Rafael Loret de Mola
04/06/2018
*Abrazos de Osos
*Bestia del Golfo
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Los candidatos que suspiran por consolidar el segundo lugar entre los presidenciables –no hay manera de librarnos de alguno de los “cuatro” con El Bronco relinchando sobre una mula de seis-, buscan ser abrazados por los gobernadores de sus respetivos partidos, varios de ellos en el umbral de ceder ante el empuje de otros partidos como en Veracruz, Puebla, Yucatán y, desde luego, la Ciudad de México. Necesitan ternura para consolarse, diríamos, y no fuelle para intentar un salto… hacia el abismo.
Mortifica observar a Ricardo Anaya, precisamente en Puebla cuna de uno de sus pequeños monstruitos, pedir que lo arropen siete gobernadores con la ausencia notable de Miguel Ángel Yunes, el papanatas que quiere dejar a su hijo en el trono de Yuneslandia, Francisco García Cabeza “de buey”, de Tamaulipas, la tierra sin ley legada por el priista descastado, Egidio Torre Cantú, quien deambula con la impunidad como mala mujer corroída en sus entrañas, y del supuesto anfitrió, Tony Gali Fayad, uno de los títeres viles de Rafael Moreno Valle quien presiona, a todo lo que da, para imponer a su esposa, Erika Alonso Hidalgo, en la gubernatura. Puras vergüenzas.
Anaya, entonces, no sólo confronta la guerra sucia desde fuera, por obra y gracia de un sistema al que le incomoda aunque algunos lo señalen como afín al mismo –es el único de los aspirantes que ha manifestado su convicción para iniciar un proceso contra peña mientras sus adversarios le dan vueltas semánticas al asunto que tanto interesa a los mexicanos-, sino igualmente las de adentro como efecto natural de sus compromisos soterrados con el fin de sacar del ring presidencial a sus correligionarios, Moreno y la señora enajenada de calderón a quien ya no quiero mencionar.
Con respecto a Meade busca apapachos por doquier, incluso en los empresarios más adinerados –y miserables moralmente-, para cubrir las sillas de sus mítines desairados; hace unos días, Baillères le dio una manita y de no ser por los acarreados habría tenido que discursar como en un ensayo: a teatro vacío.
Las encuestas no ceden, por su parte. Las que sabemos en manos de las dirigencias partidistas, alegan a favor de situar a su candidato lo más cerca del puntero pero su afán queda roto al menor ejercicio que se haga sin intermediarios. En mi caso, he efectuado cuatro y, en todos, la abrumadora mayoría –del 95 por ciento cuando menos-, se inclina por Andrés; las encuestas más sólidas, con mejor tecnología, le ofrecen un porcentaje mínimo entre el 43 y el 48 por ciento, lo que obligaría a sus contrincantes a sacarle un punto y medio cada día, una hazaña jamás vista en los anales de la democracia moderna en ningún país de la tierra. (Y no me salgan con que la elección de Trump fue una sorpresa cuando en esta página la anunciamos desde cuatro meses antes al día de los comicios).
Pervive, claro, el espíritu del fraude entre los escépticos –incluso priistas que insisten en la posibilidad de una “legalona”, es decir un cochinero, para insistir en que Meade se inpondrá a la mala-, y a últimas fechas se teme por una anulación de las elecciones si la violencia se generaliza y es imposible realizar la jornada prevista para dentro de veintiséis días. Lo cierto es que los mexicanos están mejor informados y, espero, no se dejarán conducir al abismo del conformismo y la manipulación.
Los escuchas del Himno insisten en la oración patria: un soldado en cada hijo te dio.
La Anécdota
El animal prehistórico que aseguran es un habitante oculto del Lago Ness, en Escocia, es un pequeñín si lo comparamos con el tirano-saurio de Veracruz, de apellido Yunes, empeñado en chantajear a quien se deje para asegurar la gubernatura a favor de su hijito Miguel Ángel, un junior a prueba de blindajes y que se pasea orondo por el puerto como si fuera un pequeño reyecito. La nueva aristocracia en su apogeo.
¡Veracruzanos, despierten! ¡Permitan que México evolucione y deje atrás la era del Jurásico político! ¡No nos ofendan votando en pro de quien pasó dos años en la gubernatura sólo para cumplir un doble propósito –como las vacas lecheras-: perseguir a su predecesor –lo que no está mal salvo por la obsesión y la saña que rebasan el impulso de justicia-, y dejar a su primogénito calientito en la silla de mandar. De todo lo demás se olvidó, incluyendo la violencia, acaso por él generada, las persecuciones a los periodistas y el abandono social.
¡Despierten, carajo!