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ORBE


Ma. Teresa Medina

21/12/15

Las idiosincrasias y el gran show

Ciudadanía y medios de comunicación han llevado de un lado a otro el tema sin la menor precisión, aunque ellos, los aspirantes a gobernar Tamaulipas, continúan por encima de una indefinición que convierte al agónico 2015 en una singular presión nada fácil de cargar a cuestas.
De Victoria, de Tampico, de Nuevo Laredo, de Reynosa, de Matamoros o del DF, ninguno de los multicitados políticos se rinde ni da tregua en sus propósitos de suceder a Egidio Torre Cantú, sin que los colores ideológicos principales (PAN, PRI, PRD) tengan algo que ver.
Pues todos de pronto dan la impresión de ir con las mismas oportunidades, al menos hasta en tanto la idiosincrasia tamaulipeca (que casi no especula) se encuentre de frente con la idiosincrasia de quienes encabezan los partidos políticos y las decisiones que por tradicional funcionalidad casi siempre les han dado resultados.
Tampoco se quiere decir que todos estos políticos de peso completo tengan que ver con aquellas almas sin reposo, pero viéndolo bien la otra es una democracia que si no se fortalece resulta bastante vistosa, pese a no pocas críticas desde las tribunas periodísticas que acusan a los titiriteros de montar el gran show.
Claro que tales imputadores mediáticos suelen olvidar un pequeño detalle: que a lo que tanto relieve han dado son asimismo prácticas permitidas por la propia idiosincrasia nativa.
O sea, lo que es arriba es abajo, y al revés.
¿Dónde está la “profunda preocupación” a métodos político-electorales que no son otra cosa que el conjunto total de aprobaciones populares de todos cuantos han confeccionado con su voto y previa decisión personal la configuración de esa democracia muy a nuestro estilo?
En todo ese gusto que a placer se da hasta donde nadie sospecharía, también surgen como situaciones consubstanciales de estos tiempos, los políticos que avanzaban con una dinámica peculiar y de repente han sido puestos en el banquillo de los acusados.
Uno de ellos, Francisco García Cabeza de Vaca, senador panista, cuyo pasado lo alcanza (¿o lo alcanzó?) en sus pretensiones de ir por la candidatura grande y por tener en sus manos la escasa estructura que tiene su partido.
Sin embargo, su responsabilidad (si decide aceptarla) es enfrentar ante la ciudadanía, con pruebas contundentes, en el caso de que las haya, de que nada tiene que ver en ese tipo de ilegalidades y de vergüenzas públicas.
Considerando que la idiosincrasia de la región opera cada vez más de esa manera y que no habrá en el plazo mediato otro tipo de reglas a efecto de acceder al poder. Sentido común afirman muchos.
Y ahí es donde está el nudo gordiano señalando la dificultad de encarar a la gente y a los propios adversarios, propiciándose que las esperanzas de que el panismo se apacigüe sean siempre menos.
Y me refiero a la abierta crisis interna surgida por la hiperactividad (no se sabe si sea fuerza de verdad) del alcalde de Nuevo Laredo, Carlos Canturosas Villarreal y sus conversaciones con el diputado federal Gustavo Cárdenas Gutiérrez.
Ya no digamos la unidad con la que a pesar de todo cuanto se ve marcha el PRI, cuyas decisiones se prolongan en medio de la visita de Manlio Fabio Beltrones y los llamados “autodestapes” de Baltazar Hinojosa Ochoa, Enrique Cárdenas del Avellano, Paloma Guillén Vicente, Ramiro Ramos Salinas y Alejandro Etienne Llano.
Seguidos con un perfil más bajo Marco Antonio Bernal, Alejandro Guevara Cobos y el mesurado Edgar Melhem Salinas, coordinador de la bancada tamaulipeca en la Cámara de Diputados.
No hay entonces porque preocuparse ni mucho menos sobrecalentarse las meninges con lo que pronto sucederá, si las cosas así funcionan, quizá por la costumbre de tener un Big Brother o por los secretos códigos que se tienen que respetar, vaya usted a saber.
Tampoco debe ser esto motivo para que el rumor se apropie de todo sólo por los tiempos con los que frecuentemente se toman los partidos para lanzar, ahora sí sin duda, sus mejores cartas electorales.
Y ahí es donde está el detalle, y que luego nadie se diga sorprendido, porque el mejor argumento para quitar todas esas caras de sorpresa son la fortaleza moral y la capacidad política y elaboración de proyectos viables en favor de la sociedad.
Ya no tanto el carisma que sin duda sirve en el arranque, pero que no es motivo de fiesta cuando nos topamos con la ineficacia de ese político que no tuvo la visión de materializar sus promesas en la vida de los individuos. Eso sí es motivo de alarma. ¡Qué idiosincrasia ni que gran show!
¡Buen día y excelente inicio de semana!

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