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Locuras Cuerdas
Sentimientos encontrados. México vs Suecia.
28/06/2018 – Que nadie se equivoque, cuando se pierde un partido o un campeonato, siempre habrá otras oportunidades; cuando se pierde el estilo, se pierde todo. Jorge Valdano.
Mi querido y dilecto lector, el día de ayer vivimos una aparente contradicción, pues con una derrota, México pasó a la siguiente fase mundialista y con una victoria Corea del Sur quedó eliminado aunque con un sabor a campeonato del mundo tras derrotar con heroísmo deportivo a una selección alemana que simplemente debe adecuarse a los nuevos tiempos en que los aparentemente equipos pequeños ya tienen forma de analizarlo y con ello lograr el recurso para vencerlo. Algo que hasta antes del inicio de este mundial era considerado un poco más que imposible.
El juego de ayer tiene un alto nivel de enseñanza antropológica para todos los que nos esmeramos en encontrar lecciones en todos los rubros de la vida. Hay una frase que escuché en cierto momento de mi vida cuando las cosas no marchaban del todo bien, que a la letra dice: “A veces ganando se pierde y a veces perdiendo se gana”. Este aforismo se asimila en la vida, no sin cierto tipo de contrariedades en el alma de quienes lo experimentan. A bote pronto recuerdo una columna pasada donde aborde el tema del “azar”. Todo aquello que nos sucede, no gracias a nosotros, sino a pesar de nosotros.
Eso fue lo que le sucedió, aparentemente, a la oncena nacional mexicana. Permítame explicarme y puntualizar ciertos detalles para traer luz a mi argumento. La Vox Populi dice, en un alarde de simpleza, que le debemos este pase a la selección de Corea, yo pienso que no. Estimado y sesudo lector, Pitágoras decía muy orondo que “El orden de los factores no altera el producto”; pero Sócrates, en su filosofía mayéutica agregaría que, si no altera el producto, lo que sí altera son las emociones. La razón es la siguiente. Si en la logística del pase a la siguiente ronda México hubiera ganado el primer juego, perdido el segundo y repetir el triunfo en el tercero, lo de ayer hubiera sido una euforia nacional de dimensiones épicas. Pero no, la historia inquebrantable e inexorable certifica que se ganaron los primeros dos y se perdió el último. Esta aparente intrascendencia hace que los “expertos” en futbol nos pontifiquen con su petulante y falsa inteligencia futbolística que la vigencia, históricamente perene, de nuestro equipo nacional se la debemos al equipo asiático. Note como me arrebata la ecuanimidad del argumento, el iluso sentido de pertenencia que las emociones baratas del futbol instigan en nuestra efervescencia existencial.
La selección denominada mexicana, que no de México, pues en realidad es un negocio muy solvente y muy particular, no le debe nada a los coreanos, pues tuvo a bien que en los primeros dos juegos, en sus once jugadores, un soldado en cada hijo le dio, pero en el juego contra Suecia, retembló en sus centros la tierra; y entre sumas y restas de los puntajes deportivos lograron el mérito necesario para darse el excepcional lujo de que, aún perdiendo tan holgadamente por tres cocolazos a cero cumplieron su objetivo. Que el azar fue generoso por el triunfo de Corea, eso no le resta mérito. La lección de vida que yo contemplo con suma admiración es que definitivamente, en forma a veces misteriosa, el futuro se conforma por la extraña suma de nuestras alegrías y tristezas pasadas y presentes y que el resultado perseguido, a veces puede llegar por el peso contundente de nuestros éxitos y otras por la brisa imperceptible y ligera del azar, que ocasionalmente juega en contra y que en esta ocasión jugó a favor de los nuestros. Otra vez mi absurdo sentido de pertenencia.
En este excitante y emocionante juego de azar, toca a esta selección jugar el próximo lunes contra su similar de Brasil. Ahora debe intervenir el talento deportivo, ese que supo jugar contra Alemania en el primer partido. Estamos experimentando el vértigo de jugar bajo presión con los grandes. Eso agota mental y emocionalmente, pero es parte del reto, permitirse entrar en la autopista de alta velocidad de los grandes y hacer de eso una costumbre; es entonces cuando el deporte “intrascendente” del futbol y quizá por influencia, otras cosas, tendrá la semilla para que futuras generaciones tengan la fuerza física y mental que se requiere para seguir soñando en cosas chingonas, como dijo coloquial y lingüísticamente estridente el «Chicharito» Hernández.
Que nuestro objetivo de vida se cumpla como resultado de nuestro talento y nuestro oportuno plan de acción, y si en determinado momento los sucesos nos rebasan como el día de ayer rebasaron a la selección mexicana, que Dios utilice el azar a nuestro favor. No se le debe nada a Corea. La factura pendiente es con el desarrollo del talento de las futuras generaciones, no solo en el deporte, sino en todo lo que conforma la vida de cada quien. Empezando por ir a votar el próximo domingo.
El tiempo hablará.