Desafío

Rafael Loret de Mola

29/06/15

*Muertes Rutinarias
*Ejército en Capilla
*Chuayffet al Museo

(Premio Nacional de Periodismo 2015)
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Para el devaluado y señalado gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, los tiroteos registrados durante el fin de semana anterior y mantenidos los días subsecuentes, con saldos de varias decenas de muertos, son casi rutinarios y deben observarse como “hechos aislados” aunque el número de víctimas sea impactante. En otras expresiones poco usuales en el vocabulario oficial, el mandatario que va de salida habló de “ajustes de cuentas” como si fuera parte de las redes delincuenciales y supiera los motivos de fondo que ocasionan este violento finiquito de su régimen. ¿Será ésta la manera de blindarse enviando un mensaje, de paso, a su sucesor, Jaime Rodríguez “El Bronco”, quien habrá de gobernar más solo que en el desierto en cuanto a la clase política pero con considerable apoyo de la ciudadanía? Votaron por él, no se olvide, el 49 por ciento de los electores en una de las pocas regiones en donde NO venció el abstencionismo.
El señor Medina busca también cubrirse las espaldas respecto a los escándalos relacionados con sus movimientos inmobiliarios, sobre todo los que han estado a cargo de su padre, Humberto Medina Ainslie, de quien ha pretendido deslindarse alegando que cuanto éste ha labrado se debe a cuarenta y siete años de trabajo y por cuanto no es funcionario público es libre de hacer negocios y operaciones de acuerdo a sus intereses, lo mismo en el caso de sus hermanos igualmente “exitosos”… a partir de la entronización de Rodrigo.
Por cierto, los neoleoneses recuerdan, con precisión, cómo el mandatario Medina de la Cruz optó por refugiarse, junto con su familia, en San Antonio, Texas, durante casi dos años; sólo retornaba a Monterrey, a despachar brevemente en Palacio de manera perentoria y con una guardia digna de uno de los grandes dictadores del continente. El miedo rebasaba la superficie por el dominio de los narcos quienes se daban el lujo de cerrar, cuando querían, las arterias principales de la capital de la entidad y colgar cadáveres, con leyendas grotescas, sobre los pasos peatonales y los desniveles. Daba la impresión de que la productiva Monterrey viajó hacían el pasado para aterrizar, la ciudad y sus habitantes, en los escenarios del Viejo Oeste con John Wayne a la cabeza. Total, el embajador saliente de los Estados Unidos en México también puede formar parte de la coreografía por su nombre: Tony Wayne.
Pero llegó el 4 de marzo de 2011 y los derroteros cambiaron. Ese día, un aniversario más de un PRI envalentonado por contar con un candidato mediático, el coahuilense Humberto Moreira Valdés, el hombre que más ha endeudado a su entidad para favorecer la campaña de enrique peña nieto, cobraba sus bonos asumiendo la presidencia del PRI nacional con una parafernalia digna de una estrella de cine, con bombardeos constantes para exaltar su personalidad y un discurso atemorizado de acuerdo al análisis de la mayor parte de los concurrentes. Pocos sabían, salvo la delegación de Coahuila que a esa misma hora Saltillo, la capital, era centro de tiroteos por doquier acreditados a las mafias que habían herido a Monterrey y parecían desplazarse hacia el oeste con tal de amedrentar a quien estaba señalado para ser quien hiciera los trabajos sucios a la vera de peña nieto.
Poco después llegaron los incendios que devastaron los bosques de Coahuila como nunca antes y la frenética búsqueda de hilos conductores que permitieran confirmar los desvíos –que sí los hubo- desde las finanzas estatales; el escándalo fue tal que Moreira se marchó del PRI pero dejó a su heredero, su hermano mayor, Rubén, instalado en la gubernatura para asegurar el cacicazgo familiar aun cuando las desavenencias fraternales son peores a las que suelen darse entre los peores enemigos. Humberto se refugió de la paliza y Rubén siguió con la pistola al cinto con una gran capacidad de reacomodamiento. Ahora aseguran que ya tiene la confianza de peña y algunos de sus gobernados ya comienzan a sopesar –lo que sería una burla gigantesca a la democracia y la confirmación de la exaltación aristocrática- que alguno de sus hermanos, Carlos posiblemente, pudiera sucederlo para ligar tres sexenios al hilo bajo el mando de una madre autoritaria y entrometida que provoca el pánico entre su desbalagada descendencia.
El hecho es que, a partir de aquel momento, Coahuila se incendió y Nuevo León pareció entrar en un letargo con Rodrigo Medina más tranquilo y hasta con presencia en Monterrey, en el Palacio de Gobierno, a pesar de algunas serias matanzas como la del Casino Royale con saldo de dieciséis muertos en agosto de 2011, precisamente. Pero ya el gobernador estaba más tranquilo, incluso para inmiscuir al hermano del alcalde panista, Manuel Jonás Larrazabal, quien recogía “tajos” de billetes en los centros de diversión para adultos concesionados por el fraterno presidente municipal, Fernando. El drama dio cauce a un forcejeo político del cual no se levanta aún Acción Nacional. Y Rodrigo Medina, más que contento.
Es un hecho que los familiares del mandatario neoleonés no fraguaron sus fortunas “antes” del periodo del que nos ocupamos sino durante el desarrollo del mismo; de igual manera, su tranquilidad obedeció a un acuerdo de tolerancia para posibilitar el trabajo de las mafias, que se fueron a conquistar Coahuila, sin bloqueos ni aparadores de terror por las avenidas de la ciudad más industrializada del país. Fue como si se hubiera cortado de tajo el sexenio de la impudicia: luego de dos años escondido, Rodrigo dio la cara y pudo asumir sus reales funciones aunque las matanzas no disminuyeran para ya no en el entorno del mandatario ni para manchar su imagen con escenas siniestras. Todo fue casi automático.
Y, a cambio de ello, el enriquecimiento familiar fue ilimitado. Comenzaron a descubrirse la adquisición de mansiones y fraccionamientos de lujo por las mismas manos que mecían la cuna del gobernador Medina y ya éste no tuvo más remedio que asimilar los golpes y dejarlos pasar hasta la victoria, el domingo 7 de junio, del célebre Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, que derrapó por su exceso de cortesías a la figura presidencial pero no dejó de insistir que en cuanto a la aplicación de justicias no habría deslinde alguno y sería igual para todos, un recado muy sonoro a los oídos “castos” de Rodrigo.
Esta es la razón y no otra por la que el mandatario Medina de la Cruz se muestra bastante rastrero en cuanto a la inevitable transición política y no sólo eso: exhibió por televisión cada una de sus escrituras aduciendo que nada tenía que ver con las adquisiciones de su padre y hermanos, personas físicas sometidas sólo a la legislación civil. Esto es: él responde por cuanto pueda demostrar que es suyo, aunque presente declaraciones en donde lo que tiene dista mucho de cuanto tenía hace seis años, aduciendo su capacidad personal para hacer negocios fuera del poder. Una miserable conclusión sin más fundamento que el cinismo extremo.

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