En el centro del país es un platillo tradicional que muchos llaman «revoltijo», nombre que por sí solo resulta poco atractivo para otros, pero como en muchas situaciones lo importante es dejar a un lado los prejuicios para, en este caso, complacer al paladar con los romeritos, un manjar prehispánico.
Prácticamente el platillo se basa en una de las especies de quelites, Suaeda torreyana, que en esta temporada navideña y en Semana Santa se prepara con mole, nopales, camarón seco y papas.
En algunos casos, al momento de servir el guiso se agregan «tortitas» de camarón. Tierra y mar caracterizan al platillo de fuertes raíces indígenas.
Los romeritos son una planta que crece de manera espontánea en suelos salitrosos, eran consumidos desde antes de la colonización y ya entre los pobladores del México indígena eran reconocidos por su alto valor nutricional.
Se pueden encontrar de manera silvestre en el Distrito Federal, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Morelos, Puebla, San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas.
VALOR NUTRIMENTAL
Sin embargo, en el Distrito Federal y el Estado de México son cultivados por productores ante la demanda que tienen especialmente en el Valle de México, para las fiestas de Navidad y la vigila de Semana Santa.
Los romeritos tienen proteínas y aminoácidos, que los convierten en un alimento con un valor nutrimental comparable al de las espinacas o las acelgas; vitaminas A, C y B2, y minerales como calcio, potasio y hierro. Y eso sólo lo aportan estas hojas y tallos.
El color y la textura del guiso no ayuda mucho para antojar a quien nunca los ha probado, y su presentación precisamente como «revoltijo» podría dejar estupefacto a más de un comensal primerizo en este plato prehispánico de la cocina mexicana.
Habrá quien se niegue a probarlos, engañado por la vista, pero se está perdiendo de la oportunidad de saborear, con todos los sentidos, un platillo delicioso, con ingredientes contrastantes: una salsa de sabor intenso, aligerado por brotes tiernos y sabor a mar.