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Locuras Cuerdas


Jorge Chávez

08/06/17

Micropoderes ciudadanos

El que se dedica a la política lucha por el poder, bien como medio para lograr otros fines ideales o egoístas, o bien para alcanzar “el poder por el poder”, es decir, para disfrutar del sentimiento de prestigio que el poder confiere. Max Weber.
Después de ser testigo en redes sociales de los efectos que las elecciones pasadas en el Estado de México, Coahuila, Nayarit, dicho sea de paso, la tierra de Amado Nervo, y Veracruz, creo que es saludable ubicar ciertos detalles de la logística de los partidos en su actual dinámica electoral para intentar entender en este preciso momento coyuntural, como dirían los mismos actores políticos para que nadie les entienda, el Poder y su relación estrecha con la política.
La razón del presente artículo es inspirada por la percepción de intolerancia que hay en el ánimo de muchos ciudadanos, a quienes les doy el beneficio de ser pensantes o medianamente ilustrados, al suponer que, si no es el partido político de sus preferencias el triunfador en las elecciones, por consiguiente, entonces hubo fraude. Esas son las pasiones que produce e instiga nuestra pueril democracia.
Cualquier partido de los conocidos como grandes que compite en una contienda electoral tiene las mismas posibilidades de ganar que sus oponentes. No podemos acusar de ignorantes a quienes votan por otra opción diferente a la nuestra. Es algo parecido a creerse dueño único de la verdad, pudiéramos diagnosticar en esos desplantes una especie de fascismo en donde se cree que la población no debe, por lo tanto, buscar nada fuera de lo que yo pienso es lo mejor.
Conocer la historia es fundamental para obrar con inteligencia fría y en ese tenor sepamos que todos los partidos buscan el poder, todos tienen un historial crítico en su biografía, PAN, PRI, PRD y Morena, en estricto orden de su fundación. Si nos remitimos a la historia de cada uno y lo aterrizamos en estadística, quien quede, es altamente probable que nos va a decepcionar. Nos decepcionó Padrés en Sonora, los Duarte y Borge en sus respectivos estados, los Abarca palomeados por AMLO en Guerrero.
Hemos hecho hábito disgustarnos con la realidad cuando gana las elecciones quien no nos simpatiza y parece que olvidamos la historia de cada uno de los partidos, nadie se va en blanco, ni López Obrador con su petulante “honestidad valiente”.
Puede que ganar una elección siga siendo una de las grandes emociones de la vida, pero tenemos abundantes referencias para afirmar que el brillo de esa victoria se extingue ahora muy rápido para dar paso a la frustración.
Todos los partidos, incluyendo el que le parezca más antipático, anhelan llegar al poder. La quinta esencia del quehacer político es el poder; la esencia del poder es la política. Permítame filosofar en este sentido estimado lector y ponerlo en estos términos, el poder es a los políticos lo que la luz del sol es a las plantas: tienden en forma natural a buscarlo.
En medio de todo este pesimismo político aparece como una tenue luz de esperanza las redes sociales, sumada a una sociedad cada vez más politizada con tendencia a tener más conocimiento y de esa forma tener más elementos de juicio para tomar decisiones óptimas, seguramente decisiones imperfectas pero perfectibles, con mayores espacios y probabilidades para cuestionar aquellos políticos que se consideran intocables e inalcanzables. Estar conscientes de que podemos cobrar facturas políticas por medio del internet, del twitter y, llegado su momento, por medio del voto.
La imagen de Gulliver atado al suelo por miles de minúsculos liliputienses capta bien la situación de esta propuesta a cómo tratar a los políticos en estos tiempos: gigantes paralizados por una multitud de inteligentes micropoderes y voluntades confluidas para que el políticamente grande cobre noción de su fragilidad y a su ontológica vocación de poder le sume la generosa y conveniente vocación de servicio.
Debido al uso inteligente de estas herramientas, en todas partes, nos guste o no, nos afecte o no, las bases del poder político se están debilitando y en prácticamente todos los países, estas bases han sido incapaces de sostener a los partidos tradicionales. Esto significa que, el partido que ha prevalecido en el poder en alguna comunidad, muy probablemente deje de ser quien domine, sin perder de vista que en todo existe la excepción a la regla.
El pesimismo no nos sirve como sociedad. Lo que sí nos sirve es aprender a como vislumbrar lo más conveniente para nuestra comunidad y sumar los micropoderes inteligentemente con las herramientas que ya contamos. Políticos y partidos, ya están advertidos.
El tiempo hablará.

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