Jorge Alberto Pérez González
30/10/2016
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Duos habet et bene pendentes
Si bien es una fábula, debemos de reconocer que en la santa curia en Roma esta historia que data del siglo IX, fue tomada tan en serio que hasta la fecha se exhibe en el Museo del Vaticano la “Sedia Stercoraria”.
Según la leyenda, una mujer se hizo pasar por hombre hasta llegar a convertirse en Papa, mentira que llegó a su fin, cuando el Santo Papa, durante una procesión y en pleno trayecto dio a luz un hermoso querubín de carne y hueso.
Desde entonces, el principal requisito para poder ser votado en el Concilio Cardenalicio fue comprobar fehacientemente que el Santo Padre en verdad fuera un espécimen del sexo masculino.
Para ello, fue necesario diseñar una silla especial, con un agujero al centro, de tal manera que los genitales colgaran mientras que un joven diácono comprobaba y palpaba las cualidades masculinas del elegido.
Existen incluso grabados de la época, que mostraban el proceso de prueba de virilidad a la que era sometido su Excelencia, mientras los Cardenales esperaban con ansia las palabras oficiales emitidas por el diácono encargado de tan terrenal prueba.
Si era positiva y se emitía la frase, los Cardenales presentes a título de Gran Jurado, en coro decían “Deo Gratias” y se daba por concluido el cónclave anunciando al nuevo Papa.
Mucho tiene que ver la historia con el presente, para ejercer el poder se necesitan cualidades especiales y estas se deben notar.
Durante años la sociedad no ha logrado entender la permisividad para violar la ley, la parsimonia para ejercer la justicia ni la omisión para enfrentar las responsabilidades que se les confirieron.
Con tristeza se ve que no es la pobreza la que orilla a los humanos a integrarse a la delincuencia organizada, cada vez es más notorio como jóvenes que lo tienen todo, se ven inmiscuidos en delitos graves, llegando a la conclusión de que es la ambición personal y la mala educación familiar la que los lleva a un viaje sin retorno.
Algo se tiene que hacer para evitar que la esperanza que muchos tienen se diluya entre los dedos que fueron a votar, devolverle el título de Crimen Organizado a quienes fueron durante años integrantes del Crimen Permitido.
Dicen que el poder no se comparte, en lo personal todavía no entiendo como hay quien busca gobernar un pueblo donde sabe que no podrá mandar, pero los hay y son muchos los que doblegan las manos cediendo espacios para poder gozar de prebendas, algunos conscientemente, otros doblegados por el miedo que demuestra que no estaban listos para aspirar.
El negocio del narcotráfico es un negocio multimillonario en dólares, los presupuestos municipales, incluyendo el del estado, nada tienen que hacer ante la fuerza monetaria de quienes a eso se dedican.
Pero hete aquí, que algunos ambiciosos llegan tan solo por las migajas, ofertando al mejor postor una parte del mando, compartiendo y departiendo con quienes buscan el poder para proteger su negocio de grupo.
Lo sucedido el domingo pasado en Reynosa fue un claro ejemplo de la lucha por influir e infiltrarse, doblar y manipular al verdadero poder, para lograr sus objetivos.
Hizo bien el Gobernador de Ustedes en no suspender el festejo, pero hizo más bien al declarar lo que tenía que declarar, dar la cara y enfrentar el incidente, sin rictus y sin festejos de triunfo.
La política es el arte de los consensos, pero hubo otros tiempos donde la política fue el arte de las concesiones, en una especie de toma y daca en la que cada parte tomaba lo suyo, en perjuicio de todos nosotros.
No soy un ingenuo, la experiencia de Matamoros donde la ilusión fue quebrantada por una mujer, me hace ser precavido, pero en el análisis sereno y apartado de ideologías, se vislumbra un cambio de actitud que al pueblo le gusta.
Habrá que ver si en el PAN en la capital del país tienen una “Sedia Stercoraria” y habrá que comprobar si tienen también un joven diputado que haya proferido en voz alta ante los senadores las palabras mágicas: DUO HABET ET BENE PENDENTES.