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Locuras Cuerdas


Jorge Chávez

03/10/17

Diputados plurinominales

Estar «hasta la madre» no es un argumento: puede ser un motivo para que hagamos algo, pero no es una razón que justifique lo que vayamos a hacer. Carlos Bravo.
Para poder entender en forma nítida o práctica la argumentación referente a los plurinominales es necesario atender con sumo cuidado la historia parlamentaria de nuestro país y no irnos de bulto en la solución que pretende eliminarlos al 100% por muy popular que la medida sea.
Cabe señalar que de 1929 a 1946 todos los diputados y senadores pertenecían a un instituto político que con el paso del tiempo derivó en lo que hoy es el PRI. En todo este periodo de tiempo no hubo un solo legislador de oposición en nuestro Congreso. Y precisamente en 1946, el PAN logró cuatro diputaciones de mayoría: Juan Gutiérrez Lascuráin del DF; Antonio L. Rodríguez en Nuevo León; Miguel Ramírez Murguía en Michoacán y Aquiles Elorduy García en Aguascalientes, eran apenas una gotita de agua en el mar u océano legislativo de aquel entonces.
Siendo presidente Adolfo López Mateos se propició la reforma a la Ley Federal Electoral en 1963, que en teoría permitiría la participación de las minorías en la formación de la voluntad legislativa y su principal objetivo era cambiar la imagen del autoritarismo por la de la flexibilidad en el sistema político, aunque en los hechos esto no sucedería. Consistía en conceder a los partidos cinco diputados por el 2.5% de la votación y un diputado más por cada 0.5% adicional, hasta llegar a 20, pero los arquitectos de esta ley, no eran ejemplo de generosidad ya que en esta cifra deberían estar incluidos los eventuales ganadores por mayoría relativa. Se daban las condiciones para que nacieran los conocidos como “diputados de partido”.
Este novedoso sistema, aunque no era auténtico en toda su plenitud, se aplicó por primera vez en las elecciones del 5 de julio de 1964. El PAN logró obtener veinte “diputados partido”; el PPS, nueve y el PARM, creado en 1957, cinco; los escaños así concedidos ascendieron a 34, de 210 que conformaban la Cámara, es decir el 16.19%. Este porcentaje de representación no iba a cambiar hasta 1979, era solo maquillaje político para dar apariencia de democracia a lo que años después Mario Vargas Llosa llamó “La dictadura perfecta”. El presidente que se estrenó con esta “pluralidad” política fue Gustavo Díaz Ordaz.
En este periodo de tiempo el PRI, con el 70% de los votos lograba obtener más del 90% de las curules. A esta forma de elección se le conoce como “Uninominal” que si bien era democrático en teoría, dejaba a los votantes perdedores, es decir de la minoría, sin voz en el Congreso. De esta forma surge la necesidad de los plurinominales que nacieron en la reforma política de 1977 ya que la forma uninominal de elegir a la Cámara de Diputados nos llevaba a sobrerrepresentar a la mayoría y subrepresentar a la minoría.
Después de dos sexenios, José López Portillo, a pesar de su acendrado histrionismo y protagonismo o quizá gracias a ello, instruye a su entonces secretario de Gobernación don Jesús Reyes Heroles para llevar a cabo la reforma política de 1977, gracias a esta reforma los diputados plurinominales aparecieron en la elección de 1979, originalmente eran 100 por 300 de mayoría relativa, de esta forma daban un total de 400 diputados. En 1986, justo después del terremoto de 1985, la cifra de plurinominales se elevó a 200, los cuales surgieron, al igual que los diputados de partido, de la necesidad de dar legitimidad al régimen, incorporando de esta forma la voz de las minorías al Congreso federal.
Hoy en día tenemos 500 diputados, 65 más que en los EU que tiene 435 con 18 entidades más que México y 200 millones más de habitantes. Aunque por otro lado Francia tiene 577 diputados, el Reino Unido, 650 e Italia, 630 a pesar de que todos ellos tienen la mitad de la población que México. El universo legislativo mundial no tiene una lógica coherente.
El detalle es que aquí en México cualquier medida que implique afectar la figura de los diputados siempre logrará el aplauso fácil y la aprobación de bulto de una audiencia ignorante debido a que estos personajes de la política nacional, que en cuestión de percepción se dice que en teoría son nuestros representantes pero que en los hechos no nos representan; que en el mejor de los escenarios sólo nos avisan lo que ya hicieron pero nunca viene a pedirnos nuestra opinión para saber cómo votar tal o cual iniciativa. Amén de que son juzgados de bulto como lo más nefasto de nuestra cultura, aún por debajo de los policías.
El punto es evitar mayorías artificiales y no dejar de dar representación a las minorías que en términos del presupuesto federal lo que nos ahorraríamos es un monto minúsculo. Es un tema que da para más.
El tiempo hablará.

 

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