvenientes como el descrito cuyo parangón sería el del hollywoodense Hanibal-, o el menor cuidado para los demás, tantas veces acosados.
Me enfada, y mucho, que habiendo espacios propios para pasear a los perros no se respeten las sendas y los parques en los cuales se prohíbe la presencia de animales –salvo las curiosas ardillas que liberan de predadores las zonas de recreo-, y he debido sostener serias discusiones con los prepotentes que se creen dueños de la ciudad; algunos de quienes se ejercitan por la mañana han dado cuenta frecuente de estos abusadores con escasa fortuna y no son pocos aquellos que logran mantener su conducta ilegal a costa de distribuir mordidas… ¡y denunciar a los ofendidos! No he llegado a este extremo pero sí, casi, a los empellones y los insultos de los “amos” impetuosos cuya egolatría es tanta que requieren rodearse de perritos al estilo de Hitler.
Y vamos a escuchar el segundo “debate” con todo y las comparsas.
Por las Alcobas
Los extremos son grotescos y, según mi punto de vista, indignos. Cuando se crean restaurantes de lujo y también hoteles de cinco estrellas para perros, me siento denigrado al sopesar la desigualdad de clases prevaleciente, no sólo en México sino en el mundo entero, en donde no pocos trabajadores, de esos cuyas tareas don de sol a sol, todavía en el siglo XXI, no tienen acceso ni a un puesto callejero para sobrevivir… y no a causa del ocio y la vagancia.
Es pregunto a ustedes: ¿Qué es más pesado? ¿El trabajo del albañil que soporta cientos de kilos sobre sus espaldas a diario o la del director de un banco cuya labor consiste en revisar las utilidades obtenidas por su sucursal para entregarlas al consorcio financiero? Me dirán que lo segundo es fruto de una preparación de excelencia lo que me llevaría a concluir la extraña valoración vigente: es la capacidad financiera, que posibilita la enseñanza superior hasta los doctorados, y no el esfuerzo real lo que determina las dimensiones del salario. Este es el justificante de los jueces, magistrados y ministros de la Corte que obtienen en un mes lo que no pocos trabajadores en diez años. Esta injusta depreciación del sudor humano a cambio de las comodidades de la elite es lo que puede reventar en cualquier momento. ¡Entiéndanlo!