5/09/15.- La diabetes, la obesidad, la edad, entre otras causas, elevan el riesgo de desarrollar «piedras» en la vesícula biliar, una de las patologías más frecuentes del aparato digestivo adulto, con una prevalencia del 12 por ciento de la población mundial.
El 75 por ciento de las personas que padecen la patología no demuestra síntomas, por lo que el padecimiento se descubre en estudios de imagen en un laboratorio o bien cuando se presenta un cuadro de dolor abdominal agudo.
Al momento de su descubrimiento, es posible que las «piedras» o llamados «litos», tengan ya tiempo en la vesícula del paciente, esto lo determina el médico de acuerdo al tamaño de los mismos.
La compañía Pan-American México detalló en un comunicado que los factores para desarrollar esta enfermedad se pueden agrupar por raza, edad, género, obesidad y diabetes, en esta última es necesario llevar una dieta adecuada, ya que se asocia más a la presencia de los «litos».
Cuando estas «piedras» obstruyen el conducto de salida de la vesícula, esta tratará de responder al estímulo de contracción con resistencia a la salida, lo cual aumenta la presión dentro de la vesícula y al no poder vaciarse el músculo de la pared vesicular, esta se fatiga y deja de contraerse para volver a hacerlo en cuantas ocasiones pueda.
Si el «lito» se mueve y permite que la vesícula se vacíe o bien hay una fatiga absoluta del músculo de la pared, el dolor desaparecerá y sólo habrá sido un cólico vesicular.
Pero, cuando el cuadro incrementa en intensidad y se acompaña de vómito, fiebre o distensión del abdomen, es cuando se le llama colecistitis, término que denota una inflamación, no sólo de la vesícula sino también en los órganos cercanos a la misma.
La presencia de coloración amarillenta en la piel, orina oscura, mucosas y esclerótica de los ojos, se llama ictericia, la cual ocurre cuando un «lito» logra pasar de la vesícula hacia el conducto que comunica al intestino, obstruyendo el paso de la bilis, generando que los pigmentos contenidos en la bilis (bilirrubina) pasen al torrente circulatorio, produciendo el color característico.
En este caso el cuadro de dolor, las potenciales complicaciones y el tratamiento cambian por completo.
Cuando se diagnostica la enfermedad y se corrobora por medio de estudios como el ultrasonido, el único tratamiento hasta ahora comprobado científicamente es la cirugía, siendo el abordaje por vía laparoscópica la más común.
Otros tratamientos empleados no resuelven la enfermedad y mucho menos sus complicaciones.
Agencias