Ma. Teresa Medina
11/03/16
No que el Diablo se vaya de vacaciones
Quienes se quejan de los difíciles acontecimientos que se suscitan en este país, tienen sobrados motivos para hacerlo.
A esos quejosos que no debemos confundir con los quejumbrosos de siempre, les recordamos que las crisis no son permanentes.
Tengamos un poco de fe, aunque sea del tamaño de un grano de mostaza, (enseñaba Jesucristo) para comprobar que el país y el mundo entrarán a un estado de normalidad.
Estrictamente humano, desde luego.
No que el Diablo vaya a ser exiliado a Júpiter o le den vacaciones forzadas a una galaxia distante, ni que Dios retome el control del planeta suponiendo (sin conceder) que un día haya dejado de tenerlo.
En síntesis: el mal dejará de ser tan malo y el bien recuperará el terreno perdido provocado por la perversidad humana, excedida en su libre albedrío.
El equilibrio regresará, sin que por ello los microorganismos que causan enfermedades huyan o que un meteorito parecido al que impactó a Yucatán hace 65 millones de años (y extinguió a los dinosaurios) deje de amenazarnos si nos portamos mejor.
Tampoco los amagos geopolíticos entre Estados Unidos, Rusia, China, Corea del Norte, la Unión Europea, Israel y los países árabes desaparecerán cuando se combata la impunidad y se incremente la aplicación de la justicia.
Ni la avaricia y usura del gran capital acabará. Menos los efectos del cambio climático.
Es más, ni siquiera pensemos que la tecnología que nos observa desde Google o las redes sociales o los smartphone o las webcam que se inmiscuyen en las vidas privadas se irá: “Nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír” (Eclesiastés).
Nada de eso sucederá.
Pero lo que sí viene en camino, y ya está a la vuelta de la esquina, ¡aguas para quienes no lo crean!, es una catarsis política y social de grandes dimensiones, pues los poderosos que mecen la cuna ya se dieron cuenta de que sus aparatos de control y riqueza han dejado de funcionar, al extremo que ni siquiera podrán continuar explotando a la tercera parte de la población mundial, calculada en 2,400 millones de seres humanos.
Saben muy bien que al paso que van acabarán degradándose en el tablero del ajedrez, seguramente no en peones, pero pasarán de reyes a simples alfiles o caballos. Ni reinas ni torres.
Con el peligro de desaparecer.
Igual el cine gringo con su violencia, terror y ciencia ficción no podrá seguir acalambrándonos.
Los partidos políticos también tendrán que bajarle a su soberbia y estulticia, adecuándose a los nuevos cambios globales si no quieren ver derribados sus tinglados y templetes, modificando y mejorando radicalmente sus ofertas electorales.
Por su parte, los gobiernos tendrán que entrarle muy duro al combate de la corrupción y la violencia que tantos sufrimientos provocan, y hasta las religiones tendrán que demostrar que sus santuarios no son los negocios y cuevas de perdición que muchos acusan.
Creo que hasta el duopolio televisivo de este país ya está entendiendo que sus programaciones y noticieros atraviesan por una crisis muy severa y ya no convocan a los grandes públicos que solían tener embelesados.
En ese sentido, si consideramos que la política es, no se olvide, el principal propulsor de la economía, la justicia social y el aprovechamiento de los recursos de una nación, habrá de considerarse seriamente que los procesos electorales de este 2016 como del 2018 dejarán de ser movimientos en despoblado.
En otras palabras, dirán mucho sobre lo que piensa la gente respecto a su dignidad. Y sobre los merecimientos de los candidatos de todas las corrientes políticas es un hecho de que a cada quien se le dará lo que justamente le corresponde.
Así entonces, el cambio y la transparencia están a la vista, y quienes ganen y les toque gobernar los doce estados y los muchos municipios deberán no sólo de desterrar las grandes dificultades que nos impiden crecer, sino de disminuir sensiblemente esas crisis recurrentes que dan la impresión de formar parte de nuestra forma de vivir. Lo contrario será que los llamados políticos se resignen a convertirse en protagonistas fugaces y no en los líderes ejemplares que los electores esperan, ahora que a grandes pasos gana terreno la reelección.
¡Buen día y feliz fin de semana!