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Locuras Cuerdas


Jorge Chávez

20/06/17

Playa Bagdad: Tan cerca y tan lejos

La vecindad del mar queda abolida: Basta saber que nos guardan las espaldas, que hay una ventana inmensa y verde por donde echarse a nado. Alfonso Reyes. Poema “Golfo de México”.
Somos de la tierra que nos da de comer, aun y que hayamos nacido en otro lugar. Esta tierra no solo es nuestro espacio geográfico, es también aquellas personas que la habitan, es también nuestro espacio sin limitarse a ello, pues nuestra esencia en este sentido también incluye otros tiempos, es decir la biografía que nos da contexto, la historia, los ayeres que nos dan gloria pero también los que nos fueron adversos. En este contexto cabe señalar como consejo no pedido aquel que dice, engrandezcamos nuestro terruño con el día a día, para que nuestro terruño nos engrandezca con su entorno y de esa forma, esa dupla bendita de “espacio de tierra y personas” sean parte fundamental de nuestro empaque existencial que nos de forma y sustento a nuestro indispensable sentido de pertenencia.
Perdón por el regionalismo acentuado en que he incurrido a favor de nuestra ciudad fronteriza de Matamoros, Tamaulipas, ya que la inspiración de este escrito, que pretende ser prosa, más que descriptiva, es una apología a nuestra ciudad en momentos en que la moda y lo que da prestigio es quejarse y criticar con estridencia el entorno y el momento. Va el intento.
En esta ocasión el intento de poeta, narrador o prosista que me habita desplaza al intento de analista político, que también me habita, y fluye dentro de mí reclamando para sí un espacio dentro de esta columna y que instigado por una reciente visita a la muchas veces visitada playa Bagdad, un espacio turístico modesto de muchos nombres en esta época, pero al fin espacio de esparcimiento con una vista majestuosa por la inmensidad de un cielo que no deja de acariciar nuestra mirada con su azul ostentoso estampado, en esta ocasión, por escasas nubes blancas y que armoniza con otra inmensidad, el verde turquesa de las aguas del mar, cada quien en su espacio, gravitando uno frente al otro, unidos en el lejano y distante horizonte por una línea recta horizontal formada por el contraste de sus colores; el azul siempre en el cielo y el verde turquesa siempre en el mar, no se invaden pero se complementan y que en este concierto de paisajes y espacios grandes me instiga a ratificar el aforismo del siempre grande emperador Napoleón en el sentido de que los espacios grandes, bien valorados, agrandan las ideas de quienes los asimilan y de esa forma nuestros ojos, conscientes o inconscientes no se cansan de mirar y de admirar. Y todo este paisaje inspirador, querido lector lo tiene usted aquí en Matamoros en la playa Bagdad. Y ya metidos en esta euforia de colores y palabras que pretenden describir la belleza natural que enmarca nuestra tierra y que a veces por estar metidos en una espiral de adversidades cotidianas o en la logística propia y desgastante de la supervivencia diaria no alcanzamos a valorar el privilegio existencial y poético de nuestros paisajes naturales que, en el caso particular nuestro, nos moldea la existencia y más bien, esa adversidad, a veces nos induce a cierta animosidad que no aporta nada útil para con la tierra que sustenta nuestra vida, nuestro tiempo y por lo tanto los días que ocupamos en este rincón fronterizo y que algunas veces nos hace propensos a ensalzar otros lugares; sin menospreciar el hecho de que los viajes ilustran y, como bien decía Carlos Fuentes, debemos aprender a ser ciudadanos del mundo, pero en ese anhelo es imprescindible no olvidar el origen del terruño al que pertenecemos. Siempre podrá haber sitios más espectaculares pero la calidez del terruño, quizá por razones cósmicas y metafísicas es insustituible.
Tenemos playa y ahí mismo tenemos comida, actividad culinaria si quiere leerlo rimbombante, que es otro elemento que conforma nuestra identidad; probar o degustar cualquier platillo de Doña Felipa o de cualquiera de las opciones ahí ofrecidas, frente a la majestuosidad del mar es tan cercano a probar la ambrosía, el manjar o alimento de los dioses. Modestos los restaurantes, pero no por eso demeritan su calidad.
Júzgueme de iluso, querido lector, pero propiciar e instigar el sentido de pertenencia en la comunidad es una tarea que considero estratégica para el desarrollo óptimo de toda región y que nos rendiría beneficios tangibles e intangibles a todos; debiera ser obligación de Estado, yo como ciudadano tomo de pretexto mi visita a este balneario para sembrar amor a este terruño en su versión playa Bagdad: Leal, Invicta y Heroica Matamoros.
Que bien que podamos llevar a nuestros hijos de vacaciones, pero más que eso, nuestra obligación es proveerlos de buenos recuerdos. Les esperamos.
El tiempo hablará.

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