Ma. Teresa Medina
16/01/17
¿Qué sigue al gallinicidio?
El tema no se aborda a profundidad por “escabroso” y “encriptado”.
Esa es la idea que nos inducen a creer mediante bombardeos idiotizantes de los gananciosos medios nacionales.
Un entramado tenebroso y truculento que tampoco tocan (ni con el pétalo de una rosa) la gran mayoría de reporteros y analistas prefiriendo explotar la furia popular desatada por el gobierno.
De la mal llamada clase política mejor ni hablemos, ocupadísima en la intriga y enredando a todo mundo con explicaciones demasiado “técnicas” como para que el populacho las comprenda.
Incluso se reservan las ganas de declarar que el tema es sólo para “iniciados”.
¿Qué va a saber el pueblo ignorante y zopenco, con promedio apenas de secundaria, sobre “profundidades” que sólo sabios del nivel de Agustín Carstens y Luis Videgaray entienden, y aún así siguen aprendiendo?
De seguro los de esa especie dicen eso con el mayor de los desprecios hacia un pueblo que (suponen) nunca entenderá ni enseñándole con peras y manzanas, como si se tratara de tecnología aeroespacial.
La cuestión es, sin hablar acá entre nos, y dicho muy en serio: ¿dónde está el dinero saqueado por diversos gobiernos estatales que en 2016 concluyeron sus “administraciones” en medio de la ira social?
Resulta inexplicable -“todo un misterio”- que siendo esta la repugnancia nuestra de cada día, nadie, empezando por el Presidente de la República y la Auditoría Superior de la Federación, se atreva a manejar el fondo del asunto.
Lo mismo pasó la semana pasada, pero en el rubro de ingresos petroleros, con los secretarios de Hacienda y Energía, José Antonio Meade y Pedro Joaquín Coldwell, cuya comparecencia en la Cámara de Diputados sólo fue una tapadera de la terrible malversación de un billón de pesos (o un millón de millones y punta del iceberg), acalambrando a todo mundo con la incontrolable inestabilidad cambiaria, la consabida muerte de la gallina de los huevos de oro y toda una desesperada y anárquica retahíla de argumentos que ni ellos mismos entienden.
Incluso ahora, con los megapeculados de los gobernadores, olvidaron formar las clásicas “comisiones de la verdad”, que nunca hallaban nada estando todo frente a sus narices. Aunque al menos le tapaban el ojo al macho, atenuando y canalizando los conflictos sociales antes de que crecieran y se volvieran destructivos.
Pero lo sencillo como sumar y restar lo convierten en el más complicado de los análisis matemáticos. Es decir, toda una verdadera majadería que intentan convertir en un ritual esotérico propio de competentes exorcistas que se hablan de tú con casi todos los demonios.
Una especie de profundidad parasicológica donde si no hay de por medio una pesada carta de recomendación o un práctico telefonazo con el jefe del averno, no podrá uno lograr su cometido ni sacar a cualquier diablo oportunista del cuerpo poseído.
Todo es cuestión de influencias y palancas con Lucifer o de perdido con su círculo íntimo.
Sin embargo, para vida de conseguir semejantes propósitos metafísicos que sólo los Duarte y otros prófugos (y próximos a profugarse) han podido realizar, volviéndose invisibles al ojo de la PGR, Sedena, Marina, Seguridad Nacional, FBI, Interpol, DEA, CIA y hasta de los satélites de la NASA y sus GPS, hay que estar muy bien parados con los REPTILIANOS patrones de los ILLUMINATIS.
¿A tanto ha llegado el nauseabundo teatro político en México para encubrir lo que ya todo mundo sabe?
Lamentablemente así es. Mientras se obstaculiza lo que una simple auditoría puede detectar en pocas semanas, millones de mexicanos se debaten en la disyuntiva de continuar soportando la terrible sequía de dinero o iniciar una desobediencia y sublevación generalizada, culpa de un gobierno que no ofrece razones para obedecerlo, pero sí para ocultar a los verdaderos culpables del cáncer social que provocó la catástrofe económica, achacándole ahora (de alguna manera) todas las desgracias presentes y futuras a Donald Trump, cuyas locuras ya tienen poderosas disidencias.
¿Creen que por haber “encontrado” 23 millones en una casa de Javier Duarte en la Ciudad de México y una que otra recuperación de lo robado por éste, apaciguarán el rencor fermentado en todo el país?
¿Qué sigue ahora? ¿Acaso endurecer las acciones del Ejército, Marina y Policía Federal para acogotar cualquier protesta ciudadana? Causa y efecto: las consecuencias políticas y judiciales ya no serán privativas de Brasil, Argentina, Perú o Guatemala. La impunidad dejará de ser el gran negocio.
¡Excelente inicio de semana!