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ORBE


Ma. Teresa Medina

10/03/17

Río Bravo sufre el melodrama de su alcalde

En el municipio de Río Bravo la percepción que se tiene del alcalde Juan Diego Guajardo Anzaldúa es de utilizar a la sociedad al igual que a un espacio en blanco que da cabida a pugnas y tensiones, alimentadas por un melodrama político.
Los riobravenses son completamente ajenos a los intereses de un poder local que claramente no llegará lejos en su provocación de disputas “legitimadas”, sea cual sea la autoridad invocada en aras de imponer su voluntad en tiempos donde el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca asume decisiones nada fáciles pero trascendentes para los tamaulipecos, dotadas de un sentido social resuelto a rescatar el orden extraviado.
Los propósitos de Juan Diego al intentar hacer creer a la población (víctima resultante de sus bravatas) de un remedo de lucha social, finalmente se topan con la exigencia que muchos como él han olvidado:
Ser útil a la ciudadanía y no al poder municipal que ostenta.
Lejos está este señor de otros alcaldes que no envenenan a sus comunidades y administran racionalmente su tiempo y recursos. Citemos los casos de Óscar Almaraz Smer y Enrique Rivas Cuéllar.
Distantes de un espíritu contencioso, estos dos personajes se esfuerzan diariamente en la presentación de resultados y no en grillas baratas arropadas de “autonomías municipales” y propias de otros tiempos y circunstancias.
¿Qué puede estar pensando la sociedad de Río Bravo? ¿Que se equivocaron o que fueron engañados por su efervescente primer edil, cuyo ayuno de capacidad política le impide negociar y manejar una deuda de 47 millones de pesos reclamada –justamente– por el gerente de la Comapa, Raúl García Vivián?
Compromiso mercantil que increíblemente desconoce (así de fácil) el jefe de la comuna, como si se tratara de un adeudo personal que desde luego él no suscribió, pero que tiene obligación moral y legal de respetar y hacerle frente en términos estrictamente institucionales, haciéndose merecedor, cosa que se duda al paso que va, de la confianza pública que por ahora es bochornoso espectáculo de la desilusión.
En ese sentido el buen ejemplo también está siendo maltratado y confinado por un pasado que quiere pero no podrá actualizarse por su mala naturaleza, y que materializado en esa autoridad municipal por una familia que ha dominado a su arbitrio y antojo a esa ciudad fronteriza por varios lustros, sería descabellado pedirle un poco de respeto.
Una falta de respeto de la que no pocos fueron testigos presenciales, a propósito de ello, hacia la figura del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca en la firma del acuerdo para la austeridad celebrado recientemente en Ciudad Victoria, que transmutó nuevamente a Guajardo Anzaldúa en un individuo cuya hostilidad lo ridiculiza (alguien lo debería aconsejar), porque suponiendo que al no rubricar el convenio de marras cuenta con capacidades como para desdibujar la nueva cultura política.
Pero como no hay quien lo oriente ni le señale sus reacciones viscerales, entonces lo más probable es que debido a la ofuscación aún no esté enterado de que los proyectos políticos cambiaron.
Y que además la cultura del prestigio, basada en el compromiso serio, primero se forja, antes que en los medios o en la polémica problemática (estilo López Obrador), en el servicio a la gente que pese a su proporción mayormente pobre no es ignorante y tampoco ingenua, y tan inteligente como para no olvidar la desgracia sucedida en el “Motor Fest Río Bravo 2017”, donde varias personas fueron atropelladas sin que el ayuntamiento previniera los mínimos y obligados dispositivos de seguridad.
Incapaz este alcalde de darle a la sociedad que lo eligió en las urnas la certeza de un buen gobierno, la gente de Río Bravo se siente excluida y voltea a ver a Victoria con la esperanza de que la autoridad estatal la provea de un desarrollo económico y social.
Porque finalmente los tamaulipecos comienzan a ver que las palabras y los hechos son un conjunto de esperanzas ciertas que abren el horizonte de posibilidades.
Basta ver la histórica inversión comprometida por un mínimo de 2,269 millones de dólares por empresas extranjeras y nacionales para la exploración y extracción de hidrocarburos en aguas profundas en el Cinturón Plegado, cercano a Matamoros.
En suma, los capítulos de pésima conducción política como los que aún sufren en Río Bravo van al basurero. El mundo está cambiando, y Tamaulipas no es la excepción dentro de ese expectante proceso que finiquita el saldo de tantos fracasos que hacían de nuestro estado un territorio pobre e incivilizado.
¡Feliz fin de semana!

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