Jorge Alberto Pérez González
03/01/2016
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Comiéndose las uñas
Mucho se espera de este nuevo año que comienza, el 2016 se puede convertir en el parteaguas de la historia del país, si se toman decisiones estructurales y se actúa de manera correcta.
Para ello se requiere de mucha voluntad, menos sueños y mayor participación ciudadana en los temas que son trascendentales para el desarrollo del país.
Ha quedado comprobado que el espíritu pluripartidista de la nación se ha perdido, las candidaturas comunes, las alianzas y las coaliciones acabaron con lo poco que quedaba de voluntad ideológica, hoy lo importante no es que bandera se usa, sino cuantos votos les corresponden del total depositado en las urnas.
Ya no existe pues la preocupación por el bien común, la ambición de poder servir llevó a toda la clase política a lo elemental, ambición, simple y llana.
La víbora de mil cabezas fue serpenteando de arriba abajo, hasta llegar a la base misma de la sociedad, cobijando en la familia espectros que desaparecen temporalmente sin saber de ellos por largo tiempo, pero que regresan esporádicamente con: oro, incienso y mirra, sin que nadie les pregunte el origen, o peor aún, disfrutando los consanguíneos los beneficios, negándose a aceptar que sus manos están manchadas de sangre, de drogas ilegales o de pudrición.
Todo bajó por la simple Ley de la Gravedad, el mimetismo corrompió las conciencias y fue preferible ser parte de, que mantenerse alejado bajo el riesgo de ser considerado tonto, consideración fatua cuando el destino es el mismo, sólo que a veces se aceleran los tiempos para terminar cubierto por el oprobio o descansando tranquilamente víctima de una terrible enfermedad sin cura: exceso de plomo.
El problema es social, sí, pero la solución es política, devolverle la esencia al servicio social y convencer a todos de ser honestos desde el ejercicio público no es tarea fácil, pero alguien lo tiene que comenzar a hacer, si es que se quiere evitar mayor inconformidad.
Volver a las arengas que convencen adosadas con gran cantidad de buenos ejemplos, puede servir, pero esos ejemplos deben de ser contundentes, no se requiere de actitudes mesiánicas, sino de liderazgos profundos, comprometidos con el bien común, pero con la suficiente habilidad para entender que marcar el camino es útil cuando se es honesto.
Sé que ya se aburrieron de leer esto, lo veo en la cara de El Ringo, perro enano pariente de “Snoopy”, quien siempre está a mi lado mientras escribo unas líneas y las repito en voz alta, pero él no puede salir, pues el frío es intenso y la lluvia copiosa, así que aunque usted haga el periódico a un lado, el sucesor de El Kalusha, hermoso perro labrador negro, perdón de color, estará aquí.
Mientras esto sucede seguiré compartiendo con ustedes lo que la gente me dice, lo que el sentido común me indica y lo que creo necesario hacer para convencer a una sociedad que ya cree en poco.
Los municipios requieren de gente en el poder con gran compromiso social, el estado necesita de políticos (hombres y mujeres) limpios, que tengan dedicación y oficio administrativo y al país le urge un golpe de timón que persiga a quienes delinquen, sin importar a que se dediquen.
El mayor flagelo de la sociedad es la impunidad, no la comisión de los delitos. La mayor carga para la sociedad es la corrupción. El mayor anhelo de todos, es encontrar líderes auténticos, que no teman a nada y que estén dispuestos a sacrificarse por mejorar las condiciones de vida.
Todo esto lo escribo para iniciar bien el 2016, mientras unos ambiciosos están: COMIÉNDOSE LAS UÑAS.