Nuestros Columnistas Locales
Locuras Cuerdas
Jorge Chávez
01/02/18
La mentira como recurso
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. Éxodo 20:16.
Mi querido, dilecto e ilustre lector, si acaso tiene usted la piel muy delgada y es sensible a acusaciones lapidarias, sumarias y que nacen de convicciones sin interrogatorio, pues no lea la columna de hoy. Deténgase ahora mismo en su amable lectura y vaya a ver qué hace con su tiempo. Si usted continúa, le diré la tan trillada frase exculpatoria: sobre aviso no hay engaño.
¿Que hace a un ser humano un asesino? ¿Cometer un crimen o muchos? ¿Qué hace a un ser humano mentiroso? ¿Haber mentido una vez en su vida o muchas veces? La frecuencia o lo esporádico de la acción no nos eximen del adjetivo calificativo de asesino o de mentiroso. Para efectos del tema de esta columna me enfocaré en lo referente a las mentiras. El primer capítulo de la serie “Dr. House”, ya lo he mencionado en anteriores ocasiones, se titula: “Todos mentimos”. Y bueno, discúlpeme la desfachatez pero sin temor a equivocarme puedo afirmar que tanto usted como yo hemos mentido alguna vez en la vida. Eso nos hace mentirosos. En ese tenor, usted que me lee y yo que escribo somos un par de granujas mentirosos. Aún está a tiempo de detener la lectura por la acusación basada más en la naturaleza humana en general que en pruebas en particular.
El ejercicio no es para aplicar aquello de “mal de muchos consuelo de tontos”, es más bien para suavizar nuestra postura para con el presidente de EU que, de acuerdo a estudios estadísticos y de análisis de sus expresiones verbales o vía twitter es el más mentiroso que ha tenido este país vecino que tanto nos gusta visitar por diversas razones. La incontinencia verbal que conocíamos de nuestro ex presidente Vicente Fox, quien era bueno por sus ocurrencias presidenciales se queda corta ante la incontinencia verbal y twittera de nuestro estridente vecino que hace de la mentira su compañera inseparable con enorme desparpajo y sin el menor complejo de culpa.
Curiosamente algunos países, entre ellos EU celebran cada 1 de abril el llamado «Día de la Mentira», una fecha muy similar al Día de los Santos Inocentes.
Hoy podemos entender que la psicología de la mentira tiene varios espectros, porque una cosa es mentir como ocasionalmente lo hemos hecho usted y yo mi querido lector, y otra es el despilfarro de mentiras a las que ya nos tiene acostumbrado el señor que, según se dice, mide 1.90 metros de altura, pesa 108 kilos, cena dos hamburguesas de McDonalds cada noche, no come frutas ni verduras, toma pura Coca-Cola light, preferida también de nuestro presidente EPN, pero a diferencia del residente de la Casa Blanca que no hace ejercicio, nuestro presidente al menos mueve el cuerpo corriendo.
Regreso al punto, la prensa americana ya lo tiene tan medido a Donald Trump, que una revisión de declaraciones expone que falta a la verdad compulsivamente, excepto los fines de semana que juega al golf. En un comparativo de mentiras que realizó el Washington Post entre Obama y Trump se comenta que en sus ochos años de gobierno, al primero sólo se le detectaron ocho mentiras, una por año, mientras que en lo que va de su mandato el actual presidente lleva más de 1,300 mentiras, el fake news a todo lo que da, todo un récord de mentiras, el pinocho de oro.
A raíz de su mensaje del martes, Univisión lo ha catalogado de “un mensaje populista divorciado de los datos”, es decir un mensaje mentiroso; cabe señalar que este primer año de su mandato fue peligrosamente de incontinencia twittera. Dice la prensa internacional que para Donald Trump, Twitter es a la comunicación lo que la Coca-Cola light a la sed. Un medio resolutivo y veloz para saciar un deseo. Tan fácil le resulta abrir la tapa de su refresco favorito, obscuro carbonatado y de bajas calorías, como apresurar un puñado de letras incendiarias y mentirosas y aplanar el botón de enviar.
Ilustre y amable lector que sigues leyéndome, se dice que a veces al presidente en cuestión le vence el ego, otras la demagogia y en muchas ocasiones es simple falta de respeto al tema en cuestión, solo se contiene en sus viajes al extranjero o algunos fines de semana de descanso y hoyos, en lo que en Washington ya se denomina el efecto golf.
Esta avalancha de datos incongruentes y sorprendentes nos resultan agobiantes y sumamente desconcertantes para quienes vivimos los tiempos de Ronald Reagan, Bush y hasta el mismo cachondo de Bill Clinton quienes cuidaban ostensiblemente las formas en eso de mentir y dar notas imprecisas.
Con infinito desparpajo, el presidente de los muros y las negociaciones estridentes, nos obliga a desarrollar nuestra capacidad para lidiar con los extremos. Dios nos agarre confesados si estos estilos se contagian hacia el sur. Si no es que ya. Gulp.
El tiempo hablará.