Locuras Cuerdas

Jorge Chávez

5/09/17

Tec de Matamoros, 45 años forjando vidas

Inteligencia más carácter, esa es la meta de la verdadera educación. Martin Luther King Jr.
La historia es la novela de los hechos y la del Instituto Tecnológico de Matamoros (ITM) es una novela cautivadora porque refleja el tesón y el carácter de sus instigadores y fundadores que fueron y son matamorenses y que con sus vidas son ejemplo de vida e inspiración para sembrar la idea que esta región puede aportar seres humanos ejemplares y dignos de admiración.
Los fundadores del ITM en 1972 sólo habían tomado la estafeta de otros seres visionarios que en 1948 como punto de partida de esta entidad de educación superior, hacen surgir los primeros dos tecnológicos como dependencias foráneas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) siendo estos la semilla del actual ITM. Todas estas acciones eran desde entonces, y parafraseando a Gabriel García Márquez, crónica de una buena educación anunciada.
Avanzó el tiempo en forma inexorable y con ello las circunstancias se transformaron por las necesidades que iban surgiendo en nuestra región de tal forma que para el año de 1957 ya eran cuatro tecnológicos dependientes del IPN establecidos en nuestra ciudad, el embrión académico se movía en las entrañas de nuestro dilecto Matamoros.
Dos años después, en 1959, trece años antes de su fundación, un detalle burocrático alimentó con fuerza quijotesca y soñadora la posibilidad real de fundar el ITM, y fue que la Dirección General de Enseñanzas Tecnológicas y Comerciales incorporadas a la Subsecretaria de Educación Técnica y Superior de la SEP se hizo cargo de estos tecnológicos en Matamoros.
En 1970, los fundadores del ITM a sabiendas de que el mejor momento para pedir ayuda en este tipo de proyectos de gran calado es en las campañas presidenciales, solicitaron al entonces candidato Luis Echeverría en su visita a Matamoros la creación del ITM.
Trasladémonos a ese momento querido lector, usemos la imaginación positivamente y veamos en nuestra mente como en una película de “El Negro” González Iñárritu las emociones de los fundadores en ese momento solicitantes de ayuda para el buen fomento de la academia. Qué decir. Cómo decirlo. Quién haría el planteamiento. Me imagino noches sin dormir al vislumbrar en el horizonte la bella, estimulante y poética posibilidad de concretizar el establecimiento de lo que hoy es el ITM.
Pues bien, un año después se integró el patronato para la construcción del ITM; me imagino a los fundadores frente a unos ojos analíticos, exultantes, felices y diligentes como niños en la mañana del 25 de diciembre atendiendo con vehemencia y puntualidad cada requisito para dar a luz un proyecto que llevaba años gestándose.
En alguna ocasión el poeta y novelista francés Víctor Hugo dijo que, quien abre la puerta de una escuela, cierra una prisión. En septiembre de 1972 el actual ITM se inauguró como el Instituto Tecnológico Regional de Matamoros que temporalmente funcionaría en las aulas de la Secundaria Técnica Industrial 68. De esta forma, el anhelado sueño se hacía realidad, la semilla sembrada en 1948, veinticuatro años después rendía su generoso fruto académico y universitario, iniciando sus actividades con una población de 655 alumnos de los cuales 521 eran de nivel medio superior en cinco especialidades: Electricidad, Mecánica, Electrónica, Industrial Químico y Administración de Personal; y 144 alumnos de nivel profesional en dos carreras de ingeniería, la apoteósica belleza de las ciencias exactas: Electromecánica e Industrial Química.
A partir de entonces la evolución del ITM ha sido meteórica e imparable ya que un año después, en 1973, se inicia el primer ciclo escolar en las instalaciones propias donde actualmente están localizados. Contaba en aquella entonces con 25 aulas, laboratorio de análisis cualitativos y cuantitativos así como laboratorio de inglés, talleres de máquinas de herramientas y de combustión interna y las canchas de futbol. Pero no quedaría solo en eso, claro que no.
Diez años después se contaba con una matrícula de 1,297 alumnos y por esas fechas sucede algo que viene a ser un catalizador estimulante para todos esos soñadores y quijotescos emprendedores académicos y que representaba una voz precisa y certera del oráculo intangible de la educación, se obtiene el primer lugar en el concurso nacional de ciencias exactas, dándole así al ITM proyección y prestigio nacional. El mundo de lo ideal se convertía en una fascinante y contagiosa realidad.
Es vital señalar que el ITM siempre se ha adaptado a las necesidades de nuestra comunidad, un ejemplo de ello es el hecho de que ante la existencia de muchos trabajadores que anhelaban crecer en el desarrollo de habilidades académicas pero imposibilitados por sus horarios de trabajo establece la modalidad de escuela abierta con el firme propósito de satisfacer esta demanda latente.
Hoy en día, en las instalaciones del ITM se respira un cautivador ambiente académico, uno pensaría que jamás vivió los imponderables de la política en los 80s, hechos que son parte de su historia pero que con ejemplar resiliencia han superado sobradamente.
Hoy debo hacer una modificación en mi despedida como homenaje merecido al ITM.
El tiempo habló.

 

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