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Locuras Cuerdas


Jorge Chávez

02/01/18

Estoicismo

Celebramos la Nochevieja todos nosotros, hijos, nietos, hermanos y hermanados, como colgando sobre un acantilado, conversando, riéndonos y comiendo, entre un deber perdido y una lista de promesas en silencio. Ángeles Mastretta.
La fórmula para lidiar con éxito el 2018 se llama Estoicismo. Cualquier año es bueno para hacer mil cosas, casarse, nacer o cumplir los planes proyectados, en ese tenor es importante entender que absolutamente todos los años acarrean prodigios y desventuras.
Querido lector, la definición que quiero abordar con respecto al concepto de estoicismo, aludido en el título de la presente columna, es a la connotación que la Real Academia de la Lengua proyecta como la fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad. Y si algún recurso vamos a necesitar para este año que inicia es precisamente la virtud del estoicismo que, en los hechos, se traduce en sonreírle a la vida a pesar del horizonte nebuloso y hacer como si no pasara nada, asumiendo en forma positiva que tenemos todo menos lo que no tenemos.
Una buena forma para hacerse de recursos psicológicos y emocionales frente al 2018 es tomar un curso de pragmatismo intensivo con la serie “Dr. House” para saber cómo lidiar con las normalidades aberrantes que ya no son la excepción sino la trágica regla de nuestra cotidianidad mexicana. Este personaje no tiene empacho en reconocer la realidad sin romanticismos ni eufemismos; en el capítulo siete de la temporada tres, House alude a un paciente y se dirige a su fiel amigo el doctor Williams diciendo que: No nos importa su estado mental, tampoco si es feliz. Sólo nos importa la salud de su cuerpo. Si la postura de muchos quienes nos gobiernan tuviera retórica, seguramente este sería su parlamento, solo que no alcanzaría yo a ubicar que es lo que sí les importa.
Permítame a razón de consejo comentarle que, somos este pedazo de presente y la fórmula para no vivir con zozobra ni decepciones en este nuevo año, es entender que seremos felices solo en sueños o en realidades esporádicas, la línea continua será lidiar con vivencias incómodas debido a un entorno que no controlamos pero que nos afecta sustancialmente tales como el precio de la gasolina, el precio del gas y la canasta básica, así como la paridad peso-dólar. En ese tenor, pocas cosas bellas nos van a tocar en este flamante año 2018.
En mi época de optimismo e idealismo universitario, jamás pensé que algún día mis palabras serían cuna y presagio de cuántas catástrofes puedan caber en este espacio de mundo llamado México, dentro del cual nos ha tocado vivir. Me siento como en su momento dijo Julio Cortázar de su natal Argentina: en un país de absurdos del que estoy obligado a saber cada vez más, sobre cada vez menos.
Estaremos ante el mundo en una gran vitrina electoral, presumiendo una alcurnia democrática que aún no tenemos, con precandidatos a la Presidencia de la República en competencias internas que no compiten con nadie, exhibiéndose ante una escéptica ciudadanía que solo ve la misma versión de candidatos febriles y ambiciosos que critican la paja de falta de democracia en el otro y hacen mutis ante su desnuda voracidad por ser el candidato único de su Partido, o de su Frente, o de su Alianza, como sea que se llame quien los vaya a postular, el fin es aparecer en la boleta electoral.
Independientemente de que los ingredientes de nuestra democracia, hasta este momento, no son para motivarnos una euforia cívica, no perdamos la devoción con que tramamos nuestro destino y con un estoicismo acentuado tratemos de canjear lo más conveniente para nosotros como ciudadanos, aquello único por lo cual nuestros gobernantes voltean a vernos, que es nuestro voto.
Nuestro mejor protagonismo o activismo en medio de tanta penumbra es tomar posición en la lectura y análisis de los medios, en estar muy bien informados y evitar las groseras distorsiones de la realidad que absolutamente todos los partidos practican, tanto la mafia del poder a la que alude AMLO, como la mafia del “no poder” a la que él mismo pertenece.
Este primer trimestre será prácticamente monotemático e invasivo en torno a las elecciones del 2018, un tema que parecía distante pero que ya esté entre nosotros en su apogeo y en su versión de precampaña. Sólo falta incluir a quienes serán los candidatos independientes, que según los augurios de los expertos solo serán dos, pero mejor esperemos las fechas límites para la recolección de firmas, pues en un medio político tan kafkiano no es descartable las sorpresas.
Seamos una sociedad más politizada, opinemos más, salgamos de nuestro marasmo político y del estado de confort que solo se limita a mentarle la madre a nuestros políticos, convenzámonos que como ciudadanos la política nos incumbe y no permitamos que nuestro voto sea un mero trámite en la oficialía de partes electoral.
Como bien dice la escritora Ángeles Mastretta, cuestionemos y opinemos mucho sin temor a equivocarnos, que es probable que no enmendamos el mundo, pero que el momento de nuestra charla ilumine la oscuridad en la que vivimos y a la cual ya estamos acostumbrados.
Comencemos la brega de este 2018 con un optimismo estoico. Hagamos posible lo imposible.
El tiempo hablará.

 

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