29/05/2018 – Se va, se va mayo. Dos días más y estaremos en junio, en el preámbulo de las expectantes elecciones; pero, de verdad, ¿están tan interesados los mexicanos en ellas que dejarán la mesa de las botanas y cervezas futboleras, en pleno Mundial, para formarse frente a sus casillas y esperar, si hay la afluencia deseada, una hora o más para emitir su voto, la mayor parte sin convencimiento real sobre las opciones a elegir? Me parece una quimera, más si el espíritu está roto por una posible retirada del “tri” desde la primera fase.
El nerviosismo impera por lo que pueda suceder en Rusia y no ante los comicios federales y estatales en ocho entidades además de la Ciudad de México. Ya se sabe que, en su desesperación, el PRI quiere quedarse con Yucatán acusando al aspirante del PAN, Mauricio Vila, por supuestos desvíos presupuestales. Lo mismo que ha intentado en la ONU, con la voz cantante de Claudita Ruiz Massieu –vergüenza de una estirpe con pecados capitales-, para señalar a Ricardo Anaya como presunto lavandero de dinero sin explicar las desviaciones gigantescas de la “estafa maestra”, urdida por Rosario Robles y con muchas toneladas de billetes de por medio: más de tres mil 400 millones de pesos aunque luego se sumó otro “desvío” por 12 mil millones, no los 54 o 58 millones de pesos, que generaron una utilidad de veinte millones, por la venta de una nave industrial.
Eso sí: debería exigirse a Ricardo Anaya, si tanto confía en ganar –lo que no es así-, que se retirara de sus inversiones privadas cuya generación de recursos es inmensa. Nadie puede servir a dos señores, según reza el texto del Biblia que él debe conocer al dedillo acostumbrado, como está, a llevar libros a sus debates y leerlos ante el gran jurado ya no moderadores, que irá creciendo hasta llegar a Mérida en donde habrá quinientos invitados en el auditorio del Mundo Maya, en donde tuve la fortuna de estar hace unos meses a lado del gran Armando Manzanero y del mejor letrista y escritor José Antonio Ceballos Rivas, mi hermano, sin vinculación alguna con el abyecto Diego… para evitar suspicacias desde ahora.
Mérida es plaza panista que está en manos del cacicazgo por obra y gracia del desinterés y una secuela de fraudes electorales que, durante la era cerverista prolongada por la nefasta ladrona Ivonne Ortega, se hicieron pan de todos los procesos. Pretender que el PRI salve la honra con la gubernatura de Yucatán es pretender despertar al Mayab dormido, a los miles de campesinos y gente de bien indispuesta por los abusos inmensos de quienes han dirigido, hacia el abismo, sus destinos, El ¡ya basta!, llegó al fin a una península pacífica pero en donde la dignidad pesa, y mucho, todavía. Llegó, pues, a hora del repudio al sistema, al PRI y al títere impuesto por la modelo de pijamas, Ivonne, de nombre Mauricio Sahuí, un pobre diablo.
Un mes se va más pronto que el paso de las golondrinas –las hay “yucatecas”-, en el adiós inevitable de un partido que pretendió apropiarse de los lemas de la Revolución y los traicionó todos, uno a uno. No se puede seguir fingiendo.
La Anécdota
La cartera de Andrés, como aquel reloj que debió subastar aunque nadie recuerda quién se lo llevó a casa y los maledicentes dicen que la rifa fue sólo familiar, se ha convertido en el referente de la moda. De piel, claro está, y delgada porque no requiere llenarla de billetes ni para la compra de un refresco; otros pagan, siempre, aunque luego pasen las cuentas.
Pero si la cartera es un símbolo, mal sino tiene. Más si es una insinuación, por lo flacucha, para engordarla en su momento aunque Andrés insista en su honradez como uno de sus columnas vertebrales en su vida política; pero no vale sólo con gritarlo y ya va siendo de demostrar, con claridad meridiana y a un mes de los comicios, si tiene un capital dentro de la “medianía” a la que llamó Juárez, a quien considera su inspiración, o si se ha pasado bastante más de cuanto acumuló el Benemérito. Hasta este momento, sólo Andrés lo sabe.
Por lo pronto, que no acepte más carteras porque debe llegar a la meta con la misma, ya conocida y retratada hasta el cansancio, como el primero de sus bienes.