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Locuras Cuerdas


Jorge Chávez

24/08/17

La ingeniería de la corrupción

Te enredarás sin percatarte en las cuerdas de tu pecado. Proverbios.
A riesgo de parecer monotemático, seré recurrente con el tema abordado la columna pasada, la corrupción. Como si fuera un laboratorio antropológico imaginemos que tomamos la corrupción y la ponemos en el microscopio de las experiencias de la vida para ver de cerca sus detalles y más que pretender erradicarla, tratar de comprender su etiología, es decir conocer las causas más profundas de dicho fenómeno.
Hasta ahora hemos creído por lo regular y en forma habitual que cada uno de nosotros determinamos nuestra propia vida, amén de que tenemos control sobre nuestro futuro al momento de elegir a nuestros cónyuges y nuestras profesiones u oficios que desempeñaremos a lo largo de nuestras vidas como medio de satisfacción y sustento. En todo ello va implícito la idea de que somos responsables de las decisiones que marcan nuestra vida. Hasta ahí todas esas afirmaciones parecieran axiomáticas, es decir todo lo mencionado pareciera una proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración.
Sin embargo siempre hay un pero en las cosas de la vida, dadas las experiencias que se convierten en evidencias, no podemos ignorar que al parecer hay una fuerza tan poderosa o más que el libre albedrío o el ejercicio de nuestra voluntad: nuestro subconsciente. Tristemente detrás de las apariencias a puerta cerrada hay una lucha en nuestra existencia contra la dualidad entre “el deber ser” y “el placer de ser” de tal forma que todos somos presa de los mismos deseos y esos deseos pueden ser crudos, oscuros y muy vergonzosos.
Cuando podemos observar lo suficientemente a las personas, corruptos y no corruptos, nos podemos dar cuenta que en su inmensa mayoría no somos quienes decimos ser en la totalidad de lo que pregonamos. De hecho, bajo la superficie, siempre hay un secreto oculto que nos puede llevar a ser alguien muy distinto. Este es el punto de partida del corrupto. Como dicen los comerciales, “no nació corrupto”.
La mayoría de los seres humanos vivimos en esa lucha constante entre, perdón por ser reiterativo apreciado lector, “el deber ser” y “el placer de ser”. De tal forma que cuando se presenta la ocasión trágica de la corrupción, en este caso que es el tema a tratar, ya que hay muchas otras tentaciones, esa disyuntiva o bifurcación en el camino de la vida para escoger entre “ser o no ser” diría Shakespeare en la voz del indeciso Hamlet, se convierte en un adrenérgico ejercicio de la voluntad para tomar la postura que sea desde el punto de vista de la ética lo más conveniente. Justo en este punto aquellos que escogen la dinámica de la corrupción es donde se detienen y analizan costos y beneficios. En este ejercicio intelectual de conveniencias está la génesis de la tragedia que azota a nuestro país y cada vez en forma más grosera y cínica.
Aquí surge la ingeniería de la corrupción. La decisión de ser corrupto lleva implícita toda una teoría de la conducta humana para entender que no saldrá una sarna maligna a quienes la practican como la que le salió al personaje bíblico Job. Los beneficios materiales se convierten como efecto dominó en beneficios sociales y quizá hasta en beneficios políticos. El corrupto sofisticado puede mimetizarse entre la gente religiosa y como la Biblia dice que “No robarás”, se usa mejor la palabra peculado, un eufemismo, es decir una palabra más técnica para poder dormir tranquilo entre sus hijos y su esposa, pero que al caso es sinónimo de hurtar. Yo agregaría que peculado es robar con alevosía, es decir hacer el delito contra las personas de forma tan minuciosamente calculada de tal forma que no hay riesgo para el delincuente.
Y esta forma tan minuciosa implica un conocimiento puntual de los recovecos de la ley para poder sortearlos cuando llegue el vendaval jurídico en contra, pero a pesar de que todo sea indicativo de que hubo fraude se cuenta con el temple para saber que la logística de la corrupción se hizo tan perfecta que al final no hay pruebas. De tal forma que se descansa en el cínico aforismo que a la letra dice: la demanda pasa el presupuesto se queda en casa en amplias cajas fuertes y en efectivo o en las Islas Caimán.
Lo que sigue en esta ingeniería de la corrupción es convencerse que la verdad jurídica es más importante que la verdad de los hechos, pues la verdad de los hechos jamás saldrá a la luz. Es importante tener una concha social del tamaño del mundo para suponer dos cosas, creerse honorable y parecerlo y creer que por eso la frágil reputación moral está intacta y suponer en lo más recóndito de sus mentes que la gente que los rodea verdaderamente acepta a pie puntillas la simulación de honorabilidad más falsa que un billete de dos dólares. Conociendo esta teoría amigo lector, si su moral lo permite solicite trabajo como director de Pemex.
El tiempo hablará.

 

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