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Locuras Cuerdas


La entropía

10/01/2019 – Feliz aquel que todavía tiene esperanza de emerger de este mar de confusión. Lo que se necesita no se sabe, lo que se sabe no se puede usar. Goethe.
En días pasados pude convivir con mis hijos. A riesgo de caer en un nepotismo cursi y romántico no me cansaba de verlos y descubrir en ellos unos ojos oscuros, grandes expresivos que despiden un fuego fascinante, de tal forma que siempre que convivo con ellos anhelo ser un mejor escritor y un buen narrador, aunque descubro para lamentación mía que no soy tan ameno como Alejandro Dumas ni mucho menos tan chispeante como Oscar Wilde, dos aspiraciones muy pretenciosas pero muy válidas y que subsisten conmigo en mi presente.
Algunas veces me resisto a comentar de política porque la vida está llena de pequeños detalles que hacen toda una historia épica de momentos íntimos, cotidianos y familiares que estamos obligados a valorar y que a largo plazo nos van a ser más útiles que la semántica descriptiva de las vidas de personajes políticos que sobresalen en nuestra sociedad pero que ya viéndolos con lupa, muchos de ellos no merecen la potencial letra que los describe con una vida que pareciera de oro pero ya de cerca es de oropel. Ellos su vida y nosotros, los ciudadanos comunes, la nuestra.
Pero no te creas que no abordaré el tema referido a un México que hoy, entre conferencias mañaneras y cierre de ductos de carburantes se encuentra entre Kafka con su agobiante “metamorfosis” y George Orwell, con su exasperante “1984”, donde parece que describe a nuestro México actual del sexenio lopezobradorista, donde se transpiran dos términos que parecen dos pinceladas de la historia contemporánea de nuestro país: la ficción utópica por un lado y la ficción distópica a la par, que sirven para designar dos géneros literarios donde se exploran magistral y crudamente las estructuras sociales y políticas.
Mi querido y dilecto lector, este momento presente de nuestro país, enmarcado por la doble alusión literaria que te planteo me lleva a un concepto extremadamente sofisticado que es la Entropía, esa tendencia del universo a caer en el desorden y el caos. Es la segunda ley de la termodinámica.
Por un lado la ficción utópica se refiere a un término utilizado para designar un mundo ideal donde todo es perfecto. A ese punto nos quiere llevar AMLO. Y como hay ocasiones en la vida en que tenemos que hacer cosas desagradables pero necesarias, yo tengo algunas sesudo lector y asumo que tú también; en ese tenor aterrizamos en la ficción distópica, en la universidad me dijeron que tenía que ver con literatura apocalíptica, la cual proyecta una sociedad que pretendiendo la meta de la felicidad, hace sufrir sistemáticamente a sus ciudadanos, los lleva momentáneamente a la entropía, es decir al desorden de un sistema.
Ya embaucados en esta lucha contra el robo de gasolina a fuerzolis, es saludable asimilar que en la teoría de la información, el susodicho término científico de la entropía es la medida de la incertidumbre que existe ante un conjunto de hechos y mensajes. Por ejemplo argumentar que la falta de gasolina en algunas estaciones de servicio no es desabasto y aludir a que en cosas tan comunes y rutinarias como cargar combustible en nuestro carro acomodemos una previsión conductual a la que no estamos acostumbrados como no cargar más de doscientos pesos, todo eso nos lleva al caos de la entropía. Los asesores de comunicación de AMLO deben entender que se trata de una medida de la información que es necesaria para reducir o eliminar la incertidumbre. Hay medicinas amargas que es menester digerir.
La entropía va muy de la mano de una teoría que indica que la naturaleza y el universo en general no siguen un modelo previsible, denominado como la teoría del caos en la que parece estamos sumergidos en este momento de la 4T como un mal necesario. Dicha teoría del caos se ha utilizado en campos muy amplios de las ciencias exactas como las matemáticas y en otros muy falibles como la meteorología para explicar la inexactitud y la dificultad para obtener resultados previsibles de la realidad.
Veo y analizo a quienes están a favor y en contra de estas acciones para erradicar el robo de gasolina y no puedo evitar asumir con un sesgo de cinismo que los más de los dramas estriban en las ideas que de las cosas nos formamos. Me doy cuenta que estos acontecimientos que nos pudieran parecer dramáticos no son sino los argumentos que nuestra alma convierte en tragedia o en comedia, al capricho de nuestro carácter y que el espectador ciudadano instruido podrá entender que la tercera ley de Newton sigue más vigente que nunca: siempre que un objeto ejerce una fuerza sobre otro, el segundo ejerce una fuerza igual y opuesta sobre el primero.
El tiempo hablará.

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