Ma. Teresa Medina
15/11/16
A punto de legalizarse la corrupción
En la era de las legalizaciones de la droga, de las temerarias y muy mexicanas reformas en el aire y de los controvertidos cambios en la moral, lo que sigue –en términos inaplazables- es legitimar la corrupción.
(Pegada viene, por cierto, la glorificación del contrabando que legitimará nada más 5 millones de vehículos extranjeros que circulan sin control en el país, incluyendo 400 mil de Tamaulipas.)
¡Ánimo señoras y señores!, pronto pararán de sufrir por las dificultades de no poder depositar en bancos locales los miles de millones de dólares saqueados al erario, y la frustración de no poderlos gastar en lo que les venga en gana sin rendirle cuentas a nadie.
¿Qué otra cosa podemos decir si el Estado Mexicano tiene ya demasiado tiempo sin aplicarles la ley a todos los que se las debe aplicar en serio, convirtiéndose esa práctica en una especie de código que alienta toda la impunidad posible?
Si no pescamos en el aire estos clarísimos mensajes, no habrá más remedio que renunciar al serio compromiso de escribir columnas.
Que conste que no tengo la menor intención de promocionar el tema, pero observando (morbosamente) en los medios esos interminables concursos de “¡Que pase el que haya robado más!” ya no tendremos otra opción.
La otra es que la corrupción ya se ha vuelto un fabuloso negocio para todo mundo, dado que la honestidad “no vende” periódicos ni tiempos en la radio, televisión o Internet.
Y si un medio no le da duro al chisme ni explota bestialmente el morbo, los anunciantes parecen resistirse a comprarles espacios publicitarios para sus productos.
Cosas veredes decía Don Quijote:
La detención de “La Tuta”, de “El Chapo”, de Elba Esther Gordillo, de Humberto Moreira (con una cara de angustia que hasta convenció al juez español de soltarlo), del ex gobernador de Tabasco, Andrés Granier, y de capos muy pesados, son escenarios que mantienen sendas batallas culturales sobre la forma en que son manejadas todos estos teatros en el terreno mediático.
“EMPAREJAR CARTONES” CON LA PGR
La más reciente de Guillermo Padrés, ex mandatario de Sonora y de su propio hijo, con un “estilacho” que desprendía tufos de abogados caros, alegando ser tan puros como arcángeles y querubines, nada aportó a la justicia, excepto “emparejar cartones” con la PGR (así dijo el entregado) y engordarle el caldo a los medios, como al noticiero matutino de Ciro Gómez Leyva que lo recibió con tantas consideraciones y abrazos como si se tratara realmente de un sufrido perseguido político y no un prófugo de la justicia por el que las masas claman un castigo ejemplar.
Nomás faltó que sus guaruras, apoyados por un grupo de espontáneos y gente de la producción lo sacaran en hombros, dándole a las dimensiones del escándalo un sesgo incomprensible para quienes aún tienen los pies sobre la tierra y no se refocilan en el estado emergente por el que atraviesa la nación.
Este es y será, sin la menor duda, el desenlace de una nación más preocupada (ridículamente) por la victoria de Donald Trump que por los interminables ultrajes de los políticos neoliberales en el poder.
Un fenómeno que en tantas campañas políticas juran los candidatos combatir, pero que abjuran ya sentados en las sillas del poder, casi cortados por la misma tijera del sistema.
Preparémonos para que en 2018 las resistencias ciudadanas se agudicen, dejando al PAN y PRI fuera de Los Pinos, ante la “sorpresa”, qué bárbaros son, de la mayoría de los medios que al igual que el martes pasado, aún no logran comprender el por qué doña Hilaria Clinton fue derrotada.
Ya todo mundo anticipa el escenario para que Andrés Manuel López Obrador arribe, tragedia de por medio, a la Presidencia de la República.
Un evento que el semanario inglés The Economist (neoliberal hasta la médula) ha vaticinado de otra manera, dándole otro sesgo, como que una crisis en la relación Peña-Trump “catapultaría a AMLO a Los Pinos”. Lo que es falso porque si Trump escupió más fuego que un dragón, prometiendo cosas increíbles, sólo fue para hacerse del mejor negocio del mundo.
De hecho, a Estados Unidos ya no le conviene tratar a México como si fuera su patio trasero, aunque el cochinero en que está convertido nuestro país sólo disminuirá si al PAN y al PRI los dejan fuera del Poder Ejecutivo Federal. Tampoco creamos que AMLO hará algo por el país, pero al menos el cambio aflojará una gran parte de la inmensa y pestilente costra de corrupción, pegadísima por casi un siglo, atrofiando el progreso del país.
¡Excelente inicio de semana!