Los Hechos

 *Clero “Político”
*Vaticano Asaltado

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5/07/2018 – En julio de 1986, tras unos comicios por demás cerrados y controvertidos, Monseñor Manuel Talamás Camandari –a quien tuve el honor de entrevistar unos días antes de su muerte, el 10 de mayo de 2005-, en franco apoyo al postulante del PAN, llamado entonces “el ayatollah” Francisco Barrio Terrazas –si bien no descendiente de los célebres latifundistas quienes presumían que Chihuahua era de ellos-, decretó la suspensión de los cultos en su diócesis, la de Ciudad Juárez, como protesta a lo que él calificó como un “fraude electoral” y con la anuencia y respaldo de otros altos prelados de la región, incluyendo los demás obispos de la entidad.
El hecho suscitó reacciones inverosímiles. Por ejemplo, la madre del priista Fernando Baeza Meléndez, muy conservador –esto es un elemento más cercano a la derecha para evitar que Barrio fuera sólo por este sector-, se presentó ante Talamás, con un grupo de mujeres “entronas” –las más peligrosas-, y le dijo:
–Yo he sido toda mi vida católica y voté por el PRI. ¿Este es un pecado porque le ganó al PAN? Y tengo derecho a que pueda asistir a Misa este domingo porque las cuestiones políticas son ajenas a Cristo, Nuestro Salvador.
Talamás, sorprendido, no tuvo entonces las respuestas adecuadas pero, ante este columnista, ya muy cansado pero deseoso de hablar, tomó asiento en un cómodo sillón de su casa, atendido por una monja, y habló sin parar de aquel suceso que, en el fondo, le enorgullecía:
–De no haber sido por Monseñor Prigione –Girolamo, entonces Delegado Apostólico en México -fallecido el 27 de mayo de 2016-, esto se hubiera fraguado; pero él fue con el chisme a Roma y el Papa Juan Pablo II me ordenó que no siguiera adelante. Debí respetar, por la obediencia a la que nos obliga el Derecho Canónico, y cumplir con las indicaciones de la Santa Sede. Hasta allí pudimos hacer –y esbozó una sonrisa un tanto pícara, con el rostro iluminado porque los santos, como los hombres libres, jamás tienen límites en cuanto a su conciencia y pensamiento-.
Así, con estos tropezones, llegó al gobierno del Estado el señor Baeza Meléndez quien presumía de popularidad, meses después, andando solo por las calles de Chihuahua a la menor oportunidad. Una vez, estando el columnista en breve visita, me pidió que le acompañara. Y fue inmensamente feliz cuando se detuvo ante un automovilista que tenía el cofre de su vehículo abierto y no podía encenderlo; el gobernador, se arremangó la camisa y apretó las bujías. Y con esa sencillez, tan suya, me dijo:
–Ya lo ha visto usted: todos me quieren.
El caso es que al término de su mandato, en 1992, debió entregarle el poder estatal a su antagonista, Francisco Barrio, quien, a su vez, al finalizar su periodo, en 1998, debió cederlo a Patricio Martínez García, priista y después senador, quien dejó su huella en las escalinatas del Palacio chihuahuense, a un lado donde se levanta el “Altar a la Patria”, donde cayera fusilado el cura de Dolores, el inmenso Miguel Hidalgo y Costilla. A unos metros, subrayo, una placa señalaba el lugar exacto en donde Patricio había sufrido un atentado de bala, por parte de una señora perturbada, Victoria Loya, que casi le cuesta la vida: sólo disparó una vez…pero sobre la cabeza. Fue un milagro que se salvara. Y luego llegaría al Ejecutivo, en 2004, José Reyes Baeza Terrazas, sobrino del primer Baeza. Círculo cerrado.

La Anécdota
Todo en política se conecta. Y el clero tiene una importancia toral en algunas regiones del país; más en unas que en otras. Por ejemplo, en Tabasco, fuera de la catedral de Villahermosa es difícil encontrar templos con tantos arabescos como los de Zacatecas, tierra de antiguos mineros, porque desde los tiempos de Tomás Garrido Canabal, quien se presentaba como “enemigo personal de Dios”, ningún otro gobernante, ni siquiera Don Carlos Madrazo Becerra, ha sido capaz de dejar sello más fuerte.
Pese a ello, crece, y con no poca razón, las dudas e interrogantes sobre la Iglesia, más bien algunos de sus jerarcas, y sus pecados. Hace un año, por ejemplo, el anuncio de la renuncia del director general del Banco Vaticano, Paolo Cipriani, y de su adjunto, Massimo Tulli, obligó a recordar cuanto sucedió, en 1978 –el año de los tres Papas-, cuando la quiebra del Banco Ambrosiano dejó al desnudo al célebre Obispo Paul Marcinkus, quien luego sería protegido por el Sumo Pontífice, Karlo Wojtyla, al grado de convertirlo… en su custodio personal.
Hoy, el clero, la Iglesia, está desconcertada porque no sabe, a ciencia cierta, si el virtual presidente electo acudirá a Misa. Y el hablantín Cardenal Carlos Aguiar Retes, no ha dicho su última palabra. 

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