Rafael Loret de Mola

23/04/2018

• ¿Alguna Propuesta?
• Aquel Primer Debate
Suele suceder en México –en otras naciones no siempre es así-, que los debates entre aspirantes a distintos cargos sean, primero, resultados de los consensos entre éstos y no impuestos por la autoritaria rectoría electoral; pero, además, en buena parte de los casos la discusión sobre plataformas e ideologías señala, sin duda alguna, el rumbo definitorio de los comicios. Se aplicaría el popular dicho: “quien tiene más saliva traga más pinole”. En México puede resultar lo contrario.
Las bravatas del manso de Nuevo León, quien no tiene empacho en considerar que dejar la gubernatura de Nuevo León por buscar una quimera es su derecho, esto es sin cernirse a los intereses de la ciudadanía a base de provocaciones baratas y mediocres además de explicaciones sin fondo que demuestran su propio desdén hacia sus promesas fundamentales de campaña en el norte, no tuvieron, en fin, el valor de la pequeña brisa que pasa sobre las arenas sin detenerse. Una especie de jubileo de la amoralidad en la era de mayor corrupción de la historia.
Y, por el estilo, la amarga Márgara, o Margarita para que suene más bonito, prosiguió con su tarea esquizofrénica de agredir a su adversario panista que no le permitió, ni a su marido –a quien hace rato debió expulsarse del PAN por apoyar una candidatura ajena-, imponer su capricho sencillamente porque carecía de ética y disfrazaba una reelección, de lado a lado de la cama presidencial –si todavía se usa-, como antes buscó la Marta del señor fox, ahora llamado, con razón, “señor sin pensiones”… y en pleno vuelo hacia Dallas. Ustedes sugieran la connotación.
En estos entretelones, los candidatos con partidos –tres cada uno aunque los dos de acompañamiento poco ofrezcan-, no hicieron sino tratar de posicionarse a costa de explicar, en sus singulares modos, las acusaciones vertidas contra ellos en pleno desfogue bajo las candilejas: la célebre nave industrial de Anaya –una minucia de 56 millones de pesos-, el recuerdo de las ligas de Bejarano y las recaudadoras de 400 mil pesos para la MORENA de Andrés –otra bicoca-, y la desviación grotesca de seis mil millones de pesos –esto sí de gran monto- desviados por la “pulcra” ex dirigente del PRD ahora miembro del gabinete peñista por pura congruencia, Rosario Robles Berlanga, con la complicidad de José Antonio Meade quien solapó y solapa a la originaria de la “gran estafa” y aplaude a rabiar a los peores hijos del sistema… sin ser militante priista. Falsedades, guerra sucia, hipocresías.
Nada quedó en claro salvo una cuestión: el incesante manipuleo de las encuestas, como en 2006, que insisten en acercar a los postulantes del PRI y el PAN, según sea quien las pague, a la MORENA de Andrés cuya ventaja real no ha hecho mella y se sitúa en poco más de veinte puntos sobre sus más “cercanos” perseguidores. Una ventaja que, de acuerdo a la lógica, será imposible de rebasar en tal solo dos meses a menos de que contraten al equipo de Roma para vapulear al Barcelona en noventa minutos, porque con la Juve no les alcanza.
En el juego comicial, el mayor peligro son las encuestas aunque el horno no esté para bollos.
La Anécdota
El 12 de mayo de 1994 –hace veinticuatro años y luego de dos meses del magnicidio contra Luis Donaldo Colosio, el hombre que pretendía acotar al presidencialismo-, surgió el primer debate entre aspirantes presidenciales. Cuauhtémoc Cárdenas solicitó al pueblo de México que optaran “por sidra o cerveza”; Fernández de Cevallos, a quien muchos señalaron como el vencedor del evento con su luenga barba que recordaba a Maximiliano, habló en tono aristocrático e impresionó a los neófitos.
Por su parte, el recién estrenado, como candidato claro, ernesto zedillo nada dijo de valor, si bien su sola presencia al lado de dos líderes veteranos le dio un sitio que había obtenido de rebote sobre la sangre política derramada en Lomas Taurinas. Pese al ejercicio y las tablas de Cárdenas y Diego, fue zedillo quien acaparó diecisiete millones de votos, un récord que perduró hasta la elección de 2012 cuando se adjudicaron a peña diecinueve millones de votos pero con apenas el 38 por ciento de la votación global.
Lo curioso del caso es que ninguno de los vencedores de los debates se ha sentado en la silla presidencial.

Agencias

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