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ORBE
Ma. Teresa Medina
28/08/17
Democracia sin exceso y con medida
El tema de este lunes no es precisamente comentar la victoria de Sergio Guajardo Maldonado sobre Óscar Luebbert Gutiérrez (256 contra 181 votos) que lo convirtieron el sábado en presidente sustituto del PRI en Tamaulipas, luego de un proceso de apariencia democrática aunque sumamente controversial por los señalamientos de seguir la lógica del poder o vulgo “dedazo”.
Otro evento semejante es la encuesta “democrática” llevada a cabo por Morena y con instrucciones muy claras de Andrés Manuel López Obrador a fin de que el resultado beneficiara a Claudia Sheinbaum, llevándola en su momento legal y oportuno a hacerse de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
De otros procesos eleccionarios realmente autoritarios pero disfrazados de actos plenos de democracia podemos señalar los del Estado de México y Coahuila, donde el PRI “ganó” a la vieja usanza las gubernaturas a través de Alfredo del Mazo y Miguel Riquelme.
¿Cuántas elecciones más para posiciones de diputado, alcalde, senador y gobernador, incluso presidente de la República, podríamos apuntar como procesos donde la democracia llegó a ser una idea progresista y esperanzadora entre casi toda la ciudadanía, y al final acababa en la voluntad de un solo individuo y de sus intereses políticos que a su vez impulsan sus intereses económicos?
Definitivamente nunca terminaríamos. Seguramente porque la superioridad de una subcultura enraizada en nuestras sociedades es más poderosa que cualquier cambio gestionado por el pueblo y las instituciones.
Sin contar que todo se trata de grandes negocios que han hecho de esta actividad una industria difícil de regular.
Y también, mucho más probablemente porque la democracia, por grandes héroes que se nos aparezcan en cada elección, aún no termina de instalarse en nuestro genoma.
O porque de plano, los mexicanos tenemos nuestro propio y muy colorido, adornado y alucinante estilo de practicar la democracia, muy de nosotros, propenso siempre a la búsqueda de héroes que no existen y que al no encontrarlos los inventamos.
¿Y para que los inventamos? Pues a fin de que nos “salven” de tantos corruptos y rufianes que anteriormente habíamos pensado eran también héroes de verdad, hasta que nos salieron con el problema de que eran portadores de imperfecciones, vicios, fallas, taras y hasta complejos de inferioridad causados por pobrezas remotas que los obligaron a robarse todos los bienes de la nación.
Fuera de ahí, de esos moditos sazonados con catástrofes que han empobrecido a por lo menos 60 millones de mexicanos y dejado sin riqueza al país, se dice que todos estos héroes son muy buenas, finas y atentas personas que la historia oficial no les falla cuando se trata de dar a conocer puntualmente sus cualidades, virtudes y todos esas enormes reservas de ternura y amor que las tienen bien guardadas que ni ellos mismos hallan, pero que finalmente ahí están y un buen día saldrán a la luz cubriéndonos de gloria a todos (¡ajá!).
En otros términos, la democracia que viene desde 1977, constituye 40 años de una forma de gobierno que (hablándolo más en serio) ha involucionado a partir de actitudes y comportamientos injustos e inmorales.
Ese fenómeno provoca la gran pregunta de los 64 mil:
¿Es esta la “democracia” que se quedará para todo el presente siglo XXI y que las mayorías no entendemos es el único sistema político y de gobierno capaz de desarrollar un nuevo orden social, en medio de la peor y más grave actividad corrupta y mafiosa de todos los tiempos sufrida en este país?
Muchos ya están pensando en eso, supuestamente porque el sistema de justicia como se cree y concibe simplemente no existe y que este, el real, es tan humano como la pobreza, el desempleo y en general la desigualdad social que nunca jamás se han acabado. Y que esa siempre ha sido la realidad que ha existido y que de ningún modo cambiará, a pesar del shock mental que nos pudiera provocar y del que jamás nos advirtieron en la casa paterna y menos en la escuela.
Espero que todos estos renglones torcidos no sean tan ciertos o estrujantemente serios. Si no, algunos pedirán de perdido hacer todo esto un poco divertido y menos deplorable, lúgubre y doloroso.
¡Excelente inicio de semana!