Rafael Loret de Mola
28/07/15
*Los Números Felices
*Velasco no Llegará
*Niño y Computadora
Para el INEGI, cuya credibilidad va en descenso lo mismo que la resistencia de los mexicanos, los homicidios en el país han disminuido de 28 por cada cien mil habitantes, nivel registrado en 2009, a sólo 16 en el dramático 2014, el año de los “desaparecidos” de Ayotzinapa y de las matanzas por obra de los castrenses en Tlatlaya que luego seguirían en Villa Purificación, Tanhuato y Apatzingán, ya en 2015, con una diapasón más precisa que la de los instrumentos musicales, como si se tratara de dos mundos: uno el visto por un gobierno tuerto y mentiroso; otro el que avizoramos los mexicanos en nuestro intento por salir adelante y defender a nuestro país.
Claro: si los crímenes, en la numerología del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, descienden es porque en estos tiempos los uniformados los ocultan mejor. Nadie habla, por supuesto, de las decenas de restos encontrados en la zona de Iguala y Cocula, muy cerca de las minas de oro y los laboratorios de cocaína, y que no resultaron ser los de los normalistas de Ayotzinapa. Esto es, salvo un fraile, los demás no han sido identificados y tal demuestra hasta donde llega la inmundicia a la hora de valorar los genocidios impunes.
Ya no es sólo uno, subrayamos, sino una secuela interminable que debe parar, de una vez por todas, para rescatar a las nuevas víctimas potenciales de una represión como nunca se había visto en México. ¿Persiguen a los narcos y los secuestradores? Basta ver las fotografías de los niños acribillados en Ostula, hace una semana, para corroborar el odio, el rencor y el desorden mental de las huestes del general Salvador Cienfuegos Cepeda, secretario de la Defensa Nacional; y ni modo que se les señale como “capos”. ¡Cienfuegos renuncie de una vez si le queda algo de vergüenza!
Por mucho menos se ha juzgado a otros, como el caso del general Jesús Gutiérrez Rebollo, ya extinto pero quien me dejó su testimonio, encarcelado en Almoloya y sin túneles a la mano por haber señalado al general Enrique Cervantes Aguirre, titular de la Defensa durante el execrable régimen de ernesto zedillo, el gran simulador, como el verdadero enclave de los cárteles rivales de Ciudad Juárez y Tijuana. Tal lo mandó a la fosa, con apenas defensa, sin que jamás se haya indagado a Cervantes. Este es el México de las grandes simulaciones instaurado o elevado por el señor zedillo.
La permanencia de Cienfuegos, sin duda, alimenta las dudas sobre la repartición del poder real. El señor peña, enfermo como sabemos, no está en todas ni con todas luego de separarse de su mujer, Angélica, por un duelo de intereses –así se confirma la trama del contrato obtenido por la actriz por desarrollar el papel de “primera dama” que ella convirtió en “primera diva”-, pasar su cumpleaños en Guerrero al estilo de su efebo chiapaneco quien se casó con un blindaje de mujeres de la etnia chamula, y además sin la compañía de sus familiares, en clara demostración de sus límites ya no sólo de agenda sino, sobre todo, de capacidad y actividad. Da pena ajena.
Cienfuegos, en cambio, parece fortificarse dentro del triunvirato oculto que firma con Aurelio Nuño Mayer, asesor principal de peña y renombrado amigo íntimo del titular de Hacienda, luis videgaray caso quien cierra el triángulo del poder ante los vacíos evidentes del mismo. Digamos dos contra uno pero el mílite con toda la fuerza del mando terrestre y con enorme capacidad hasta para enviar a matar niños en Ostula, Chiapas, sin que le tiemble el pulso ni cambie el tono de su voz sabiéndose “intocable”. Cualquiera de nosotros puede ser mañana el referente sin importancia dado que podemos integrar, bajo una sospecha ruin, una banda o un cartel por disposición superior. Antes sólo se llegaba al extremo de “sembrar” drogas en los vehículos de los opositores al régimen aunque hubo ocasiones en las que se simuló accidentes carreteros grotescos en plena debacle de la “renovación moral” que produjo un nuevo cauce a los crímenes de Estado durante la administración del asesino y ladrón miguel de la madrid -1982-88-.
El ejército, como la estadística de los asesinatos, va para abajo, en caída libre. Por ello, claro, el señor peña nieto, en una de tantas incursiones con discursos preestablecidos –no puede ser de otra manera dados los antecedentes-, alegó que son injustos los intentos de “machar a la milicia”. ¿Se habrá equivocado y en lugar de milicia se refirió a la malicia? Si nos vamos a historias recientes lo afirmaríamos, pero aun así, despistado y todo, no creemos que en su sano juicio nadie, ni un enfermo como él, pueda cuestionar los señalamientos contra los mandos castrenses luego de las matanzas descubiertas -¿cuántas más habrá que sí pudieron ocultarse como se intentó con las que se filtraron?-, y la consiguiente impunidad a favor de quienes integran la cúspide de la pirámide.
Esta es la cuestión. En 1968 se convirtió al general Marcelino García Barragán en una especie de héroe de la lealtad por no haber propiciado un golpe de Estado con el ejército, a su mando, en las calles. Y poco importaron los dramas de miles de mexicanos que perdieron a sus hijos en la Plaza de las Tres Culturas ante el horro universal y a diez días de los Juegos Olímpicos cuya ceremonia de inauguración se vio repleta de soldados disfrazados de civiles para proteger la integridad del presidente gustavo díaz ordaz. Hoy, sencillamente no puede procederse de la misma manera. Sobre todo porque la ausencia de justicia es proclive a la reincidencia de los graves males, crímenes nada menos, en un escenario minado por los vacíos de autoridad y el consiguiente temor de los gobernados. Por ello, claro, la crispación va en aumento y no se ofrecen salidas de escape, de ninguna especie, salvo las proveídas para la misteriosa fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
El horror inicial se ha convertido en furia; y ésta puede desencadenar reacciones que no quisiera mencionar pero es necesario tener en cuenta. Ya no es la misma la capacidad de tolerancia de un pueblo profundamente lastimado. Y es esto de lo que no se dan cuenta quienes gobiernan detrás de bambalinas, acaso con influencias notorias de las mafias dominantes. De otra manera no se habría dado, como está ocurriendo, el fenómeno de los Juniors encaramados al poder para defender las heredades políticas de sus progenitores, todos ellos señalados en diversas ocasiones como predadores; curioso: sólo los más perversos logran que sus hijitos o demás familiares se encaramen al gran árbol protector de la negligencia pública y se conviertan, poder en mano, en multimillonarios llaneros. Como Pablito Gamboa Miner, hijo de emilio el pederasta oscuro y fundador de la célebre “cofradía de la mano caída” desde el sexenio del hoy extinto miguel de la madrid. ¿Estamos?
Por eso los miembros del ejército sirven a la nueva aristocracia mexicana y no a los integrantes de una población herida cien veces por efecto de las matanzas, los acosos, las “desapariciones forzadas”, los saqueos y secuestros por las treinta y dos entidades que forman el país. Ninguna se escapa y, por igual, las autoridades locales son juzgados con rigor justo porque no han sabido cómo afrontar el conflicto mientras tratan de interpretar las señales de humo que salen ya no del Palacio Nacional sino del Hospital Central Militar en donde, cada semana, el presidente de la República acude para ser tratado con las mejores tecnologías existentes.