Nuestros Columnistas Locales
Locuras Cuerdas
Jorge Chávez
21/12/17
Recuerdos Navideños
No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer. Johann Wolfgang Goethe.
Querido y dilecto lector, permítame continuar poniendo las alusiones políticas en una dichosa versión “Pausa” o más bien en versión “ignorar”, pues creo que nuestra mente merece unas vacaciones de los temas políticos, los cuales cruzando el primer día del año nuevo 2018 se vendrán en cascada incontenible.
En la columna pasada abordé el tema de la Navidad desde el punto de vista doctrinal, exaltando la figura de nuestro Señor Jesucristo como punto central de estos días, casi que por poco y paso a recoger las ofrendas. La columna de hoy tiene que ver con añoranzas, con navegar dentro de nuestra mente en aquellos días de nuestra dichosa infancia en que, no nos dábamos cuenta que estábamos descubriendo el mundo fascinante que nos ha tocado vivir y de esta forma, en las primeras navidades que nuestro primer uso de la razón acomodó en nuestros recuerdos a manera de historia familiar. Y ahí están, en nuestra biografía conformando nuestra manera de ver el mundo y de concebirlo, particularmente en estos festejos cargados de nostalgias y sentimientos encontrados de euforia y de tristeza.
Una euforia de alegría al ver que nuestra familia, nuestros seres queridos, nuestro piso firme existencial están con nosotros y están bien, y por otro lado una brisa de nostálgica tristeza por los que no están cerca o se han ido, así son estos días. Pero no solo son eso.
La Navidad son festejos, comilonas y recuerdos. La Navidad también son olores mágicos y cautivadores, a tamales, a pavo, a bacalao, a la repostería que cada familia abona a su opípara cena y cuya huella se queda adherida a nuestra mente para nunca olvidarlos, y de esta forma en nuestra vida de adultos suspirar por aquellos días en nuestro pasado que nos complementaron y no nos dimos cuenta de su peso y valor hasta ahora que sólo nos queda recordarlos.
La Navidad son los espacios de nuestra casa donde poníamos el pino o cualquier otro adorno y era el gran pretexto para la reunión exclusivamente familiar. Era el lidiar con mis hermanos para ver quien ponía tal o cual esfera, y ver quién era el más audaz u osado y ponía el adorno más alto en el pino. Era ese momento con sabor a triunfo en que mi padre asignaba a cualquiera de sus seis hijos la privilegiada y honorable tarea de encender las luces del multi mentado pino navideño. Y ahí nos quedábamos, contemplando nuestro logro familiar; mi padre y mi madre nos veían a nosotros, sus hijos, felices de tener a todos sus “pollitos” en la bendita calidez de una casa que sobradamente podíamos llamar hogar; nosotros, sus hijos, contemplábamos las luces y los adornos con una evidente y poética soberbia actitud de gloria y plenitud, no sabíamos que todo ese contexto podía llamarse “nuestra familia”. Hoy me pregunto cuánto duraba este ritual navideño, no lo podría decir con certeza, pero si dicho tiempo era un segundo, bien puedo decir que en ese lapso breve y limitado de tiempo cabría una eternidad en mis recuerdos.
La Navidad es ese momento en que nos sentamos a la mesa con nuestra familia, a degustar, o más bien a devorar los alimentos que se habían venido preparando en los días previos. Es sentirnos parte indispensable de esta bola de imperfectos llamados familia. Ya sé que esta alusión a mi sangre la he mencionado en anteriores ocasiones, la repito en forma deliberada porque me gusta pues me describe cual cuadro de Rembrandt en mi paisaje familiar.
Le comparto todos estos recuerdos con el único propósito de que juntos podamos entender que intentar tener una Navidad llena de sazón familiar es una virtud legítima y una planeación inteligente que abonará en la biografa de nuestros hijos los cuales podrán tener entre sus anécdotas una buena historia que contar que le conformará su vocación de buen relator de vivencias que serán sus añoranzas cuando su vida sea solo recuerdos.
Que pase una espléndida Navidad, planeando una buena historia que contar llena de sazones, melodías y vivencias que solo en familia y solo en estas épocas se pueden dar.
El tiempo hablará.