OPTIMUS

Jorge Alberto Pérez González

24/07/2016

La colina del perro

Conocer la historia dicen, impide que se repita, avalado esto por la frase célebre de Marco Tulio Cicerón; “Quien ignora la historia está condenado a repetirla”. La sentencia es válida para quienes no lo vivieron, pero para quienes la sufrimos no se permite.
Al final del sexenio de José López Portillo, allá por 1982, la Revista Proceso, con un reportaje de fondo y de investigación, develó la construcción de varias viviendas en un sector de Cuajimalpa, derivado de un señalamiento en el Congreso por parte de un diputado del PSUM. (Partido Socialista Unificado de México).
El señalamiento cuestionaba al mandatario, el origen de todos los recursos federales que se invertían en la zona, para poder adecuar las necesidades a futuro de las mansiones en construcción.
Poco tiempo antes, ante la galopante inflación del país y la fuga de capitales nacionales producto del desconcierto ante la caída del peso ante el dólar, el Presidente durante un informe de gobierno, decretó la nacionalización de la banca, responsabilizando del hecho a los grandes capitalistas de entonces, lanzando en tribuna la famosa frase aquella de; “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear” y la más popular de todas; “Defenderé el peso como un perro” mientras brotaban de sus enrojecidos ojos, dos tristes lágrimas.
La explicación que dio entonces el Presidente sobre la adquisición de los terrenos de la colina de Cuajimalpa fue escueta y sencilla, los había adquirido gracias a un préstamo que le otorgó su amigo Carlos Hank González, a la sazón regente de la Ciudad de México.
Facebook no existía, los teléfono inalámbricos eran escasos, pero la sociedad toda se daba sus mañas para, mediante la comunicación en los lavaderos de azotea, las pulquerías y cafetines de la época, más las aportaciones de los más renombrados caricaturistas de los diarios, renombrar la zona con el apropiado nombre de “La Colina del Perro”.
La gravedad del asunto privado convertido en público hizo que el candidato oficial Miguel de la Madrid iniciara su campaña bajo el lema de la “Renovación Moral”, gastándose gran cantidad de tinta, para demostrar al pueblo de México que las cosas iban en serio.
El discurso memorable asentaba: “Estamos pasando por épocas difíciles y dolorosas, los retos que avizoramos son imponentes; pero necesitamos abordar la superación de estos retos con vigor, con imaginación, con talento y para ello es imprescindible la renovación moral de la sociedad. Una sociedad que tolera, que permite la generalización de conductas inmorales o corruptas, es una sociedad que se debilita, es una sociedad que decae”.
Con el triunfo hubo persecución posterior, acallar las voces de los desposeídos no era tarea fácil, así que se optó por confinar en prisión a allegados cercanos al ex presidente López Portillo y el más sonado de los casos fue el de Arturo Durazo Moreno.
Con el nuevo gobierno llegó sólo la renovación del grupo de poder, dando cabida a nuevos nombres con perfil académico en el extranjero, como Jesús Silva Herzog Flores, Gustavo Petriccioli, Pedro Aspe y desde luego, el más famoso de todos, Carlos Salinas de Gortari, cosa que no gustó a muchos al interior del partido gobernante, creándose una corriente democrática interna encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, quienes terminaron enfrentándose al Presidente.
34 años después seguimos igual, las explicaciones son muy similares a las anteriores, las voces críticas al interior se elevan y para quienes lo vivimos antaño, nos parece estar en una sala viendo una película que ya antes habíamos visto, pues lo que hoy se conoce como “La Casa Blanca”, en mis tiempos mozos la conocimos como LA COLINA DEL PERRO.

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