Los Hechos

José Inés Figueroa Vitela

07/05/2018

De encuestas y debates

A toro pasado, todo mundo ondea la razón de sus banderas, especialmente en tratando de competencias electorales.
Especialmente aquellas que “le atinaron” en los pronósticos electorales, salen a presumirlos como propagando para futuras ventas y justificación de facturas.
El fin de semana por las redes sociales, muy de moda, corrió el “análisis” sobre una de tantas encuestas que pululan por doquier, donde a alguien se le ocurrió meterse a la ficha metodológica y encontró los factores diferenciados para potenciar la expresión de cada encuestado.
Su conclusión fue, por un lado, que, atendiendo a los encuestados en la capital del país, no fueron tomados en cuenta los lugares -delegaciones- donde gobierna y hay mayor militancia priísta y panista.
Y por el otro, que estandarizados los factores de potencialización, las tres principales fuerzas en pugna -PRI, PAN y MORENA con sus coaligados en la elección presidencial-, la diferencia entre los tres candidatos no supera los tres puntos, como para considerarlos en un empate técnico, la famosa elección de tercios que antes se habló y muchos reivindican en el Día D.
En procesos pasados, se decía, “las encuestas son de quien las paga y es él quien las gana”, pero ahora, su primer desacreditador del pasado -que nunca las ha pagado-, es quien aparece como puntero y entonces, sí son referencia de campaña.
¿Lo seguirán siendo si los momios se invierten?
Hay algo que no miden las encuestas y han sido factor de sorpresa en muchísimas elecciones: no miden cuántos dijeron que iban a votar o lo harían por determinado candidato o partido y al final no lo hicieron, como tampoco registran los votos que son “promovidos” o “inhibidos” el día de la votación.
Esos factores fueron determinantes en variadas plazas locales, con su incidencia general hacia las elecciones superiores en muchos lugares.
No es necesario ir muy lejos, en la distancia o el tiempo para encontrar signos de ello.
¿Qué explicación puede tener el que en el 2 mil 15 el PRI se llevara el “carro completo” en la elección de diputados federales y al año siguiente perdiera la mayoría de las alcaldías, escaños del Congreso Local y el gobierno estatal mismo en Tamaulipas?
Claro, la operación electoral está íntimamente asociada a la operación gubernamental para los efectos del partido en el poder, cuando hace lo que tiene que hacer, muy a su favor, y cuando no, en abono a la contra.
Hoy la incidencia del “partido en el gobierno”, a favor o en contra, se encuentra fraccionada, especialmente en los lugares donde un partido encabeza la administración federal, otro la estatal y otro la municipal.
Por eso valorar la incidencia de buenas o malas administraciones, o prever el factor de la operatividad “de último momento”, abona a la incertidumbre que arroja “la voz” de las encuestas, adelantando escenarios.
También el electorado ha evolucionado -y de ellos dejan constancia otras experiencias electorales-, como para pensar que la despensa o el cochupo orientará el destino de la elección, o los llamados a “voto útil”, al que alguno apuesta.
Lo que tenemos hoy, en términos generales, es una auténtica competencia electoral de la que solo se conocerá destino, cuando se hayan computado los votos naturales de la ciudadanía que acuda a las urnas.

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