Ma. Teresa Medina
28/11/16
Colgados vilmente de la brocha
Nunca he sido afecta al rebuscamiento cuando de lo que se habla no tiene ningún misterio, pero sí de las barbaridades que engendra la corrupción.
Y no sólo la de nuestra brutalmente asaltada nación que ya salpica sus graves consecuencias más allá de sus fronteras.
También las dominadas por demonios megalómanos como el fallecido Fidel Castro, cuya dictadura comunista, extremo opuesto del capitalismo salvaje, mantuvo prisionero al pueblo cubano desde 1959.
Un óbito que al puro estilo del PRI acarreará miles de “dolientes” que, aún controlados por la represión, no le desearán (en serio) ni una pizca de lo mejor en su viaje al otro mundo. Quizá inframundo.
Pues mientras ellos han vivido siempre en la pobreza y el aislamiento, su maquiavélico comandante se daba una vida de riquezas y lujos contrastantes con los principios de la revolución cubana.
Si de obviedades y perogrulladas hablamos, sería aquí mero.
Aunque las cosas ya no son así cuando las cantidades cósmicas de dinero que se roban los que despachan desde los poderes públicos, desatan el peor de los males sociales.
Más la desfachatez con la que actúan las instancias responsables de procurar justicia, atoradas siempre a la hora de castigar los delitos cometidos contra una sociedad que de tantas malas perdió su capacidad de indignación, cargando ahora una terrible frustración que ni los mejores psicólogos y psiquiatras curarían.
Si se contempla desde su forma más simple, la emergencia masiva por el incremento exponencial del delito, de los escándalos y del “¡me vale m…!” de los políticos, llegamos hasta un Peña Nieto que más frío que un témpano glaciar apenas expresa imperceptibles y forzadas “respuestas” a la senadora Layda Sansores que le exige justicia al dolor que sufren las familias de los desparecidos en Guerrero.
O sea, ya la maldad se volvió una costumbre cultural que hace omiso de los fuegos de los infiernos arrojados desde el reinado de la impunidad.
Claro, mientras no sean los poderosos los que la padezcan en carne propia, porque ahí sí, fíjese usted, el jolgorio y la parranda se les acaba en fracciones de segundos.
Si esperábamos la Tercera Guerra Mundial, parece que ésta ya inició, según gritan y se quejan tanto, con el surgimiento de Donald Trump como nuevo presidente del país más poderoso del mundo.
Y a quien ridículamente, copiando al “Peje” López Obrador, la señora Clinton pide a terceros tumbarlo del poder revisando el proceso electoral “voto por voto” en varios estados.
Doña Hilaria se lleva y luego no se aguanta.
Las mafias mexicanas y gringas, estrechamente conectadas, saben que ahí viene el golpe en la revisión del Tratado de Libre Comercio, y se apuran a que su infinita corrupción no las agarre como al “Tigre de Santa Julia”.
Incluso la CTM, apanicada por el efecto Trump, exige que por decreto se incremente el salario mínimo, conscientes sus líderes de que sus poderes se derrumbarán ante la desaparición de maquiladoras a lo largo de la frontera norte.
Nunca vieron venir que el primer muro fronterizo sería la cancelación de comprar productos manufacturados por obreras y obreros sometidos a salarios de hambre.
Y en tanto casi todo el resto de los trabajadores del país viven del milagro cotidiano, ¿cuándo nos enteraremos de que el Presidente de la República y los gobernadores confirmen la persecución de aquellos que verdaderamente han delinquido en cantidades bestiales, sujetándolos al imperio de la ley y recluyéndolos en mazmorras propias de su condición inhumana o, en su defecto, en pabellones psiquiátricos?
Cierto que no hay nada más absurdo que criticar todos los días lo que muy probablemente seguirá igual.
El gran lío es cuando toda esa gente corrupta no se rinde e insiste vivir a costillas de casi todo el país, llevándose como propios los recursos de despensas, salud, educación, obra pública y todo lo que deseemos agregarle.
¿Quién no va a ser obvio, perogrullesco y repetitivo cuando a todos los mexicanos, incluidos los que encabezan ayuntamientos y gobiernos estatales, nos dejaron colgados vilmente de la brocha? Ya lo dijo el Banco de México: de esta no saldremos fácilmente. Ni siquiera se sabe cuándo.
¡Excelente inicio de semana!