Nuestros Columnistas Locales


Locuras Cuerdas


Lagunas Teóricas

25/09/2018 – Hoy me invade la indignación con los quehaceres nacionales que, a quererlo o no, ofenden la inteligencia de todos los mexicanos al parejo. Con una clase política que simplemente no entiende que el 1 de julio pasado el mensaje que se plasmó en las urnas llevaba implícito el anhelo de mejoría en el desempeño político de los protagonistas de esta novela nacional. Hoy, dados los hechos cotidianos de todos los actores políticos, podemos afirmar que no pasará un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que no haya una estridencia que nos haga suponer que la espécimen política simplemente está hechizada y no tiene remedio, sean priístas, panistas, morenistas o el partido que sea.
El nombre del quehacer político cotidiano se llama simulación. Ya lo dije con anterioridad que el ínclito analista político francés, barón de Montesquieu, propuso una división de poderes del Estado. Tres poderes en el que ninguno mandara sobre el resto. No se ría. Ya sabemos que en nuestro país esa división de poderes no existe en la realidad. El tema lo traigo a colación con fastidiosa insistencia porque nuestra mentalidad está más bien estructurada a lo que nos toca ver en la realidad mexicana. El que manda en todos los niveles de gobierno es el Ejecutivo sobre el Legislativo y el Poder Judicial. La punzante realidad en el tema no me indigna. Lo que me causa escozor es la pregunta de por qué mejor no diseñamos algo adaptado a nuestra obstinada circunstancia y mandamos al carajo a Montesquieu y su teoría para de esa forma, el primer fruto será, no hacer de nuestros hijos unos desadaptados de lo real. Ellos, nuestros queridos hijos, millennials y post millennials, en su desenfado por convivir con la tecnología se asoman en forma intermitente a la realidad con un frenesí indagador y la asimilan mucho más rápido y óptimamente que nosotros. Permítame explicarme, mi querido y dilecto lector.
La mayoría de nosotros nos educamos con la teoría de la división de poderes, esto significaba que existe el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Y cada uno independiente con respecto a los demás. Pero. Aquí viene una manifestación lingüística que denota cambio en sentido contrario al espíritu de la doctrina que se viene afirmando de la democracia. Pero la cotidianeidad con la que hemos vivido hasta donde nuestra memoria alcanza es que Luis Echeverría, López Portillo, De la Madrid Hurtado, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y EPN tenían una alta injerencia y preponderancia sobre los demás poderes. Y a nivel estatal es lo mismo hasta nuestros días con el actual gobernador.
No estoy señalando algo que no sepa la mayoría pensante y sensible a las actividades de la política. Este hechizo tiene una explicación histórica que se remonta a los tiempos de la Revolución Mexicana en la que el convivio de los tres poderes era prácticamente imposible pues todos se creían la última coca cola en el desierto y no tenían nuestros ancestros la información genética para asimilar con nitidez ese rollo de la división de poderes así que, nos guste o no, el Ejecutivo tuvo que armarse de valor para poner orden. El primero de ellos fue Álvaro Obregón, después fue Plutarco Elías Calles a quien las malas lenguas le atribuyen el asesinato de su compadre Obregón. Entendible, uno tenía que mandar, nunca dos. Se trataba de una casualidad fortuita, de una alteración cósmica meramente accidental y sin continuidad, de una conjunción excepcional de coincidencias intrusas en la ecuación espacio-tiempo.
Y pues a partir de ahí se nos programó a los mexicanos para que entendiéramos que el que manda a nivel nacional es el presidente y a nivel estatal, los gobernadores. Justo como sucede hasta nuestros días. No es necesario estar doctorado en lógica trascendental para darse cuenta de que el Poder Legislativo es un grupo de afines al titular del Ejecutivo, que Montesquieu es un irreverente bueno para nada y que solo pretendía desequilibrar la democracia mexicana con sus ideas democráticas francesas. Es en esa etapa de formación “democrática” donde, como nación, aprendiéramos a simular.
Cabe señalar que algunos ciudadanos, celosos de su derecho a una información veraz, se pregunten a sí mismos, y unos a otros, qué diablos pasa con todos los gobiernos, pasados y presentes, que hasta ahora no han dado la menor señal de vida teórica al respecto. Por qué seguir simulando en la era de la información cibernética en la que todo se sabe al momento y en tiempo real. Por qué seguir con el cuento falso de la estricta división de poderes que al menos aquí en México no ha sido tal cual. Lo siento por Montesquieu, la verdad disfruto mucho sus escritos y sus teorías pero por estricto respeto a su excepcional inteligencia y a nosotros mismos, deberíamos hacer una adecuación de su teoría a nuestra idiosincrasia.
El tiempo hablará.

Share Button