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Orbe
Ma. Teresa Medina
27/03/17
La libertad que perdimos y el valor de rescatarla
La inseguridad se tornó un monstruo aterrador en Tamaulipas e igual en todo México y diversas regiones del planeta, como pudo haber sido el Tiranosaurio Rex para el hombre de tiempos remotos. Esta deformación social ha desatado pánico y humillación en una sociedad harta de vivir amenazada, y bajo un estado de excepción que asusta a la nueva democracia mexicana pero que la mayoría de los gobiernos la aplican como resultado de administraciones públicas que se coludieron con el mal.
El desafío enorme que inició el 1 de octubre Francisco García Cabeza de Vaca, en su momento advertido por él mismo de que no sería una batalla sencilla de emprender ante el considerable déficit de todo, básicamente de recursos humanos y económicos, así como de ir en una carrera contra el tiempo, destaca de inicio una cualidad muy importante:
La decisión de hacer lo que no se hizo adecuadamente a lo largo de tres sexenios que le precedieron en el poder.
Ese es el “Tiranosaurio Rex” que el Gobernador de Tamaulipas y su equipo de trabajo, Procuraduría General de Justicia y Secretaría de Seguridad Pública, ya están enfrentando y cuyo combustible moral, digámoslo con franqueza, no había contemplado la ciudadanía en los gobiernos priístas.
Comenzando con el punto de inflexión que en términos de sensatez social debiera ser reconocido por el vigor de las convicciones puestas en un tema que exigía acciones inmediatas.
Acciones que el propio García Cabeza de Vaca demandaba sin titubeos para Tamaulipas en su encomienda de senador, desde la tribuna o en declaraciones a los medios.
Expresiones que le dieron una fuerte notoriedad política y credibilidad que, sumados a su proyecto político, lo llevaron a convertirse en Gobernador del Estado.
Llamó poderosamente la atención -en ese sentido- que durante la reciente visita que llevó a cabo a la entidad el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, el gobernador Cabeza de Vaca comentara ante toda la concurrencia la respuesta que le dio a un diputado a raíz de su participación en la Cámara baja la semana pasada, abonando favorablemente a la discusión del marco legal de las Fuerzas federales en las tareas de seguridad.
Esgrimió el legislador federal que los ciudadanos del país estaban en riesgo de perder la libertad en aras de ganar seguridad pública. Respondiéndole Francisco García Cabeza de Vaca que en Tamaulipas esa libertad ya estaba perdida desde hace mucho tiempo. Volviéndose necesaria la presencia de los militares.
Los daños terribles
Una descripción, la del Ejecutivo estatal, que todos los tamaulipecos conocen de sobra en la realidad, al igual en las estadísticas que señalan el oprobio al que han estado sometidos por muchos años.
Herencia de dolor, sangre y enardecimiento que inexplicablemente no tuvo respuestas claras de gobiernos obligados a proteger la integridad y los intereses de la gente, acaso tibias contestaciones que por momentos hacían suponer que poco les interesaba el estremecimiento causado por infernales violencias que no tenían, al menos, referentes en la memoria de varias generaciones.
También es inédito (y emocionantemente justo) que un gobierno tamaulipeco emprenda una serie de críticas abiertas al pasado irracional, narrando y exhibiendo la acumulación de tragedias y ruinas, pero al mismo tiempo aplicando acciones que pese a su aparente lentitud no son fáciles de desarrollar a la velocidad de la supuesta exigencia ciudadana, y donde algunos (por esa falta de instantaneidad) ven la oportunidad perversa de lanzar campañas de desánimo y desprestigio como si el nuevo gobierno se hubiese instalado sobre un balance de resultados impresionantes o purezas políticas que no requerían nuevos puntos de partida.
Bajo ese contexto todos deberían estar conscientes de que la justicia que se busca en materia de seguridad pública debe complementarse con el indispensable desarrollo económico.
De otra manera sería prácticamente imposible hacer lo primero sin reconstruir el tejido social a través de inversiones que impulsen el empleo y la solvencia económica de las familias. Un progreso que se vea reflejado no sólo en las cifras macroeconómicas con las que siempre nos hipnotiza el Gobierno federal, desde luego muy importantes pero casi observadas como una religión alternativa que ilusiona hasta en tanto su fe no se confronta con el muy escaso dinero que cargamos en las bolsas las mujeres o los señores en sus carteras.
¡Excelente inicio de semana!