Ma. Teresa Medina
28/12/16
¿Acabó la era del silencio?
No hay mucho que decir o profundizar respecto al clamor de que en Tamaulipas “no pasa nada”.
Expresión mucho peor que aquella donde José Alfredo Jiménez, en “Camino de Guanajuato”, señalaba que “la vida no vale nada”, al menos sincera y reveladora de la realidad.
La subcultura del silencio que ha vivido durante largos años nuestra convulsionada entidad, anhelante de escuchar de sus gobiernos todo cuanto sucede, parece ser acabará.
En otras palabras, en torno a los hechos de violencia (que se dice irán disminuyendo paulatinamente) habrá una nueva y transparente estrategia de comunicación hacia una sociedad que sólo veía un conflicto entrampado.
Una difusión masiva distinta, urgente y fundamentalmente apropiada para el contexto de una moderna sociedad democrática que ya no puede o ya no soporta ser informada mediante simulaciones y mentiras “ad náuseam”.
Ese clima asfixiante que alcanzó a la mayoría de los propios medios de comunicación sometidos de varias formas a la mordaza, y si no acusados de vociferantes y calumniosos, ya se incorporan, aunque tardía y penosamente, a la era de la cultura informativa global y plena.
El garante de esta nueva estrategia será sin duda el gobierno de Tamaulipas, empezando por el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, así como el Congreso Local y el Supremo Tribunal de Justicia presididos por Carlos García González y Hernán de la Garza Tamez.
Los 43 ayuntamientos de la entidad también tendrán una activa participación en este nuevo escenario, semejante al que manejan los municipios de Michoacán, Guerrero, Jalisco, Colima, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León y otros estados azotados por la inseguridad, donde el siniestro poder del silencio era cómplice de infinidad de injusticias terribles.
La comunicación libre y redactada en términos claros y definidos, distante a palabras imprecisas, superficiales y ajenas a la realidad reforzará el ánimo ciudadano a trascender ante instancias judiciales las denuncias hacia una industria del mal que evidentemente hacía de las suyas, pero al mismo tiempo gozaba de toda la impunidad por culpa de un Estado autoritario que desarmaba completamente a la gente de sus derechos, inhibiéndola de su capacidad legal que de pronto se confundía con una especie de indiferencia y conformismo.
Precisando que todo esto nada tenía que ver con la supuesta ignorancia del pueblo o su incapacidad de formarse una opinión, reflexión y convicción propia sobre lo que sucedía (y sucede), sino a un supuesto “interés público” que obligaba a todo mundo a callar y aguantar lo que viniera.
Obviamente bajo esas adversas condiciones sobrevino el estallido democrático del 5 de junio, que reprodujo literalmente el famoso refrán que reza que “no hay mal que dure 100 años, ni enfermo que lo soporte”.
Esa es la confianza que por ahora sobresale entre la mayoría de los tamaulipecos, esperanzada en que el odio a la información y al Estado de derecho queden erradicados permanentemente, y que todos aquellos que impusieron un sistema de dominación opresiva paguen pronto por sus ofensas y delitos.
NADIE LOS RECUERDA
Y a propósito de este tema tan deprimente, la sociedad (quizá por salud mental) ya no recuerda -ni de broma- las gestiones de diversos ex alcaldes que al margen de colores partidistas es altamente probable que jamás regresen a posiciones de elección popular.
En Reynosa se desvaneció totalmente el recuerdo de José Elías Leal, y no exactamente porque la actual alcaldesa Maki Ortiz sea un dechado de virtudes, sino porque la gestión del priísta fue una desmoralizador episodio de prepotencia, cinismo y corrupción.
Si del sur del estado hablamos, Madero dejó de ser rehén de un grupo mafioso de sindicalistas petroleros encabezados por el diputado federal Esdras Romero Vega, relevado por el panista Andrés Zorrilla Moreno cuya gestión se prevé de ejemplar y positiva transformación.
De Victoria, con Óscar Almaraz Smer, el priísmo demuestra que los asuntos públicos pueden llevarse a cabo mucho mejor a lo realizado por sus antecesores, y que el poder político se gana y consolida a diario aún frente a los difíciles pasajes financieros, sin convertir a un gobierno municipal en un refugio de aventureros derrotados que plagan las nóminas, como el caso de Matamoros que preside Jesús de la Garza, y cuyos efectos sufren Magda Peraza en Tampico y Alma Laura Amparan de Altamira, muy distintos al del alcalde de Nuevo Laredo, Enrique Rivas Cuéllar, posiblemente por convicción, aunque sin desdén por la administración próxima pasada donde Carlos Canturosas, pese al ruido propagandístico, tuvo en su momento una de las mejores evaluaciones a nivel nacional.
¡Feliz miércoles!