Desafío

Rafael Loret de Mola

25/08/15

*Grabaciones “Muertas”
*Síndromes Partidistas
*Resucitados “al Vapor”

A Hillary Clinton la traen asoleada con su pasado; y no precisamente por lo aguantadora que se mostró al conocerse las infidelidades de su marido mientras ejercía el poder presidencial desde la Casa Blanca, un escollo superado gracias a la apostura y talento de la mujer aspirante, con posibilidades a la baja, a la presidencia de los Estados Unidos. El asunto es interesante por los paralelismos con otra señora, Margarita Zavala Gómez del Campo, querendona de sus parientes –entre ellos los dueños de la guardería ABC de Hermosillo en donde fallecieron cuarenta y nueve bebés-, quien sufrió lo suyo durante su estancia en la residencia oficial de Los Pinos.
Hillary, una abogada brillante y con mayores contactos y conocimientos que su marido cuando éste se desempeñaba como gobernador de la “pequeña Arkansas”, fue una especie de conciencia atormentada durante los dos periodos de Bill, su esposo, un sureño a toda ley acostumbrado a la servidumbre de las mujeres –incluso la sexual-, por efectos del antiguo modelo esclavista que no desapareció, ni mucho menos, con el sacrificio del gran Abraham Lincoln.
Margarita, nacida en 1967 –con la igualdad de género se excluye el privilegio de reducir la edad de las damas por una falsa caballerosidad-, es abogada también por la Escuela Libre de Derecho –semillero de líderes de la derecha aunque de diversas filiaciones partidistas-, aunque no se sitúo, como Hillary, entre las diez mejores de su país. Fue legisladora, eso sí, de medio alcance, y sacrificó su propia perspectiva para seguir a su consorte quien, no obstante, tuvo pleitos conyugales con ella de niveles escandalosos como, dijéramos, en el sexenio de josé lópez portillo cuyos gritos llegaban hasta la avenida Constituyentes cuando “dialogaba” con su esposa, Carmen Romano. Hay testigos de ello aunque la pareja ya esté en otras dimensiones fuera de las terrenales.
Si Hillary bebió el trago amargo de la becaria Míonica Lewinski, Margarita hizo lo propio cuando Patricia Flores Elizondo se convirtió en una suerte de vicepresidencia de oficio mientras calderón daba rienda suelta a sus apetencias, con ella y con algunos más durante sus festejos pantagruélicos en la casa oficial que dieron origen al término “las tardeadas de felipe”. La segunda, además, fue víctima de varios incidentes de género que le obligaron a abandonar Los Pinos en tres ocasiones, cuando menos.
El hecho es que Hillary, en los Estados Unidos, pretende desaparecer las grabaciones extraoficiales, pero con contenido confidencial, realizadas cuando se desempeñaba como secretaria de Estado durante el primer periodo de Barack Obama, el decepcionante. Carl Bernstein y Bob Woodward –“Todos los Hombres del Presidente”-, del Washington Post, insisten en que este caso es aún más grave al de Watergate descubierto y seguido por ellos hasta la necesaria renuncia de Richard M. Nixon en 1974. Sobre todo porque el segundo se trataba de un expediente sobre la seguridad interna de Norteamérica y el actual compromete, con severidad, a no pocos gobiernos “amigos” de la Unión Americana. Y tienen mucha razón.
Con la precandidatura de Margarita, claro, los panistas quieren deslindar a calderón de sus tremendos derrapes presidenciales, incluida la matazón entre la delincuencia organizada, el ejército y la ciudadanía –con el imperativo de que surgieran las “autodefensas” cansadas de los atropellos en regiones como Michoacán y Guerrero pero también en diversas entidades del norte-, y la negligencia obtusa respecto a los dramas sociales como el incendio de la guardería mencionada con efectos devastadores sobre la credibilidad pública y la imagen pendenciera del mandatario en ejercicio entonces.
Es obvio que Margarita pretende, claro, devolverle a su marido la moneda de dos caras con las falsedades correspondientes. Además, se cubren tras de ella figuras tan deplorables como el gobernador saliente de Sonora, Guillermo Padrés Elías, un mercenario de las tragedias más dolorosas y de los dramas sociales coyunturales; y otros de la misma calaña como el poblano Rafael Moreno Valle, monarca de la “ley bala” y represor por antonomasia, además de poseedor de una prepotencia tan obsesiva que le reduce a la condición de enfermizo.
Es la hora del espionaje, de los secretos y de las grabaciones que se borran. Lo peor es cuanto desemboca hacia el escenario de Ayotzinapa, Iguala y Cocula, sobre los cuales, luego de un año de los acontecimientos execrables, sólo se sabe que muchas pruebas, cintas y documentos han desaparecido por obra de algún escapista de la política entre quienes puedo citar a Aurelio Nuño Mayer, luis videgaray caso, Miguel Ángel Osorio Chong, su paisano Jesús murillo Karam y la actual procuradora Arely Gómez González Blanco quien se sacó, sin posibilidad de réplica, la rifa del tigre.
¿Cómo es que se volatizaron tantos y tantos elementos probatorios cuyos contenidos –precisamente porque desaparecieron como los “normalistas” quienes difícilmente puedan volver a sus casas aunque duela decirlo en lo más profundo de nuestra conciencia-, seguramente eran demasiado comprometedores para el ejército, el cínico ángel aguirre rivero, quien renunció al cargo de gobernador negociando su impunidad, y a la dirigencia perredista que intervino en la parodia más abyecta del sexenio peñista? Sólo existe una causa probable: la consigna superior. Y ello lleva el asunto hasta el peldaño más alto del poder, en el Palacio Nacional.
¿Con todo ello se atreverá a dar el “Grito” el señor peña o buscará un “escape”, digamos hacia Dolores, para evitar la furia de las masas en el Zócalo dispuestas a darles las espaldas mientras lo repudian tan alto como las gargantas lo permitan? Estamos listos para ello como preámbulo al inevitable PARO NACIONAL, convocado para el 14 de octubre, en carrera contra quienes pretenden boicotearlo para arrastrase a los pies de quienes los financian por debajo de la mesa. Ya saben ustedes a quienes me refiero.
Desaparecer expedientes tan delicados, sobre todo porque en ellos se funda gran parte de la crispación nacional, es como prender una bomba cuando la sociedad civil quiere agotar todas las vías pacíficas antes de que “alguien” se adelante con un estruendo imparable. ¿O es acaso por lo cual optaron por incinerar papeles cuya revelación podría situar el genocidio de los normalistas –y acaso los demás, desde la matanza de Tlatlaya-, en las manos del secretario de la Defensa Nacional en el linde del estado fallido o de un golpe de Estado? Suena terrible, lo sé; pero no es un cuento chino como los de algunos voceros oficiales listos a privilegiar una carrera de peña sin cuidarse de no mostrar sus quemadas y estropeadas rodillas -¿acaso por efecto de una quimioterapia?- y su desencajado rostro. ¿Nos mintieron acerca de cuánto corrió el mandatario en plena lid para insistir en una salud que, de manera evidente, ya NO TIENE?

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