Hibris: La enfermedad del poder.
El orgullo y la gloria son mis pecados capitales. Fiodor Dostoyevsky.
22/11/2018 – La curiosidad frívola me lleva a ver a detalle la forma como el ex gobernador Eugenio Hernández Flores (EHF) ha ido cayendo del castillo de la gloria al foso de los fracasos. En este dramático capítulo de la novela política de nuestro Estado hay mucha escuela de vida para quienes hoy detentan el poder y pudieran caer en la tentación de considerar que dicho poder les alcanza para todos los días de su vida.
Mi querido y dilecto lector, existe un padecimiento propio de los hombres y mujeres de poder denominado la hibris, deriva del griego y puede traducirse como «desmesura». Tratando de ampliar la explicación para que se comprenda más nítidamente, es un intento de transgresión de los límites propios de los seres humanos, mortales y terrenales. Alude a algo muy propio de los políticos encumbrados y tiene que ver con un desprecio temerario, vulgar, cínico, soberbio y grosero hacia el espacio personal ajeno y que por lo regular va de la mano del susodicho encumbrado con una total falta de control sobre los propios impulsos.
Los proverbios son epigramas que nos ilustran ampliamente con frases cortas pero con una sabiduría altamente dimensionada, en ese tenor traigo a colación uno que viene muy al caso y que se le atribuye a Eurípides, aunque hay quien argumenta que no pertenece a este gran ideólogo y que a la letra dice: Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco. Y es justamente en este espacio existencial de los poderosos que aterriza en su desempeño como político encumbrado la hibris, conocida también como la enfermedad del poder. El detalle es que los efectos secundarios, siempre nocivos de este padecimiento exclusivo de los poderosos son a posteriori, nunca en el ejercicio del poder.
Quienes saben de este padecimiento aconsejan que el ser humano debe seguir siendo ostentosa y sobradamente consciente de su lugar en el universo, es decir, a la vez de su posición social en una sociedad, nos guste o no, jerarquizada, no olvidar que la muerte se apellida Segura y que es nuestro destino inexorable mientras habitemos en este cuerpo lleno de huesos y carne.
En el fascinante caso, desde el punto de vista ontológico y antropológico, de la triste y lamentable situación de EHF, después de haber sido la figura máxima de poder en Tamaulipas, en un engañoso lapso de tiempo, que cuando lo estás viviendo parece eterno y cobra con el paso del tiempo su real esencia efímera. Hoy, de ese mismo poder sufre su fascinación y calla sus vejámenes y se aterriza un poco tarde en su entendimiento que todo lo que es real es racional.
La máxima manifestación de la hibris se da cuando en la plenitud de su gloria el poderoso cree con una exaltación morbosa del complejo de inferioridad ,y con una ingenuidad encantadora, que él es el mejor en su especie y en su tiempo, manifestación que solo son larvas de sus pensamientos y parodias de sus destinos; no se percata que solamente y en forma exclusiva la posteridad es la única que juzga con eficacia a hombres y mujeres y en particular a los políticos poderosos y se olvida de las alabanzas hiperbólicas de los oportunistas y lambiscones.
Podemos afirmar que EHF es el autor de su propio destino. Tan ingenuo Eugenio en su grandeza al pensar que su pecado de hibris jamás lo alcanzaría. Estamos siendo testigos de una nueva etapa en la trama política de nuestro país en la que muchos políticos de alcurnia están viviendo las dramáticas consecuencias de la enfermedad del poder como es el caso del ex gobernador tamaulipeco que ahora nos ocupa así como de su antecesor Tomás Yarrington y de algunos otros que integran esta ominosa galería de la hibris, tales como los Duarte, César y Javier, Guillermo Padrés, los dos ex gobernadores de Quintana Roo, Mario Villanueva y Roberto Borge; de todos ellos en su tiempo en forma hiperbólica se dijo que eran el mejor de la historia en sus respectivas penínsulas de poder.
A EHF la hibris no le permitió ver que sus síntomas conductuales eran los mismos de otros, otrora poderosos y que el ejercicio del poder no es eterno. El poder no es fiel a nadie y es sumamente veleidoso, hoy lo ganas y mañana lo pierdes. Y no olvidemos otro epigrama en forma de proverbio ruso cuya autoría es atribuida al insigne escritor León Tolstoi: Perder y ganar son hermanos gemelos.
No me alegro de la desgracia del ex gobernador. Aprendo de ella en el pasado y lo perfilo en el día de hoy y de esa forma me doy sobrada cuenta de los síntomas a posteriori de la hibris: los carniceros de hoy son las reses del mañana.
El tiempo hablará.