*Y se fue Fidel…
*Programa Primero
3/12/2017 – Lo mismo en los deportes que en la geopolítica mundial los derrotados no sólo hacen mayoría siempre sino, además, tardan en digerir y aceptar sus tremendos fracasos; y hasta los olvidan pronto. Kennedy, por ejemplo, fue la excepción que confirma la regla: luego de la odiosa y fragmentada invasión a Bahía de Cochinos –abril de 1961- en donde Fidel dirigió un tanque de guerra durante el desembargo de los “anticomunistas”, con el financiamiento oculto del gobierno estadounidense, nunca dejó de culparse por ello y su vulnerabilidad se acentuó hasta el magnicidio de Dallas.
A poco más de dos años del triunfo de la Revolución Cubana, el demócrata convertido en icono de la democracia en su país, no quiso comprometerse a mostrar el rostro ni exhibir los apoyos a los exiliados del Caribe por temor a una desproporcionada reacción de la entonces Unión Soviética con la que Fidel se cobijó al negarle el gobierno de Estados Unidos reconocimiento y estatus. Castro no guerreó contra el gobierno norteamericano sino expulsó a las mafias que, en nombre del mismo, avasallaban su país blindando la insostenible dictadura derechista de Fulgencio Batista Zaldívar, quien suprimió el derecho de huelga para asociarse con los ricos terratenientes que producían la caña de azúcar, pilar de los productos isleños, para luego, con descaro, dar paso a las multinacionales de la Unión Americana comenzando con los mafiosos fundadores de Las Vegas, la capital todavía del juego y el lenocinio.
Pese al intento de asesinar a Castro, ¡en seiscientas treinta y ocho ocasiones!, amén de los serios “incidentes” de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles de octubre de 1962, la CIA, el FBI y las agencias de inteligencia de los Estados Unidos sencillamente fueron devoradas por el ingenio, las estrategias y el olfato de Fidel quien pudo vadear los intentos de aniquilarlo aunque, en diez ocasiones, se salvó por un pelo. No digo de milagro porque el término podría chocar con los criterios de la ultra derecha. Observo, desde aquí, el malestar de quienes apuntalan este extremo del pensamiento atrapado en la caducidad histórica.
Pese a lo anterior, no existe duda alguna, a un año de la muerte del Comandante, de la derrota extrema de diez presidentes estadounidenses incapaces de asesinar a su odiado Fidel mientras éste iba convirtiéndose en la peor versión de sí misma en el tránsito entre el generoso revolucionario al dictador implacable capaz de asesinar, fusilándolos, a quienes habían sido sus más cercanos; quizá, de quedarse en La Habana, el célebre “Ché” Guevara hubiera corrido la misma suerte, aun en su condición de argentino bautizado cubano por propia mano, para evitar confrontaciones cupulares y la eterna disputa del mando absoluto. Guevara, con seguridad, olfateó estas condiciones y marchó a Bolivia a continuar su propia revolución interior hasta la muerte.
El hecho incontrovertible es que Fidel, el revolucionario primero y el dictador después, resistió los embates desde su entrada apoteósica a La Habana, el 8 de enero de 1959, y su muerte, el 25 de noviembre de este doloroso 2016 para casi todo el mundo. Sí, porque seguimos compartiendo al aire con sujetos de la talla de Donald Trump que “exige” a Cuba condiciones para demostrar su capacidad de “dar algo” a cambio de la bendición estadounidense. Un asco para cualquier conocedor de la historia: mancillar la figura de quien no puede defenderse ya, convertido en cenizas para mucho gloriosas y para otros odiosas, cuando no fueron capaces de ganarle en vida. ¿Quién ganó y quiénes perdieron la historia?
Por las Alcobas
Lo mismo en México donde la dictadura es la suma del presidencialismo con la partidocracia. Luego de tantos años de medir el creciente rencor entre los mexicanos –mayor enfado a menos ignorancia, sería la fórmula-, el presidencialismo vuelve a las andadas en complicidad con las dirigencias partidistas listas a repartirse el pastel de la manipulación colectiva. Por ello, claro, peña puso en orden a quienes aspiran a abanderar al PRI tomando, para sí, la vieja frase reyesheroliana: “primero el programa, después el hombre”. Tal alegó don Jesús tras su reforma política en 1979, bajo la tutela de josé lópez portillo quien veía al personaje citado como el “moderno Ortega y Gasset de nuestra política”. A estos tiempos nos remonta el ignorante mandatario que cursa aún por la residencia de Los Pinos.
Esto es: la soberbia presidencial es mayor a la realidad misma, separada de ésta y arraigada al viejo convencionalismo de la figura sagrada, como los reyes del medioevo capaces de cualquier atrocidad asimilada por los miserables porque las órdenes provenían de la divinidad y aplastaban a su dignidad terrenal, incluso para señalar, como antaño, a la figura dispuesta para sucederlo en el trono perentorio o el excusado de Los Pinos.