Familias tratan de rehacer sus vidas tras tornados


Garland,4/01/16.- Martha Salazar extrajo un calendario de abajo de un montón de material aislante remojado sobre el piso de su sala.

“Ya estábamos listos para el año nuevo, y hasta teníamos nuestro calendario 2016. Ahora está arruinado”, dijo, aventando las hojas maltrechas a un montón de basura.

Un letrero rojo pegado en un vidrio decía “Inseguro” en grandes letras negras.
La casa de Salazar en Cresthill Lane está en uno de los sectores más devastados de Garland. El tornado del sábado anterior arrancó los techos de las casas como si fueran casitas de muñecas.

En la casa de un vecino volteó varios automóviles sobre un costado. Parecía un choque múltiple.
El tornado puso sus vidas de cabeza.

El último día de 2015, los Salazar y sus vecinos se dedicaron a limpiar el tiradero. Dijeron que el 2016 marca para ellos un nuevo comienzo.

“Año nuevo, gente nueva, casa nueva… supongo”, dijo Pedro Salazar, de 20 años, el mayor de los tres hijos de Martha. El menor tiene 10 años.

“Va a tardar para que se vea un cambio, pero el cambio vendrá”.
Salvo por la madera que cubre las ventanas rotas, la casa de los Salazar, de ladrillo rojo y de un piso, desde el frente se ve casi como lucía cuando la compraron hace cerca de una década.

Pero adentro, el piso de la sala que Félix, el esposo de Martha, recientemente cubrió de losa, estaba encharcado y regado de trozos de material aislante y paneles de yeso.

Los pisos de madera que Félix instaló en octubre en una recámara estaba cubierto de pedazos de vidrio, y unos agujeros en el techo de la sala recién pintada y cubierta de aislante dejaban ver el cielo azul.

El jueves en la tarde la familia recibió noticia de que podrá mudarse a una casa de renta en Garland cerca de donde vive el hermano de Martha, donde por ahora se están quedando.

Tienen planes tentativos de empezar a mudarse el martes. Ahí es donde van a vivir mientras reconstruyen su casa. Por lo menos ese es el plan ahora.

Todavía están enfrentando las cosas como vienen.
“Volveremos. Nos gusta mucho esta zona”, dijo Martha.

Días después de la tormenta, aún batallan para acostumbrarse a la realidad. En ocasiones intenta encender la luz en la recámara, olvidando que no hay electricidad.

Las tablas que cubren las ventanas hacen casi imposible ver sin ayuda de una linterna. Los días festivos no son lo mismo este año.

Agencias

Share Button