Ma. Teresa Medina
11/06/16
¿Qué ganarán acusando a los traidores?
El desconocido autor del libro de los Hebreos escribió hace 2 mil años:
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”.
Eso en los profundos y densos mensajes teológicos de la Biblia que refieren el antes y el después, la antigua y la nueva era, según la voluntad del Todopoderoso.
¿Por qué entonces en los mundanos espacios políticos algunos, o quizá muchos, se resistan a aceptar el nuevo pacto democrático voluntad de la ciudadanía?
Claro que es entendible que la derrota siempre es huérfana y la victoria tiene muchos padres.
Pero también la ropa sucia se lava en casa.
O, ¿cuánta utilidad política lograrán recaudar muchos miembros del PRI con los dimes y diretes de “alta traición” por los resultados adversos del pasado domingo 5 de junio, favoreciendo al PAN y a su candidato Francisco García Cabeza de Vaca?
Perder la dignidad por una derrota, por grande que sea, sin reflexionar que se perdió la batalla pero no la guerra, equivale a estar hablando de individuos muy limitados en el arte de la política.
Dirán que se trata de una frasecita muy gastada y choteada, pero recuerden que Demóstenes también enseñaba que “cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra”.
¿No lo sabían?
Lo peor es que, azuzados por terceros, el tono cada vez más elevado de las quejas se convierte en hipotéticas eventualidades suicidas que no están pasando inadvertidas.
Y aunque aquí no estamos para aconsejar a nadie, vale la pena recordarles a los señores del PRI que en el próximo concierto gubernamental ellos también participarán desde su propia trinchera democrática.
Más si, hoy en día, toda la vida pública del país tiene forzosamente la necesidad de que los diversos actores políticos intervengan en las decisiones que van desde los alcaldes, los gobernadores y hasta el propio Presidente de la República.
Y este caso no será la excepción.
No hay de otra, que disponerse a darle mantenimiento político y sobre todo ideológico a un partido que toda su vida presumió de haberle dado por muchos años a México una estabilidad social.
Al PRI le urge reconectarse con lo que sabe hacer, siempre que retome el camino señalado por su plataforma ideológica y considere seriamente que su enorme militancia no puede quedarse toda la vida en el mismo lugar y con la misma gente.
Dicho de otra forma, que aprendan a renovar sus cuadros; que ofrezcan oportunidades a quienes siempre se han batido en el campo de batalla, sin el confort de todos aquellos que eternamente y muy a gusto repiten en cargos de elección popular o en puestos de primer nivel, como si el partido fuera de su propiedad.
Por ahí deben empezar, sin soslayar desde luego que la sociedad de repente vio un bajo nivel de compromiso, ciertamente presente en el discurso pero dudándose que se diera en los hechos.
Cumplir con esa tarea ineludiblemente humana, antes que política, sería la prioridad.
Y no la pregunta de Manlio Fabio Beltrones sobre “tenemos que saber qué pasó”.
Si el todavía dirigente nacional del tricolor anda buscando explicaciones por las siete gubernaturas perdidas el domingo, entonces es urgente (al margen de que ya está fuera de la carrera presidencial) exigirle su renuncia a la voz de ya.
Buscar culpables por haberse quedado sólo con quince de 32 gobiernos e investigar por qué se perdió el control del 54 por ciento del país, es una reverenda sandez o un cinismo insoportable.
La realidad es que este sonorense debe irse lo antes posible, pues el reconocer la necesidad de cambiar la estrategia contradice su “¿qué fue lo que pasó, cómo pasó y por qué pasó?” Es absurdo que Beltrones salga con esos cuentos, cuando sabe perfectamente los motivos del fracaso.
¡Feliz fin de semana!