OPTIMUS

Jorge Alberto Pérez González

07/08/2016

EMIGDIO, ESTRELLITA Y TOÑO

A veces es necesario recurrir a la hemeroteca, recordar que en febrero
de 2010 hacía mucho frío en Tamaulipas y retomar las palabras
escritas para tratar de entender por qué hace frío en canícula.
«Las voces se escuchan por doquier, el reclamo no es mudo, aunque
en la mayoría de los casos las actitudes son las que hay que
interpretar, porque las palabras…, las palabras se las lleva el viento.
Hace un año, exactamente un año, muchos se sumaron a un sueño,
un sueño alcanzable, factible, que debía ser redituable, pues cuando
desinteresadamente se anotaban pensaban eso sí, en el futuro
mediato.
Los esfuerzos fueron muchos, desde cualquier rincón. La inversión,
amén del trabajo fecundo y creador se convirtió rápidamente en una
bola de nieve que logró conjuntar poco a poco a todos y cada uno de
los actores políticos.
Y como los partos, el triunfo fue doloroso, meses después la victoria se
alcanzó. Se perdió mucho, pero se ganó en las urnas.
La buena ventura de julio no tapó en lo más mínimo la desventura de
junio, pero sí cambió los ciclos, sí modificó las actitudes y sí mudó
para siempre la perspectiva.
A partir de entonces se comenzó a pelar la mandarina, dejando trozos
de cáscaras regados por todos los rincones, para después desgajarla
una a una, y regar con sus jugos los arroyos confundidos con
lágrimas sinceras.
El abandono se siente cuando ya no hay a quien recurrir, cuando no
hay respuesta a los llamados y también cuando la mirada no dice
nada.
Muchos afanes tirados al cesto, muchas acciones valientes olvidadas,
muchos recursos dilapidados que después harán falta, porque la
mayor inversión son los hombres y mujeres que hoy están purgando
un delito que no cometieron.
Para que las cuerdas de la guitarra suenen bien, hay que mantenerlas
tensas y afinadas.
La vida da muchas vueltas, los muertos nunca se olvidan cuando
fueron apreciados. Los vivos, los muy vivos, a veces se quedan solos
cuando no tienen memoria, cuando la soberbia los invade o cuando se
miran al espejo.
La tristeza que invade a muchos desde que la muerte se presentó, no
se puede borrar con nada, pero el desánimo causado por el olvido,
traerá consecuencias a mediano plazo, que con el paso del tiempo
será difícil enmendar.
Salvo que la instrucción sea esa, la entrega absoluta de los ideales, el
olvido definitivo de los principios y el abandono total de las banderas o
peor aún, la quema de las carabelas, para que no haya nadie que
piense en el regreso.
Pero dejemos a un lado las cavilaciones de muchos, es un hecho que
el mundo está cambiando, y tal vez sólo somos testigos presenciales y
no actores consumados.
El clima favorable para algunos no siempre es el más apropiado para
la mayoría, porque la verdad, ¡Qué frío se siente Tamaulipas!”.
Pero volvamos al presente, esta semana fui testigo de un encuentro
de amigos que tenían más de 60 años de no verse. En efecto, don
Emigdio Manuel García, doña Estrella González y don Antonio
Sánchez se reencontraron y fue una delicia escuchar sus recuerdos
del Matamoros antiguo.
Perpetuar los nombres de los amigos comunes, los sitios de
concurrencia y los espectáculos de entonces fue una delicia compartir,
además del gusto del reencuentro aderezado con sonoras carcajadas
que llenaron el restaurante.
No puedo dar más que las gracias por permitirme estar ahí, siendo
testigo del reencuentro y de la prodigiosa memoria de los tres, me
hubiera gustado vivir esa época de oro del algodón, de los ríos
humanos de gringos recorriendo el Mercado Juárez, de las noches de
música en el “Drive Inn”, de la presentación en Matamoros de las
“Dolly Sisters” y desde luego de los recorridos domingueros por la
plaza principal, con los caballeros en un sentido y las damitas en edad
de merecer en sentido contrario.
Fue genial estar ahí y escuchar con atención, a EMIGDIO,
ESTRELLITA Y TOÑO.

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