El secreto del Caribe

Agencia Reforma 26/03/15.-Al chocar contra las rocas, el sonido de las olas inquieta incluso al valiente; pero más vale pisar con aplomo porque el viento es fuerte. Caminar sobre el Puente Natural Bebé, en Aruba, es un pequeño desafío que el viajero acepta con gusto después de gozar la vista que, desde ahí, deslumbra.

Aproximadamente a 10 kilómetros, justamente del otro lado, están las famosas playas de Aruba, esta idílica isla caribeña que pertenece al reino de los Países Bajos. Son playas de catálogo, ya se sabe: blanca arena y mares turquesa. Pronto llegaremos a ellas; ahora es tiempo de caminar a paso lento por este puente natural, cincelado lentamente durante miles de años por el fuerte y constante golpe de las olas.
Aunque la vista es espectacular, los locales aseguran que no se compara con la que existía antes del 13 de septiembre de 2005, cuando el Puente Natural de Aruba, con más de 30 metros de longitud, se derrumbó. La formación rocosa dejó algunos vestigios, entre ellos el llamado Puente Bebé, que es mucho más chico –con 7.6 metros de largo, que rápidamente se convirtió en la nueva atracción favorita de la isla. El sitio ideal para tomarse la foto.
Sin embargo, más vale caminar con cuidado (y con calzado cómodo), a riesgo de llevarse un recuerdo mucho más carnal, en forma de raspones, moretones y otras linduras.
Además, los guías recomiendan no acercarse mucho al mar si no se quiere terminar completamente mojado por alguna ola traicionera que llega de atrás. Si esto sucede, hay que guardar la calma: sólo se necesitarán unos minutos para que los 30 grados del verano arubeño se encarguen de que el viajero quede completamente seco.
Ahora queremos volver a la playa. Estamos lejos; aquí el paisaje es desértico, sólo adornado por unos cuantos cactus. Nos hemos alejado un poco y, en un despiste, perdimos el camino de vuelta. Un arubeño sonriente lo nota.
«Aquí nadie se pierde, no se preocupen. Nuestra isla mide sólo 193 kilómetros cuadrados; en seis horas la recorrerían con total tranquilidad», dice señalándonos el rumbo correcto. Se llama Edison Mersona.

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