16/08/2018 – Al final del día, quieres tener el conocimiento del mundo conectado directamente a tu mente. Sergey Brin, cofundador de Google.
Prender una computadora y poder ver a nuestros seres queridos que se ponen enfrente de otra, increíble y monstruosamente se nos hace ya de lo más normal. Hemos perdido la capacidad de asombro ante una herramienta de consulta que hoy está incrustada en nuestra esencia cotidiana de todos los días. Para ciudadanos comunes como tú y yo, mi querido lector, hablar de Google es hablar, entre otras cosas, de Internet, de velocidad, de información inmediata y oportuna así como de eliminar todas las peripecias que en otros años se hacían para obtener cualquier tipo de información; son temas que a pesar de que probablemente no los comprendemos del todo, se nos hacen normales. Pero es importante recordar que no siempre fue así.
Sin ánimo de que esto parezca un conflicto generacional ya sé que a los pocos, muy pocos millennials que me leen, esta alusión les importa un soberano cacahuate, pues por cuestiones de nacencia en otros tiempos, ellos nunca supieron y quizá nunca sabrán de abrir un libro de enciclopedia y buscar por letra el tema que nos ocupaba en nuestra investigación. Esto no los hace menos, simplemente diferentes.
El detalle es que pasando los años los seres humanos todos, no somos capaces de asombrarnos de nada, todo nos parece que así debe ser. Por ejemplo, encender la luz desde un interruptor, o algo tan sumamente simple y soberanamente cotidiano como abrir la llave y ver correr el agua. Somos una generación comodina y no lo sabemos. Si hubiera forma de viajar en el tiempo, cada visita de nuestros ancestros sería, entre otras cosas, para decirnos que somos una bola de huevones. Perdón por la estridencia lingüística pero no había otro vocablo tan contundente para describir el punto.
Todo esta argumentación la traigo a colación por la simple acción cotidiana, muy exclusiva de nuestros tiempos y de absolutamente todos los días, que hacemos para consultar hasta los más mínimos detalles en la página de Google, que según datos recabados en la misma, implica a nivel mundial la friolera de 54.300 consultas por segundo ,400 millones de consultas por día, y no menos impresionante, si es que usted no ha perdido su capacidad de asombro, 1,3 mil millones de imágenes y más de mil millones de mensajes de usuarios. Pienso que tanta comodidad en la logística de “investigar” en Google, pudiera tener como efecto secundario hacernos de una voluntad remisa y hasta ineficaz. Jamás lo disfruté en mi lejana y fugitiva infancia.
Recuerdo que siempre me impresionó el Sistema Presidencial de Bibliotecas de los EU que es una red, a nivel nacional, de bibliotecas administradas por la Oficina de Bibliotecas Presidenciales, que forman parte de los Archivos Nacionales y Administración de Documentos.
Estas no son bibliotecas en el sentido moderno, sino depósitos para preservar y hacer disponible los papeles, los expedientes, las colecciones y otros materiales históricos de cada presidente desde el amigo de Plutarco Elías Calles, Herbert Hoover, en 1930.
Querido y dilecto lector, es importante señalar que el Sistema Presidencial de Bibliotecas en EU se compone de trece bibliotecas presidenciales. De muy chavo quise conocer una de estas bibliotecas y sumergirme en el océano de conocimientos que de ella se pudiera aprovechar. Era una grata odisea porque la más cercana que tenemos en Matamoros es la Biblioteca Lyndon B. Johnson en la ciudad de Austin, Texas, un edificio que parece una enorme caja de zapatos, la cual incluso en su interior cuenta con una réplica de la sala oval de la Casa Blanca.
El punto en el que quiero aterrizar es que hoy en día, si quitamos el aspecto turístico de las mencionadas bibliotecas y nos concretamos sólo al conocimiento que de ellas se pudiera derivar a favor de nosotros, Google nos ahorra con enormes creces el camino de terracería del conocimiento. Ya no tenemos que renunciar a las dulzuras de una vida tranquila para ir a buscar afanosamente el conocimiento. Con Google el conocimiento lo podemos encontrar en casa. Eso no debe dejar de asombrarnos nunca y por ende tenemos prohibido quedarnos imperturbables, indiferentes y sin inquietudes.
Que Internet es un medio donde la información fluye sin recato, puede ser, pero con un poco de criterio y con reglas que nos lleven al orden podemos disfrutar del uso perfecto de un medio imperfecto y sobre todo bajo la perspectiva de que gracias a la modernidad de Google, fundado en 1998 por Larry Page y Sergey Brin, nos evitamos muchos gastos en el trayecto entre nuestras cotidianas ignorancias y nuestro arribo al conocimiento, que bien empleado nos puede llevar al paraíso de la sabiduría. No hay biblioteca más sofisticada que la que podemos atraer a nuestra presencia con esta red social.
El tiempo habló. Hoy el Sistema Presidencial de Bibliotecas, gracias a Google, es una fascinante reliquia.
El tiempo hablará.