Ma. Teresa Medina
14/12/15
¿¡Cuál es el problema!?
A los mexicanos ya se nos hizo un hábito muy comodino criticar de la forma que sea a todas las instancias gubernamentales.
Y claro que no hay nada que lo impida, pues tenemos derecho y razones para hacerlo, no en balde elegimos a quienes nos gobiernan y, por si fuera poco, pagamos impuestos por demasiadas cosas.
No obstante, se nos olvida, precisamente por esa comodidad (que espero no sea genética), autocriticarnos y reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como miembros de la comunidad.
La cual no es poca, aunque bien que mal la inmensa mayoría está muy consciente de ella.
Decía Bertrand Rusell que “en todas las actividades es saludable poner un signo de interrogación sobre las cosas que por mucho tiempo solemos dar como correctas”.
Pero yo diría que igual debemos poner un alto (igual que el rojo del semáforo y no sólo un signo de interrogación) a lo que cotidianamente solemos hacer sin que nadie nos pida cuentas de nuestros actos.
Voy al punto: en casi todos los municipios de Tamaulipas, ya no digo de todo el país porque nos meteríamos en un trance interminable con la mentada ley de réplica, abunda la gente cuyas malas costumbres de ensuciar su entorno les parecen completamente divertidas.
Al fin y al cabo, dicen, ya pasará el camión de la basura y se llevará todos nuestros desperdicios. ¿¡Cuál es el problema!?
Desconocen estos ciudadanos (más malos que un nocivo virus) que la interdependencia entre autoridades y sociedad es fundamental para lograr los avances y el progreso que todos exigimos a diario.
Caray, si vemos que las calles de las ciudades padecen, junto con las suspensiones y llantas de los vehículos, muchísimos baches, sea por falta de presupuesto o por negligencia de las autoridades, entonces no agudicemos el problema ensuciándolas más con todo tipo de porquería que se lanza como si nada pasara.
¿Hemos perdido la cultura de la limpieza pública por falta de educación?
Que alguien me diga: cuando cruzamos hacia Estados Unidos, todos los mexicanos nos transformamos en personas bien portadas, incapaces de cometer los excesos que hacemos en nuestra propia patria.
Esa doble moral que vaya a usted a saber desde cuándo la practicamos (y que falta poco para que le rindamos honores) provoca que infinidad de terrenos baldíos se llenen de monte, basura y alimañas que después las brigadas de la Secretaría de Salud batallan para erradicar.
El mismo vicio lo tenemos cuando poco nos importa barrer y asear las banquetas de nuestras casas, esperando (desde el reposet) que los trabajadores del ayuntamiento vengan a hacerlo por nosotros.
Pues ellos, dice todo mundo, son los obligados a mantener la pulcritud de nuestras calles, “¡porque para eso se les paga!”.
De eso es capaz muchísima gente. Y de más, con tal de no ser “interrumpida” en su exclusiva zona de confort.
Sigan haciendo sus basurales después de las fiestas y también al no hacerlas, provocando que dentro de poco la autoridad correspondiente acabe por imponer severas sanciones, multas y hasta arrestos por tan mugriento panorama. Las quejas y el clamor por la corrupción política es una constante, muy justa por supuesto, pero que nosotros no lo hacemos por nuestros propios actos irresponsables que se oponen tenaz y mentecatamente a poner la basura en su lugar.
¿Faltará mucho tiempo para que tantos y tantos tamaulipecos asuman la obligación que hacen como que no ven y que ante ese problema alegan que “nada pueden hacer”, como si el tiradero de mugre no les importara o creyeran en un descuido que se fuera a evaporar?
¡Buenos días y excelente inicio de semana!