Opinión
Desafío
*La Oficina Oval
*Entre Mártires
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22/05/2018 – Mucho se habló el pasado domingo del muro de la ignominia, del trato inhumano a los emigrantes –olvidándonos de la penurias de quienes vienen del sur y se encuentran con una aduana infestada de corruptos y malvivientes-, y el pobre desarrollo de las fronteras en tanto los mexicanos estemos condenados a maquilar y no a producir, como sucede al otro lado, bienes de primera necesidad.
No somos ni la sombra de las multinacionales que se expanden, con enorme rapidez, por nuestro territorio a cambio de que nuestros coterráneos son tratados casi como animales apenas cruzan las mojoneras intentando obtener salarios miserables, pero en dólares, con los que juntan las remesas enviadas a nuestro país –del orden de los 28 mil millones de dólares-, para “asegurar” la paz social.
Pese a lo anterior, abundan los prestanombres dispuestos a ceder la propiedad de sus compañías en crisis para ponerse a las órdenes de los grandes consorcios que nos hincan los dientes por la senda de los bancos, las minas, las telecomunicaciones y, por supuesto, el petróleo. Podríamos decir que somos rehenes de nuestras propias riquezas naturales que desatan las ambiciones ilimitadas de los foráneos y limitan la capacidad de producir para México y los intereses nacionales. Este es el meollo del drama.
Ante ello, era de vital importancia sopesar las posturas de los cuatro candidatos –más uno, el bárbaro-, a la Presidencia de la República, en cuanto a las relaciones bilaterales con el vecino complejo y ambicioso que no repara en ninguna huella conductora hacia la justicia social, el tema desterrado por razones de macroeconomía, y la equidad entre quienes trabajan y cuantos especulan y obtienen ganancias infinitas… e infames.
Tal es la razón por la cual, en nuestro suelo, las medicinas son las más caras del mundo. Fíjense: las farmacias del “doctor Simi” –alguna vez candidato a la Presidencia bajo el nombre de Víctor González Torres-, pueden resultar muy baratas en comparación con el valor de las medicinas en otros sitios y, pese a ello, han forjado una enorme fortuna gracias a los remanentes y los ahorros que devienen de producir algunos genéricos sin intermediarios.
Mientras, en el tema de la salud, millones de mexicanos están a expensas de los burdos desencuentros del poder y observan hasta el abandono de hospitales cuando se trata de condenar al régimen precedente de otro partido. No hay ambulancias, otras están en mal estado y algunas, de plano, permanecen inservibles desde hace años como muestra de la negligencia del Estado y la corrupción ingente.
Lo mismo sucede en el campo de las relaciones exteriores: un país enfermo, el nuestro, quedó en manos de negociadores tramposos –y muy bien protegidos-, dispuestos a vender a su patria en barata a cambio de asegurar la riqueza de sus entornos familiares. La vileza ha sido tal que ahora se permiten condicionar a los aspirantes a la Presidencia para obligarlos a beber entre sus manos.
Esta pelea, desde hace tiempo, la tenemos perdida y no parece haber fórmula para recuperar la soberanía despilfarrada.
La Anécdota
No sé cuántas veces, pero sí de manera recurrente, me han preguntado, suavecito como si fuera unja cuestión natural, por qué no me han matado; como dudando de mi imparcialidad por el hecho de estar vivo lo que, para esos verracos, es síntoma de estar aliado con alguna de las mafias y sumarme a su defensa soterrada. Una barbaridad que, de repetirse, va quedando como sospecha infame.
Lo digo, también, por los tantos y sentidos homenajes, por demás merecidos, a quienes han caído y van cumpliendo aniversarios de su sacrificio; con ellos se da cuenta de sus aportaciones contra el sistema político mientras se tolera que se extienda el miedo entre el gremio, obligándolo a callar. Es duro, sí, vivir bajo el imperio de esta falacia.
Mientras dura la hipocresía, los críticos que vamos quedando sufrimos el incesante ataque de quienes nos descalifican hasta por si subimos un minuto tarde una información. Las redes sociales, minadas por intrusos o hackers destinados a la tarea de matarnos en vida, deben ser recuperadas para elevar la información y defenderla contra los amagos de la clase política que posibilita, por ejemplo, la traslación de 400 millones de pesos a través del mundo cibernético. Ya llegarán las elecciones.