Nuevos tiempos
2/10/2018 – En toda batalla, en todo asunto, existe una ocasión, a veces muy fugaz, de ser vencedor. André Maurois
Todas las acciones llevan dentro de sí el germen de su propia síntesis, y en el marco de la toma de protesta de Mario López, “La Borrega”, como alcalde de Matamoros, se adornó el recinto de Mundo Nuevo con la cronología que aludía a las transformaciones históricas de México; con la presencia iconográfica de los grandes personajes de nuestra historia como, Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Gustavo Madero y Lázaro Cárdenas. Utilizando la historia para procurar dar identidad a los ciudadanos, para posteriormente intentar hacer maravillas con esa identidad.
Proyectando con imágenes los signos que se anhelan. Ya no admiremos a la clase política actual, esa siempre queda mal. Admiremos a los personajes de la historia que nos dieron patria, principios y valores para a partir de esos conceptos lograr una continuidad histórica que aterrice con hechos en la cuarta transformación tan promovida y reiterada en los mensajes mediáticos de los triunfadores del flamante partido, Morena, que en las últimas elecciones se la pasó, como bien dice Thalía: Arrasando.
Era el mediodía característico de nuestra ciudad fronteriza, con esa dualidad climatológica con la que hemos vivido siempre, asoleado y húmedo, del último domingo de septiembre. Morena ganó con una mayoría evidente, era pronosticable que la asistencia sería acorde y en sintonía con el número de votos obtenidos en el recinto más grande de la localidad y plétora de personas que hacían tumulto y querían ser testigos de la historia, asistiendo a la toma de protesta del primer presidente municipal que no es ni del PRI, ni del PAN.
La entrada del recinto, metafóricamente era un río de gente que al adentrarse en la nave principal de “Mundo Nuevo” se convertía en un mar de personas que buscaban con sana curiosidad ver los detalles de la organización. La recepción espontánea estaba a cargo de abundantes anfitriones que se ofrecían con presunción discreta acentuada por su triunfo, llevar a los invitados a un lugar para estar sentados y contemplar en tiempo real ese momento llamado Historia y que se aterriza en el efímero tiempo de una contemplación del desempeño humano en el que unos ven y otros son contemplados.
En esa deliciosa contemplación de la abundante gente que se miraban unos a otros, rostros muy conocidos y otros medianamente conocidos, hasta la observación de aquellos totalmente desconocidos. De repente, surge en ese andar de humanos desconocidos la figura del, hasta ese momento, presidente municipal electo, Mario López, arropado con un traje oscuro, camisa blanca y corbata roja, en una clara alusión al partido que lo llevó a este triunfo que ahora se traduce en una logística propia de un jefe de la comuna. La realidad lo alcanzó, gracias a unos y a pesar de otros. Seguramente adornaba su transpiración humana el aroma del diseñador Francisco Rabaneda Cuervo, más conocido como Paco Rabanne quien aportó al mundo el perfume Invictus. La descripción de este último dato es especulativo de mi parte pero es posible, incluso probable que así haya sido.
Una valla humana indicaba el camino al templete principal; el presidente electo saludaba a quienes el ritmo de su andar le permitía, en esa cordialidad aleatoria en la que saludaba de mano a unos pocos y con la vista a unos muchos quienes pudieron cruzar mirada y hacer contacto visual con él. En ese ritmo trataba de ser gentil con todos en el ineludible vértigo de la celebración. Saludo tras saludo finalmente aterriza su humanidad en el templete principal donde ya lo esperaban los ayuntamientos entrantes y salientes y es entonces cuando descansa de la dinámica de la cordialidad social obligada y como un remanso que lo cobija y le devuelve la conciencia ligeramente extraviada por la efusividad de tantas manos, levanta la mirada y después en forma intercalada con su mano izquierda, primero y después con la derecha saluda a la concurrencia, acompañado de una voz en off que dice su nombre: Mario López y es entonces cuando siente el arrebato afectuoso de la audiencia que grita sin recato: ¡Bravo! Acompañado de un efusivo aplauso que no dejaba lugar a dudas que ese era su momento, su luna de miel política, el sembrar de la esperanza que lo conectaba con la ilusión de cambio de sus seguidores en ese recinto que se le brindó como se hace con un rock star.
Poco importa, sin embargo, extraviarse en el anecdotario de las pasiones que surgen en el contexto de una celebración justificada. El aplauso en el triunfo es cosa fácil pero hay que disfrutarlo en su momento.
Los retos de Matamoros son muchos y como una jauría de lobos hambrientos están esperando a terminar con esta melosidad inicial. Ya tenemos presidente municipal emergido de Morena. Esperamos que en tres años esa efervescencia y esos aplausos sigan con la misma intensidad.
El tiempo hablará.