Opinión


Desafío


*Los Días por Llegar
*Robar la Presidencia

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22/10/2018 – Para muchos todavía será una larga espera bajo el peso de la incertidumbre; otros, en cambio, hacen hasta novenarios rendidos ante la esperanza que alumbra a partir del ya muy próximo primero de diciembre. Por un rincón, se invoca al diablo para ver si el camino se tuerce hacia el inframundo; más allá, el pueblo sonríe, porque ahora sí, le llegó la hora final a los infames y habrá de iniciarse una nueva era en donde la corrupción sea extirpada porque así lo dijo el presidente electo. Nunca, eso sí, había sido tanta la expectación.
Un mes y nueve días más. Menos de cuarenta como los que destinó Jesús, de acuerdo con la Biblia, a su retiro en el desierto donde repelió las tentaciones de Satanás encarnado en México por la clase política siniestra, capaz de convertir a un santo en un mero recaudador de botines arrancados a la comunidad nacional, despojada hasta de su soberanía, en plena rapiña contra el país y su futuro. La privatización del agua es el fin, al parecer, de la opereta peñista, asfixiante e indecorosa. Y, sin embargo, pese a tantas matanzas y tantos peculados por él solapados y hasta alentados, lo soportamos ya casi seis años.
Dentro de un sexenio exacto, Andrés Manuel habrá cesado en sus funciones –el 30 de septiembre de 2024-, si la fuerza y la salud endeble le acompañan, y entonces no habrá viraje alguno que le permita retomar la ruta de la historia. Por ello, claro, nadie espera que, de verdad, deje pasar la oportunidad de cortar de raíz los cimientos podridos del pasado para construir el andamiaje de la nueva República, como él dice, o el de la cuarta transformación de una patria que es más vulnerable, depauperada y ausente de moral en la cúpula del poder, el del peñismo como remate de la derecha, como nunca lo había estado. Redimir lo bueno, en tales términos, es desafío para titanes.
Durante cuatro meses, Andrés no ha soltado la cola al tigre ni se ha permitido respiro. Si la suelta, la bestia engendrada en la inmundicia de la corrupción le encajará sus garras; y si para, para tomar aire en el último tramo de la carrera agotadora, dejará a sus seguidores “con el Jesús en la boca”, esto es entre la desesperanza y el rencor profundo. De allí el imperativo de que el próximo jefe de Estado, quien lo será durante cinco años y diez meses, cuide al máximo su salud y su seguridad. Los malvados ya saben que va sin escoltas; los perros del mal están tan listos como los miembros de una ayudantía silente y de cuestionable capacidad de maniobra.
Treinta y nueve días para asegurar y asegurarse contra las tentaciones de Lucifer –Alfonso Romo, Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Alfonso Durazo, “Napito” y un largo etcétera-, para que entre a sus respectivos aros. Romo ya lo paseó por sus heredades de Chiapas desde donde arrancará el Tren Maya –un proyecto loable y necesario-, que no debe caer en las garras del tigre de la ambición ni dormitar en las cuevas de los cómplices.
México es muy grande; pro NO soportaría una decepción más y mucho menos del tamaño de la gracia concedida a Andrés.
La Anécdota
Alega López Obrador que ya perdonó a quienes le robaron la Presidencia en 2006. ¿También olvidamos los doce años de consecuencias brutales que ello generó, desde la “guerra de calderón” hasta las matanzas y desapariciones de peña nieto, el devastador “galán” de las historias de terror?
No, Andrés. No caigas en la superficialidad cuando los mexicanos, todos dolidos por tantas afrentas, exigen, sobre todo, esto es sobre cualquier proyecto y cercanía entre pueblo y gobierno, la justicia que es cauce hacia la libertad.
Si no se juzga y encarcela a los grandes predadores de hoy, habrá otros que sigan sus pasos aunque el presidente se diga honrado; y no lo será si voltea la mirada hacia otro lado para hacer menos los crímenes del pasado, el insulto de los latrocinios, el escarnio del desprecio y la impunidad que marca las sociedades de las mafias con las instituciones.
Andrés, ya viene el día. No te duermas bajo el cobijo de una falsa bondad.

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