Historias repetidas
2/01/2019 – ¿Qué es lo que antes fue? ¡Lo mismo que habrá de ser! ¿Qué es lo que ha sido hecho? ¡Lo mismo que habrá de hacerse! ¡Y no hay nada nuevo bajo el sol! Eclesiastés 1:9.
Quiero compartir contigo la convivencia que tuve con mis hijos en estos días de fin y de inicio de año. Algunas veces me parecía sumamente desconcertante asumir que es poco lo que entiendo la mente de mis propios hijos. Me invadía la mente un alud de preguntas al respecto. Por ejemplo, ¿De qué me sirve tanta lectura si no puedo empatar existencialmente con los seres que amo? Quería consolarme con la peregrina idea de las diferencias generacionales, pero me parecía una razón muy simple y reduccionista por tratarse precisamente de mis hijos. En medio de la convivencia diaria me aboque a estudiar el asunto, total, estábamos en vacaciones y tenía suficiente tiempo para el análisis que me llevara a un aceptable consuelo.
Querido y dilecto lector, en esta primera columna del año créeme que no se trata de mera retórica. Nunca lo ha sido, pero menos ahora que se trata de mis hijos. Lo más carísimo para mi corazón anclado en ellos. Además de que no todo es tan fácil como sembrar palabras y publicarlas así nomás. El punto toral es que me parece que las generaciones de hoy se vuelvan inteligentes antes de tiempo.
Mi limitado cerebro me aconseja que con mis hijos no me ponga inteligente, pues el amor fraternal y filial a ellos cuando se trata de entenderlos es un asunto de razón menguada. Sherlock Holmes sale sobrando como consejero en este asunto.
De tal forma que estudiando un poquito por aquí y otro poquito por allá me topé con un dato histórico de mucha relevancia y también de mucho consuelo. Hay un fenómeno en la historia del ser humano que se conoce como la Inversión Sistémica y consiste en que parece que los jóvenes saben más que los viejos, los alumnos más que sus maestros, y los hijos más que sus padres. Cuando leí esto me sentí como Arquímedes y expresé en mi mente: ¡Eureka!, esta es la respuesta que ando buscando.
Trabajando con la generación millenial los últimos años de mi vida he podido llegar a una conclusión que te podrá parecer de Perogrullo, es decir muy obvia, y es que tecnológicamente las nuevas generaciones han desarrollado competencias y capacidades con mucha más rapidez que nosotros los mayores de cincuenta, sus antecesores. He visto cómo se comportan y sin lugar a dudas puedo llegar a una conclusión que, en sí, no es ni buena ni mala, es simple y llanamente un diagnóstico con el que tenemos que aprender a vivir y tiene que ver con que sus valores ya son otros, y nos guste o no su visión sobre la colectividad y sobre el mundo resulta totalmente distinta.
Repito, nosotros los mayores de cincuenta pensamos que los jóvenes son los nuevos excluidos del siglo XXI. Miramos con recelo a los millennials, a los Zs y a todos los que siguen. Corremos el riesgo de suponer que las cosas solo se deben hacer como nosotros aprendimos e intentamos entenderlos desde afuera sin entender que ellos ya están construyendo sus propias dinámicas comunitarias y formas de organización. Y aquí es donde justamente aterrizo en el concepto, nuevo para mí, llamado Inversión Sistémica; cuando la parte “dependiente” del sistema, o sea mis hijos, se convierten en la parte activa o proveedora y la parte proveedora, o sea yo, se convierte en dependiente o pasiva.
Debo reconocer que esta idea me agobiaba tremendamente. Fui educado en una generación en la que los padres eran en todo sentido los guías y faros del camino de la vida. Hoy en día, debido a los avances de la tecnología esto no es así siempre. Y entendiendo que la historia se repite de una forma o de otra encontré para mi consuelo que algo similar pasó durante el renacimiento después de la emancipación de las universidades varios siglos atrás, particularmente en el 12, 14 y 15, lo que permitió el gran paso de la edad media a la modernidad.
Este dato que nos puede parecer insignificante por reiterativo viene a ser oro molido en el contexto de la relación con mis hijos y puede serlo en la relación con los tuyos sesudo lector. Otras generaciones, en otros contextos han vivido algo similar y salieron adelante, no había opciones, tenían que hacerlo. La inteligencia de nuestros hijos es muy amplia y redonda, los tiempos modernos hacen que su mente sea voraz de información sin tregua alguna para filosofar y valorar dicha información. Nos toca a nosotros hacer que toda esa maraña de circunstancias se conviertan en sabiduría aunque no siempre seamos los más inteligentes.
El tiempo hablará.