Opinión
Desafío
*Cómo Desestabilizar
*El Deseo de Porfirio
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18/09/2018 – Aunque parezca increíble, quienes observan en riesgo sus intereses personales –por ejemplo los dueños de los mayores capitales que surgen de la minería, las telecomunicaciones y la producción de cervezas, no sólo de las plataformas petroleras acaparadas por grupos afines a carlos salinas, también por el mal nacido de Emilio Gamboa Patrón y otros entes de su ralea-, apuestan a que pueden desestabilizar a México, considerando el poder que atesoran supuestamente en riesgo también, en setenta y tres días, los mismos que faltan para la ceremonia de transmisión del Ejecutivo federal. Y, de verdad, vienen preparándose para ello desde hace varias semanas.
Por ejemplo, la guerra intestina en la UNAM entre estudiantes agredidos de todas las maneras posibles –incluso la muerte de una joven activista-, y los inútiles “porros”, buena parte de ella “fósiles” que se han rezagado por su inclinación a los vicios, o bien narcomenudistas que acosan a diario –y no pocas veces los hacen caer-, a los muchachos deseosos de aprender incluso hasta en las sombras de las alucinaciones depravadas. No seamos ingenuos para caer en la versión oficial sobre simples enfrentamientos causados por las calenturas de la juventud. No es así.
Precisamente, a pocas semanas de cumplirse el cincuentenario de la matanza de Tlatelolco, cuando la piel vuelve a hervir al calor de los recuerdos y, sobre todo, de la brutal injusticia de la impunidad, se recrudecen las tensiones no sólo en la UNAM sino en otras universidades estatales, como la de Morelia o la de Hidalgo, rehenes de voluntades perversas deseosas de romper con el orden y provocar reacciones en cadena con la única intención de desestabilizar al país y distraer a la opinión pública respecto de la brutal herencia del peñismo que debiera ser juzgado, ya desde ahora, mediante el debido proceso que no es necesario iniciar hasta el primero de diciembre cundo muchos esperan que el Señor de los Cielos –no Amado Carrillo Fuentes, por favor-, descienda hasta la tierra para cumplimentar TODOS los deseos de los mexicanos incluyendo a quienes se sienten embrujados por sus mujeres desatendidas o simplemente ambiciosas. (No faltan los casos como éste en la casa de transición).
Por supuesto, a lo largo de diciembre venidero, las presiones serán altísimas mientras los peña nieto se instalan en una de sus jaujas alrededor del mundo gracias, claro, a la multimillonaria indemnización de Televisa a la célebre “Gaviota”, Angélica Rivera Hurtado –sobrina del ex presidente miguel de la madrid hurtado aunque los ignorantes lo cuestionen con insolencia-, burlándose escandalosamente de los mexicanos. ¿Éste es el cambio por el cual votamos?
Por supuesto, el presidente electo ya debe estar enterado de la amenaza que se cierne sobre él. Sobre todo, fíjense bien, después del primer anuncio relacionado con sus promesas de campaña: la no privatización del agua, acaparada por las cerveceras del norte del continente a costa del sacrificio de los agricultores mexicanos, además, claro, de la mordida a la economía de cada hogar. Basta con este antecedente para fincar responsabilidades a peña y sus ladrones lacayos, desde ahora insisto, y sin esperar a que la campana –no la de Dolores- suene al fin para terminar la etapa de pugnas intestinas entre los gobiernos saliente –condenado ya por la historia- y entrante, en vía de acoso.
Estamos en el linde, peligrosamente.
La Anécdota
Tras el fraude de 1988, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, candidato presidencial que fue del Frente Democrático Nacional, reunió a una multitud –más de un millón de personas-, a su alrededor. Fue entonces cuando, al oído, Porfirio Muñoz Ledo le sugirió:
–Tomemos Palacio. Nadie nos detiene y la historia nos entenderá.
Cárdenas se negó para evitar un derramamiento de sangre. Meses después, ya como senador de la República, Muñoz Ledo desayunó conmigo en Sanborn´s de Los Azulejos y me confió este relato concluyendo:
–Espero que no nos pase lo que a Hidalgo en el Cerro de las Cruces; pudo evitar que se prolongara la guerra y ésta duró dieciséis años más.
En el caso actual, las cabezas de Cuauhtémoc y Porfirio siguen en su sitio… pero debieron pasar ¡treinta años!